Texto por: Roberto Araque.
Sitio del autor, aquí.
Algo que como nunca había sucedido
sucedió; En algún lugar remoto alguien soñó continuamente con un personaje de
un libro hasta hacerlo real por unas horas. Él, después de una conversación con
su soñador, constató que su mundo no existía como tal sino que era parte de un
universo inventado por algún escritor de mediano talento; toda su vida era una
fábula y estaba desde un comienzo condenado. Él ya se había percatado de que
algo andaba mal, existían lapsus mentales, coincidencias e incongruencias que
le hacían dudar. Entonces, cuando le tocó regresar al mundo imaginario, empezó
a reescribir la novela para sitiarse en un lugar donde pudiese llegar a ser
feliz
Durante el tiempo que anduvo con su
soñador tuvo la oportunidad de leer los dos últimos capítulos de su historia,
memorizó cada detalle en ese intervalo y encontró la forma de asesinar al
héroe. A partir de ese instante surgió la confusión; existía una gran cantidad
de personas que habían leído el libro y tenían cierta idea de lo que aconteció,
pero cuando releyeron, o indagaron un poco, se toparon con que el gran villano
había logrado lo que nadie había escrito
El escritor se encontraba
desconcertado, no se podía explicar lo sucedido. En cierta oportunidad intentó
reescribir el final de la manera en la que él lo recordaba, cuando releía los
últimos párrafos notaba que habían sido modificados. Este hecho lo llevó al
manicomio. Después de algunos años no se volvió a saber nada más de él y llegó
el momento en el que nadie creyó que el libro estaba escrito de otra forma,
inclusive aquellos que recordaban el primer final tenían dudas. La memoria es
subjetiva, entonces ninguno de los que habían leído la obra sostenía lo que
recordaba aun cuando una gran cantidad de personas pudo reunirse e indagar un
poco sobre el asunto.
La felicidad no es eterna. Al morir
el soñador la historia volvió a su estado original. Entonces el antagonista se
encontraba en una situación en la que conocía lo que sucedería y, sin embargo,
no podía evitar su destino. Resultó peor, era una marioneta consciente y eso lo
atormentó internamente aun más de lo que estaba escrito o de lo que pudiese
imaginar el lector.
Volvió la confusión. Si la primera
vez que sucedió algunos se mostraron escépticos y consideraron que era una
cuestión de marketing, para la segunda oportunidad ellos formaban parte del
cúmulo de individuos que, en el peor de los casos, estaban conscientes de la
ausencia de un giro argumental al final de la trama. No existía explicación
convincente. Otros consideraban que era alguna paranoia colectiva, pero para
los miles que habían leído el libro resultó algo real. De allí que muchas
personas dejaron a un lado las respuestas psicológicas y se dedicaron a indagar
en la brujería, mentalismo y satanismo la respuesta de lo sucedido.
Entre esos grupos que buscaron
respuestas alternativas surgió el nombre de un individuo. En varias notas de
prensa se hablaba de un Señor: Jesús Gutiérrez. Aunque esto no motivó su
aparición en la prensa, él afirmó que había logrado ingresar a mundo ficticio y
conversó con el antagonista. Lo encontró en una tasca – la única que se
describe en el libro.-. Él bebía como un desgraciado mientras los demás,
estáticos como maniquíes imitando una gran juerga, esperaban que el lector
leyera la escena dónde el protagonista entregaba un poema a la camarera. Él,
como dueño del bar y ferviente admirador de la doncella, debía sacar al tipo a
patadas.Gutiérrez comentó que el antagonista disfrutaba la escena, no obstante,
después de repetirla y conocer la trama la encontraba innecesaria; prefería
meterle una bala al pendejo y solucionar de una vez todos sus problemas.
El lector no había llegado, estaba
estancado en la escena de la playa con el interminable parloteo del escritor
acerca de la vida y sus calamidades. Entonces él se le acercó y vio en sus ojos
una alegría, al principio la consideró exagera e injustificada, luego
comprendió el motivo y le correspondió. Entendió lo maravilloso y afortunado
que era poder ingresar a ese mundo, también en las posibilidades; se preguntó
si podría hacerse lo mismo en otras obras de mayor calibre. Lo cierto es que en
un mundo donde todo el mundo hace lo que debe hacer, aquellos tipos que vagan
por dónde les da la regalada gana se convierten en seres solitarios, toparse
con uno es tan probable como hallar una hebra rojo en un toro, y cuando eso
sucede se le toma como algo casual. No es así, para quien sabe apreciarlo, es
algo que ocurre cada mil años y debe celebrarse. Entonces ese personaje visco,
jorobado, atolondrado, mezquino, ordinario y malvado como los mil demonios se
mostró como un niño cuando observó al señor Gutiérrez pasearse por su bar.
Conversaron, charlaron, bebieron, rieron, les tocaron las tetas a todas las
camareras, pintaron las caras de todos los personajes y siguieron bebiendo. Ya
cuando no había nada qué hacer ni qué explicar el antagonista le pidió a su
visitante que lo sacará de allí. Después de varios meses vagando por todo el
universo, Gutiérrez accedió; se llevaría al personaje. Tenían que
ascender al edificio más alto del lugar y lanzarse. Pero cuando lo
hicieron, en plena caída libre, el personaje desvaneció; la escena del bar
había comenzado. Gutiérrez, por más que lo intento, no pudo regresar y su
entrañable amigo quedó encarcelado.
Su amigo, ese tipo tan malvado que
describía la novela, en sus ratos libres vagaba a lo largo de todo ese universo
irreal. Ya había hecho de todo, no obstante, cada vez que el lector leía una
escena donde el personaje participaba perdía su libertad y se convertía en una
marioneta. Incapaz de evitarlo, veía una y otra vez cómo se repetía la historia
y moría en cada libro leído. El personaje soñaba con el día en que pudiese
acabar con esa farsa, o que algún nuevo soñador lo sacara de ese mundo y
volverlo real por algunas horas. También en su viejo amigo Gutiérrez y en cómo
volvería.
La razón por la que surgió el
nombre de Gutiérrez fue que dedicó lo que le quedaba de vida, fortuna y salud
en adquirir todos los ejemplares de esa novela escrita por un fulano de tal que
desapareció después de andar varios años en un manicomio. Cada ejemplar
adquirido era incinerado, sólo eso. Compró los derechos de autor sólo para
liquidar la obra y darle paz a un amigo que viviría como pocos, moriría como
todos y no renacería.
Texto por: Roberto Araque.
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