Estimado Sr. Molina,
Le voy a decir una cosa:
YO NO ROBO SU SEÑAL DE CABLEVISIÓN.
Es ilógico.
Absurdo.
Usted no lo sabe, pero yo
ni siquiera tengo televisor.
Si lo tuviera, lo
utilizaría para todo excepto para sintonizarlo. Le pondría tiliches encima. Lo
usaría como mesita de centro. Como reposapiés. Como maceta. ¡Como nada! Pero
nunca lo encendería ni sintonizaría esa mierda televisiva. Si lo hiciera, no
pagaría para traer a mi humilde hogar más mierda, con ese servicio suyo, que
según usted le robo, el de Cablevisión.
Y con todo respeto, me
parce usted un completo imbécil. Mejor sería que le robaran todo, el
Cablevisión y el televisor. Le harían un favor a usted y a su horrible familia.
¿Ya notó que sus hijos son medio retardados? Y su esposa es tan fea que usted también
deber serlo. ¿Quién se casaría con ella? Pero usted no se queda atrás, ¿no? Así
que están a mano. Una elefante para un mamut. Y sus hijos, ni hablar. No paran
de aventar pelotas a mi patio. ¿Es que son estúpidos? Ya deberían saber que la
barda que separa nuestras casa es de una altura muy franqueable. Lo único que demuestran es
que no aprenden de sus errores. ¿Y de ahí va a salir el futuro de nuestro país?
Antes de traer hijos al mundo, analícese el esperma, señor Molina. Es posible
que lo tenga echado a perder. Quizá por eso su hijo de en medio es tan feo que
la vez que tocó mi puerta para pedirme su maldita pelota, le di dulces pensando
que era 31 de octubre.
¿Cómo se le ocurrió que
yo pudiera robar su maldito Cablevisión? Ya sé que hay un cable que aparentemente
sale de su casa y va hacia a mi casa. Pero no soy un ladrón. Si tuviera el seso
retorcido como usted para estarme frente al televisor todo el santo día, al
menos tendría la decencia de pagar por los servicios que ocupo. No como su
hijo, el menor, que me roba los botes de basura. Además de procrear una serie
de payasos, usted los educa para el hurto. ¿Y me llama a mí ladrón? La próxima
vez voy a matar a su perro. Oh, no, el qué culpa tiene, ¿no? ¡Es hijo de
Mussolini, ese demonio! Me gruñe todas las mañanas cuando salgo al trabajo. Y
usted no le dice ni pio. Lo deja suelto. Para que nadie se acerque a su cochina
casa. ¿A usted qué le van a robar? Si tiene puras baratijas chinas o piratas.
Hasta el cuadro del santo que tiene en su puerta es chino. Y si le roban un
hijo para sacarle los riñones, seguro vienen malos sus riñoncitos. Apócrifos,
hechizos. Hijos de fayuca es lo que usted tiene.
Un día amanecerá muerto
ese cancerbero. ¿Un rottweiler? Solo un degenerado sería capaz de tener un
rottweiler suelto afuera de su casa, con todos esos niños yendo y viniendo por
la calle (aunque tampoco valen mucho; pensándolo bien sería agradable que el
perro se zampara a unos cuantos). Porque los demás vecinos no se quedan atrás:
se acuestan con sus mujeres y procrean como si el mundo necesitara más
delincuencia. Sí, delincuencia es lo único que sale de esas grasosas vaginas.
Un ejército de delincuentes malparidos desperdigados por el barrio.
