Ya ni siquiera recuerdo si alguna vez tuve
vergüenza.
Cuando me preguntan cuándo fue mi primera vez… no
me acuerdo, caray. Habrá sido en alguna fiesta. Seguro estaba borracha y algún
borrachito se aprovechó de mí, jijiji. Me da igual, ni empieces con tus
sermones. Yo también me he aprovechado de algunos borrachitos, jajaja. ¡Los
empedo yo misma! Y me los cojo casi a la fuerza.
Es lo malo de ser trans. Siempre hacemos el amor a
la fuerza. Ya sea porque nos pagan, o porque los hombres de verdad no se
quieren acostar con una y hay que emborracharlos a la fuerza. Jum. Y sacarles
los pantalones a la fuerza. Y pararles el pito a la fuerza. Y ensartarnos a la
fuerza. Nosotras mismas. Es como coger con muertos, caracho. Pero no pongas esa
cara, a todo se acostumbra una, pues. No es tan malo.
Y la verdad, la verdad, yo nunca he hecho el amor.
Nunca me he enamorado.
Y la verdad, la verdad, sí recuerdo mi primera vez.
Lo voy a soltar ahora, por primera vez. ¿Sí quieres que te lo cuente, papi?
¡Pues aprieta bien los dientes, culero! ¡Ahí te va toda la piche verdad,
carajo!
Fue en el estacionamiento público de al lado de mi
casa, de la casa donde vivía cuando era niño, de nuestra casa, pues. Me violó
el guarda. ¡JAAAAAA! pero que sustote te metí, ¿no? Sí, sí, el guarda ese, al
que le decían el Chato. Al que dabas propinas por dejarte guardar el coche todo
el día y al que le regalabas sus botellas de tequila en Navidad.
Primero me sedujo con dulces, con juguetitos. Cada
que pasaba solo por ahí, por el estacionamiento, me llamaba, me acariciaba el
pelo y me regalaba algo. Poco a poco le agarré confianza. Comencé a entrar más
y más a las profundidades del estacionamiento. Hasta que un día, ¡tómala,
cabrón! ¡Me metió la verga el desgraciado! Era una verga pequeñita, toda
retorcida, como chile seco, jajajaja. Ahora me da risa, pero, ¡Ay, aquella vez
casi me desmayo! Me la metió bien duro, ¡carajo! Y tú, papi, ¿qué hiciste? ¿Sí
te acuerdas? ¡Me dijiste que me callara la boca y que no anduviera diciendo
pendejadas y cochinadas o me ibas a surtir! ¡Y cuando le enseñé el culo, todo
sangrentado y cagado a Laura, mi madrastra, tu segunda ex mujer, pues! ¿No
fuiste a decirle que no dijera nada, que de seguro me había lastimado yo solito
jugando a mis pendejadas? "Se habrá caído de la resbaladilla, el
güey", dijiste. Sí me caí. Sobre la verga del Chato.
Jamás entendí por
qué lo defendiste. ¿Por qué lo defendiste? He llegado a pensar que tú no eres
mi padre. Mi padre biológico. Porque un padre, ¡óyelo bien, culero!, ¡un padre
jamás le haría algo así a su hijo! jajaja, no te asustes, si no te maté en la
adolescencia no te voy a matar ahora, que soy una mujer hecha y derecha, que
vivo mi vida de lo lindo y que estoy convencida de que nací mujer. Ya ni siquiera
te culpo. Ahora me digo: bueno, hazte de cuenta que eras una niña. Y que te
violó el guarda ese, el maldito Chato, desgraciado. Lo mismo seguirías siendo
niña, ¿no? Pues más o menos así me pasó a mí. Nací en el cuerpo de un hombre,
pero soy mujer. Y luego, pa colmo de males, me la dejaron ir a los siete
añitos. Y por si fuera poco mi padre, mi disque padre, se puso a defender a su
amigo el Chato. Como si de verdad, papá, como si de verdad hubiesen sido amigos
tú y el Chato. Digo, te cobraba menos la tarifa de la pensión, pero no era para
que le pagaras con el culo de tu hijo, ¿o sí? Eso es lo que me sorprende,
chinga, que defendieras tanto a un pobre pendejo. Hasta llegué a creer que tú
también eras joto y que el Chato fue tu amante. A lo mejor a ti también de daba
pa tus tunas. Aunque, claro, tú ya tenías edad para decidir. No como yo. Pero
no, no, ya sé que tú eres re hombre, re macho.
Esa tarde Laura me mandó a comprar un refresco para
la merienda. La tienda, como ya sabes, estaba a dos cuadras nomás. Cómo a ti te
daba hueva salir, me mandaban a mí, en plena colonia Morelos. Yo no sabía que
la colonia era peligrosa, ¡pero tú sí! Y ahí voy yo de pendejo, ¿cómo iba a ser
de otro modo? Compré la pinche cocacola esa, la familiar, en botella de vidrio,
como las hacían antes. ¿Sabes que desde entonces le agarré un odio tremendo a
la cocacola? No la tomo ni por error. Es lo único bueno que me dejó el
incidente, como lo llamaste tú. Decías: "no hablemos más del
incidente". Ay, en fin. De regreso pasé por el estacionamiento. El chato
estaba ahí, como siempre, mirando a la gente pasar. Me dijo "eit,
Gumarito, ven". Primero no quise ir. Debía cumplir con mi deber, el del
mandado. Pero se llevó la mano a la bolsa y sacó un dulce, un caramelo en barra.
