Una tarde conocí a una muchacha hipster. Estaba de pie frente a una galería de arte en la calle de Chiapas. La galería era Cultura
Colectiva. Yo salía de la plaza comercial luego de haberme emborrachado en bar
de Sanborns, como cada tarde. Lo primero que vi fue su espalda hipster, con su
ropa hipster y su peinado hipster. Luego volteó y pude ver toda su cara
hipster. Y sería una chica muy bonita, de no ser porque era muy hipster y eso
le quitaba autenticidad, fuego interno, alma, o como se llame. Me miró y le
sonreí. Ella no me sonrió. Eso sería muy poco hipster: sonreírle a un borracho
de plaza comercial, no hipster. Pero me acerqué aún más a ella y no pudo
evitarlo. Tuvo que entablar conversación conmigo. Se quedó de pie, en sus
zapatos de plataforma hipster, y me escuchó decirle buenas tardes, ¿es usted
Claudia Taboada, la periodista de Cultura Colectiva?
Oh, oh,
oh, bueno, yo sabía quién era ella porque hace tiempo envié una copia de mi último
libro a esa periodista, aunque no sabía que era una hipster, eh. había
reconocido su cara a pesar de que la fotografía que vagaba por Internet de ella
no era tan... hipster. Y ella dijo oh, sí, sí, ¿y usted quién es? Soy Martin
Petrozza, le respondí. La miré de arriba abajo, saboreando sus carnes, y
exclamó ¡oh, sí, es usted! ¿Pudo leer mi libro?, pregunté. Se
sonrojó. Oh, lo siento, aún no lo termino... pero... en cuanto lo haga... Su
mirada buscaba una salida. La interrumpí: no importa, no lo termine, sólo
dígame si publicará el artículo sobre mi libro; puedo enviárselo yo mismo.
Usted sólo deberá firmarlo. Me miró atónita. Eso debió parecerle muy poco
ético y muy poco hipster. Si quiere, se lo envió por correo postal, escrito a
mano con pluma fuente, eh, quizá eso vaya más con... mmm... ¿usted? No
supo qué responder. Da igual, es una broma, no se lo tome personal, es solo
que vivo aquí a tres cuadras y... hay
mucha gente así por aquí, usted sabe, y bueno... no es muy cómodo para nosotros
los... ya cansa… me interrumpió: oiga, dijo, me tengo que ir. En
cuanto tenga el artículo sobre su libro se lo mandaré a través de Cultura
Colectiva. Y yo oh, qué amable de su parte, eh... comenzó a caminar.
La seguí. En serio, qué amabilidad, espero no ser muy incómodo para usted,
pero he leído sus artículos y me gustan mucho, ¿sabe? No se detuvo. Caminé atrás de ella, casi
alcanzándola. Como quien dice no puedo quedarme sin un Taboada, ¿no?
Es importante para mí... En la esquina de Manzanillo se detuvo. Sí, mucha
gracia por sus... ¿elogios?, me dijo. La miré directo a los ojos: oiga,
usted me gusta, eso es todo, ¿okey? Se sonrojó en serio. Era una cara chapeada muy bonita, detrás de un maquillaje muy hipster.
Y de
pronto, comenzó a llover.
Nos
refugiamos debajo del techo del Extra. Bueno, le dije, no puede
decirse que Dios no está de mi lado esta tarde, ¿no? Y ella, asustada, se
sobó los brazos con las manos y me dijo ¿qué quiere de mí? y yo bueno,
nada. Me gustaría conocerte, salir contigo... Me miró con una mirada
hiperhipster y me dio un rotundohiperhipster NO. ¿Es por mi ropa?, pregunté mirándome la ropa. Tardó en
contestar. La gente comenzó a amontonarse junto a nosotros. No, no es eso, contestó
al fin. Bueno, ¿entonces por qué? La pobre chica sonrió, casi se rió, y
dijo no lo sé, es tu actitud. Ah, bueno, respondí, eso se puede
cambiar cualquier día. No siempre soy así, eh. Solo que ahora ya estoy bebido y
no me puedo controlar... y ella no, no te justifiques, es igual, no
importa lo que hagas, tengo novio de todos modos. Oh, no iba a dejar que me
juagara tan chueco. No tienes novio, no te hagas, le dije. ¿Y tú cómo
sabes?, preguntó casi en un susurro. La gente podía oír nuestra
conversación. En casi un susurro le contesté he entrado a tu Facebook, el de
lollipop666, no tienes novio y lo sé, entro seguido. Otra vez se sonrojó. Bueno,
me defendí, Facebook es una cosa libre, puedo entrar si quiero, no es
acoso, eh. Está bien, me dijo, tú no tienes la culpa, yo soy la única
culpable de lo que publico en Facebook, pero... es esa actitud por la que no
quiero salir contigo, ¿ves? Silencio. ¿Y si fuera hipster saldrías
conmigo? Silencio. Yo no soy hipster. Silencio. Sí lo eres, no te
hagas. Silencio. Bueno, y si lo fuera, ¿qué? Silencio. La lluvia arreció.
Ya casi no podíamos escucharnos. ¡Pues nada, pero no lo niegues! Trueno.