Fue su maldito perro el
que mordió el cable ese, señor Molina. Sépalo de una vez. Por eso no tiene
señal de Cablevisión. No porque yo se la robe. ¿Por quién me toma? Soy el
único que usa corbata en este barrio y aún así le pasa por su podrida mente que yo, YO… No cabe duda que es usted un Barrabás, un Judas y un Pilatos. Ya sé
que Dios no existe, Sr. Molina. La prueba es usted y los demás vecinos. Si Dios
existiese ya hubiera encontrado el modo de borrarlos a todos de la Tierra. Un
diluvio. Fuego. Qué sé yo, alguno de esos castigos divinos. Plagas. Ríos de
sangre. Por mucho menos acabó con Sodoma y Gomorra. Y entre todos ellos, yo, el
único siervo decente. Acusado de hurtar un maldito cable que no trae sino
mierda a casa; una cable más sucio que el drenaje (al menos el drenaje se lleva la caca, no la trae). No, no, no.
Mejor dígame dónde está
el rastrillo para césped que dejé en mi patio. ¿O se lo preguntamos a su hijo?
¿Y ese pelmazo para qué quiere un rastrillo? Solo para fastidiar. Roba por
placer; para satisfacer instintos satánicos únicamente. Si me robara el pan,
Sr. Molina, no le reclamaría en lo absoluto. El pobre está tan flaco que lo único
que ha de comer es televisión. No me explico cómo su mujer y usted pueden ser
tan obesos y sus hijos tan flacos. No me sorprendería que ya se hayan comido a
otro hijo, alguno al que no tuve la desgracia de conocer. No sé. Serán los
tacos de perro que cenan cada noche con Don Chente, el taquero ganador del
premio mundial a la insalubridad. Sus estómagos han de estar llenos de vida
bacteriana y fauna intestinal. Quizá el cerebro de usted esté en su estómago.
Eso aclararía unas cuantas cosas. Por ejemplo, su reclamo sobre
Cablevisión.
Otro motivo por el que no
tiene señal, además de que su perro mordió el cable, es que su hijo, el
hijorata que tiene, el menor, el que me "escondió" el rastrillo y los botes de
basura, le robó el conector del cable. Lo sé porque el muy idiota lo aventó a
mi patio cuando su madre, la mujer de usted, le dio un aletazo (es un fócido,
no mienta, Sr. Molina, usted sabe muy bien que se casó con una foca,
¡pervertido!) en la cara y le gritó: ¡tu padre se va a emputar cuando no pueda
ver su televisión! Y el engendrito, encolerizado por ser víctima de un
mamífero pinnípedo marino, arrojó sin pensarlo (nunca piensa, ya sé) el
conector. Voló por los aires y cayó en mi patio. ¡Cuántas chucherías más
seguirán cayéndome encima! Sí, yo tengo su conector. Es un rectángulo de metal
con una entrada y dos salidas, ¿no? Si no me cree, revise. Revise detrás de su
caja de Pandora y verá que el conector no está. Revise su cable y verá que su
perro lo mordió. No le miento; yo no miento. ¿Por qué no se cerciora de estos detalles antes de juzgar a su vecino, el único con corbata, y acusarlo de robo?
Otra cosa, Sr. Molina,
otra cosa: antes de acusar, investigue: la señal de Cablevisión no es algo que
se pueda robar. No como usted piensa. No como un objeto, pelmazo. Si yo le
robara la señal, ¡usted ni lo notaría! A quien le incumbiría es a la empresa,
quien estaría perdiendo dinero porque un hombre recibe su mierda gratis. Oh,
sí, es cierto. Antes de que lo olvide. Otra cosa, antes de que repare el cable
mordido y consiga otro conector (ni crea que le regresaré el que su hijo aventó
a mi patio), ¡pague las facturas del servicio! El cartero las echa todas a mi
patio porque usted tuvo la maquiavélica idea de borrar su número de casa; seguramente
para evitar a los cobradores (mi patio es, al parecer, victimizado). Cobros,
amenazas, es todo lo que usted recibe. Es casi seguro que le nieguen el
servicio de Cablevisión. ¡Usted es el que roba Cablevisión!
Ah, que cabrón el señor Molina, ya ni la chinga. El clásico rudo contra técnico.
ResponderEliminarZombies conectados a cablevisión.
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