Me lo ofreció. Ahora que lo pienso, no creo que yo haya sido el único. Ese
Chato sabía tratar con niños. ¿Por qué siempre tenía dulces, el cabrón? Bueno,
a estas alturas no la voy a hacer de detective, no lo voy a demandar. Quién
sabe si siga vivo pa empezar, ¿no? Me acerqué para coger el dulce, pero el
Chato se hizo para atrás. Al ver mi cara de decepción, me dijo "¿entonces
sí lo quieres?" y yo, tímido, le contesté con un movimiento de cabeza. Y
que avienta el dulce. Lo aventó, sí, lo aventó. Cayó atrás de unos coches,
donde estaba muy oscuro. Y me dijo "Ay, se me cayó". Me quedé ahí,
paradito como el niño bueno y tímido que era. "¡Ve por él!", exclamó.
Ay, papá, no me salgas ahora con que no me crees. ¿No me ves? Las tetas no me
salieron solas, papito. Me las pagué yo, con el sudor de mis nalgas, eso sí. Es
verdad lo que te digo. Me eché a correr por el dulce. Me agaché a buscarlo entre
las llantas de los coches. Lo tomé y cuando me volteé para irme... ahí estaba
el Chato, detrás de mí, con los pantalones abajo y su chile seco bien parado.
Me asusté, no creas que no; ahora soy puto, pero a los siete años... Sí, sí,
ahora yo solita me lo comería todito, yomi, yomi, pero a esa edad, papá... Se
me cayó la coca del susto. Se quebró el envase. El chato se rió. Me dijo,
"qué, ¿nunca has visto una verga, Gumarito?". No, no fue una cogida
rica, como las que me doy ahora. De la nada me agarró de las greñas. Me volteó,
me empinó y… ¡saz! Pa dentro, cabrón. Si al menos me hubiera violado despacito,
como a mi amiguis la Pera, cuando la violó el cura de su iglesia... La Pera
tuvo suerte, me cae. Dice que primero lo manipularon por medio de juegos para
masturbar al cura, sin que él sufriera ni se quejara. Dice que el cura se la
chupa a él, imagínate. Al menos eso es rico, ¿no? Dice que su primera vez le
echaron lubricante. Dice que hasta medio le gustó, jajaja. ¡Qué envidia! A mí
me lo tronaron gacho, así nomás, así como va.
No sé cuánto duró todo, pero a mí me pareció
eterno. Pon tú que me la haya metido unas quince o veinte veces antes de
venirse. Hasta eso no fue tanto. Aún tengo la sensación en el recto de cuando
se escurrió en mí. ¿Te confieso algo? Aún hoy, cuando me ensartan, pienso en el
Chato. A veces hasta siento que lo quiero, caray. ¿Ves cómo es una? Con decirte
que a veces (bueno, ya no) me daban ganas de ir a buscarlo al estacionamiento.
A ver si todavía me quiere,
jajajajaja.
El resto de la historia ya lo conoces. Llegué a la
casa todo espantado, llorando, temblando. Laura creyó que estaba asustado
porque se me había caído el refresco. Tú me cagaste por eso, y luego saliste
con tu mamada de que por andar jugando me rompí el culo. Qué huevos del Chato,
¿no? Violar al hijo del vecino. ¿Nunca pensó que yo iba a hablar, a decir la
neta, que tú le podías ir a rajar la madre, como debiste hacer, a demandarlo, a
ponerlo tras las rejas? Eso es lo que más me sorprende y más me duele. Ya dime
la verdad, papito, ¿tú sabías lo del Chato?, ¿Sabías que violaba niños? ¿Te pusiste
de acuerdo con él para no decir nada? En buen plan, Javier, dime la neta,
derecho, ¡de hombres! ¿Cómo es que un padre se queda así sin hacer nada? ¿De
verdad te creíste tu pendejada de que yo solito....
¡Ay, carajo, ya se me salió una lágrima! Se me va a
correr el rímel, chingada madre. Perdóname, caray. No era mi intensión que me
vieras llorar.
¿Cuál es mi
intención? Ja. Bueno, sí, es normal, ¿no? Te preguntarás por qué mierda te
mandé agarrar y amordazar. ¿Para obligarte a oír mi versión? No, no te
espantes, papito, no te voy a matar, ya te dije. No tiene caso. De todos modos,
de esta vida nadie sale vivo. Nomás quiero que me entiendas. Que te hagas una
idea muy clara de qué se siente, ¡culero! ¡De que se siente que un hijo de la
chingada te meta la verga! No, no, no, por favor, no supliques. No vas a ganar
nada y nomás lo haces más difícil. Y no me llames culero, culero. No soy
culero. Te prometo que seré suave. Um, bueno... quizá no tan suave. Pero al
menos, Javier, yo si te voy a lubricar. No quiero que te me vayas a morir
desangrado. ¿Qué le voy a decir a la policía, que maté a mi padre por violarlo?
Ay, papá, no llores, de verdad, ¿no que muy macho? ya estás grandecito. ¿Qué
cómo voy a ser capaz? ¿Violar a mi propio padre? No digas eso, no digas tu propio padre. Para mí tú no eres mi padre. Y ya te dije que no
estoy segura si alguna vez tuve vergüenza. Ay, no, no cierres los ojos de ese
modo, pa. Anda, mírame. Mira mi pistolón. ¡Orgulloso deberías de estar,
caracho! Ni con las hormonas se me achica, ¿tú crees? Tú me lo heredaste. ¿Qué
le vas a decir a Sofía? no sé, déjame pensar… ¡ya sé!, le decimos que como ya
estás viejo, te caíste y te rompiste el culo, jajajajajajajajaja. Esa siempre
aplica, ¿no?
Bueno, ya... ¡ahí te va, papito!
wOOOWW QUE FUERTE!! ESTA MUY BIEN, REFLEJA UNA REALIDAD OSCURA Y OLVIDADA, LA GENTE TRANSGENERO Y EL ORIGEN DE LA HOMOSEXUALIDAD!!
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