¡Bueno, sí soy un poco, ¿y qué?! Silencio. Lluvia. ¡Pues nada, está
bien, no me importa cómo seas, yo solo quiero salir contigo y conocerte, saber
quién eres en realidad! La gente llegó a ser tanta que casi nos sacan de
debajo del techo. Le dije oye, ya, no te hagas la difícil, está lloviendo y
nos vamos a mojar. ¿Quieres una cerveza en bar de Sanborns? Yo invito. Lo
pensó unos segundos. No, gracias. Entonces sentí repulsión por su vida
hipster y le dije tú te lo pierdes. Y me eché a correr a la otra acera. Me eché a correr por debajo de los techos, como rata mojada, hasta la entrada
a Sears.
En la
mesa del bar del Sanborns sentí arrepentimiento. No debí dejarla, me dije, sólo
es una chica hipster asustada. Además es muy bonita.
La
busqué en el chat de Facebook de mi celular. Ahí estaba, ja. Le escribí: oye,
ya, ven al bar de Sanborns. Hay caldo de camarón calientito. Ordené
dos cervezas Tecate. Bebí media cerveza y medio caldo de camarón. Abrí el chat
otra vez. No había contestado. Le puse: prometo ya no molestarte con que me gustas
y eso, sólo ven por amor a Dios porque afuera está lloviendo y te puedes
enfermar. No contestó. ¡Ah, qué la atropellen!, pensé. Y pensé en el
encabezado: CONDUCTOR BORRACHO DE METROBÚS ATROPELLA A JOVENCITA SOBRIA HIPSTER
AL CRUZAR INSURGENTES. Jajajajaja.
Vi una sombra entrar al bar. Luego una silueta. Era ella. Venía toda mojada. Estás
hecha una sopa hipster, le dije cuando estuvo a mi mesa. Sonrió. Ya, no
soy hipster, dijo mientras se quitaba sus anteojos hipster y los secaba con
una servilleta y se los volvía a poner. Dios mío, era muy bonita de verdad.
Tenía una cabellera espesa, negra y pesada, una piel blanca y rosada, y esa
ropita de niña rica de los sesenta o setenta. Parecía una muñeca embrujada de
1966. Había algo en ella que me excitaba. Y le dije oye, te pediré un caldo
de camarón y una cerveza Tecate. Y ella Tecate no, pide Barbière. Miré
la carta. Oh, no, nada de cerveza hipster. Suspiró. Pide Victoria. Y
eso hice, y ella pudo comer y beber y contarme que tenía veintiún años, vivía
en la colonia Portales, era estudiante de periodismo en la SOGEM y trabajaba
como becaria en Cultura Colectiva. Pero todo eso yo ya lo sabía, jejeje. Y yo
le dije que era un escritor fracasado de veintisiete años, sin empleo y
medio casado con una chica que levanté aquí mismo, en la colonia Roma, pero que
no era hipster, aunque reciclaba PET y no comía carne roja. Yo trato de no
comer carne roja, dijo, y yo sí, ya lo sé, está de moda, ¿no? y ella
salió con todo un cuento chino sobre la matanza y la producción masiva de carne
y el sufrimiento de los animales y las virtudes de la soya. Ya casi me arrepiento
de haberla invitado, eh. Pero cruzó las piernas y pude ver sus piernas y me
dije: se paciente, amigo mío, se paciente como el pescador que pescó estos
camarones para tu caldo de camarón y pronto podrás estarte chupando esas
piernitas ricas en otro caldo.
Bueno,
me dijo de repente, háblame sobre tu libro. Y yo er, sí, bueno,
es un libro de cuentos, de relatos, sobre... cosas que me pasan en la vida
real, creo, y... y por dentro pensaba: ay, olvida el libro, lo único que
quiero es acostarme contigo, muñeca, aunque tenga que decirte que tus artículos
son buenísimos y me muero por uno... bueno, mejor lo lees y me dices, ¿no? Y
ella oh, ya lo leí, la verdad es que ya lo leí. Joder, eso sí me
asombró. ¿Y bien?, pregunté casi apenado. Es bueno, pero muy
vulgar, sentenció, así, sin lubricarme. Oh, sí, sí, dije, eso me
han dicho, eh... Pero voy a hacer el artículo, interrumpió, lo haré este
fin de semana y lo enviaré a Cultura Colectiva para que lo publiquen, ¿okey? y
yo dije okey.
Sólo tomó dos cervezas. No quiso ni una más. Supongo que no deseaba emborracharse delante de mí.
La
acompañé a la salida. Ya no llovía. Pudo irse caminando al metro Insurgentes.
Yo me fui a casa a echarme, a esperar a mi mujer y a masturbarme pensando en Claudia y en cómo sería hacer el amor hipster.
Yo me fui a casa a echarme, a esperar a mi mujer y a masturbarme pensando en Claudia y en cómo sería hacer el amor hipster.
Y el
artículo nunca llegó.
Y me
bloqueó de Facebook.
Eso fue
mi relación hipster con la reportera hipster de Cultura Colectiva.
jajaja que buen texto
ResponderEliminarjajajaj
ResponderEliminarCómo es una espalda hipster?
ResponderEliminarMuy bueno P.
ResponderEliminarLollipop666 xddDD
ResponderEliminarJaja. ¡Buenísimo el relato!
ResponderEliminarExcelente texto amigo Petrozza.
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