Ocurrió
de pronto. Un día cualquiera me puse las gafas y me planté frente al ordenador
y no pude escribir un párrafo decente y me dije: no te preocupes, ya escribirás
mañana. Pero mañana sucedió lo mismo. Y pasado mañana. Y todo el maldito mes.
Me reñí: te has hecho un hombre normal, P. Y lo era, sí. Trabajaba, pagaba mis
cuentas y me emborrachaba únicamente en viernes o sábado, aunque dejé de
hacerlo en viernes porque E. insistió en tomar clases de francés los sábados
por la mañana. Cés la ví. Mi más grande preocupación era componer la ducha.
Me llevó meses encontrar la regadera perfecta. La que se adecuase a la poca
presión de agua de nuestro viejo apartamento. La encontré en casa de mis
padres, un día en que visitamos a los viejos. Ahora los visitaba con
gusto y hasta entusiasmo. Pensar que hace algunos años les aborrecía. Pero uno
se va haciendo viejo y comienza a comprender un par de cosas. No me detendré en
ello; quizá lo sabes tú, quizá eres viejo. Si no, es indiferente, lo sabrás más
tarde o más temprano y te tragarás todas tus palabras de juventud. No hay quien
se salve. La vida es una trampa.
Dejé de escribir y me dediqué a pagar facturas.
Echaba un trago de vez en cuando en bar de Sanborns y cada vez con menos
frecuencia en bar de T. Ahora podía dejar propinas de cien pesos y regalar
botellas de vino mexicano a los meseros de Sanborns en Navidad. Se podía decir
que mi vida marchaba. En realidad, me sentía como pirata obligado a andar por
la plancha. La adultez, la vejez y al final la muerte.
A veces intentaba escribir pero no pasaba de unas
cuantas líneas. Me preocupaba llegar a fin de mes sin dinero suficiente. E.
deseaba salir de vacaciones, estudiar la universidad, comprar ropa de marca,
pasear los fines de semana, mantener al gato, mudarse de apartamento, comer más
sano. Se dice fácil, pero alguien debe sufrir a cambio de ello. Ese
alguien debía ser yo, el hombre de la casa y todo ese cuento. Esta había sido
la pelea de toda mi vida: el dinero. Se puede decir que antes la llevaba
perdida y ahora ganaba, pero ganar dinero también es una forma de perder. Vivía
en un apartamento de la Colonia Roma, estaba casado con una rubita preciosa,
tenía un gato y un empleo y podía irme de vacaciones a Holbox, pero algo dentro
de mí no se satisfacía. Algo dentro de mí se hundía y se rendía y yo lo estaba
dejando rendir. Habría que darle gasolina.