-¿Cuál gallo?-
-El Pico Mocho.-
-Y que lo operaron y todo. El señor Daniel me dijo:
Man, hasta le puse suero y no aguantó, aquí cargo la placa. Lo cargo en el
carro.- Él aún sostenía el celular y miró a su padre como si un rayo lo hubiese
atravesado desde la raíz de todas sus sienes hasta el infinito de su
pensamiento, y mucho más.
-¡Lo matamos toditos!- Sentenció el padre.
-Lo llevo ahorita en el carro, me dijo.- Y sus
ojos, aunque secos, no
dejaban de lamentarse.
-Lo matamos toditos porque casi todos los días
hablamos de ese gallo. Jesús Román, la última vez que lo vio que estuvo en
Puerto La Cruz, me dijo: Papá, no he visto gallo más arrecho que ese.- Realizó
una pausa, aspiró la penúltima bocanada de un cigarrillo y agregó:
-De los gallos que tenemos como padrote…-
-Había un gallero bueno por estos lares, y me
disculpa que lo interrumpa, él me decía que de los gallos padrote, me refiero a
gallos buenos de verdad, no se tiene que hablar.- Seguidamente echó un
escupitajo y, por un instante, miró al viejo con un gesto aleccionador y comprensivo hasta
que volvió su mirada al suelo y, con la punta de sus botas, estrujó la saliva y la deshizo
en la tierra. Sólo entonces con harto orgullo complementó:
-…Mientras estén vivos.-
-…Y es verdad.- Afirmó el padre. Le correspondió
con los ojos saltones, titilantes de angustia, e inhaló el cigarrillo con una
ansiedad que, ausente minutos antes, ennegrecía su habitual amabilidad.
-Él me dijo que era así. A ese viejo, que Dios lo
tenga en su gloria, le pasó con un Marañón y un Canagüey. Y cuando le pasó la
segunda, con el Canagüey, me lo dijo llorando.- Seguía con el ojo puesto en
donde, segundos antes, yacía el escupitajo y, como hurgando en su mente la
respuesta correcta a todo lo que había escuchado, calló.
-Es que a mí me ha pasado ya, pero con gallinas.
Nunca con un padrote…-Repuso el viejo.
-Yo nunca le veo una placa a un gallo. Es que
estaba alegre porque descubrimos que éste es hermanito hermanito del Pico Mocho.- Señaló con la mirada al hermano del gallo.-
Entonces llamé al señor Daniel para decirle que hay otro y… - Realizó una pausa,
miró el suelo y afirmó -es que lo maté, lo maté yo porque fui el último que lo
había visto;¡lo maté!- Estaba sentado sobre un costal de maíz, sostenía el
celular con su mano derecha, la otra descansaba sobre su rodilla y giró su
vista hacía su padre en la búsqueda de sus facciones apaciguadoras, y las
encontró ausentes.
-…La vista es muy arrecha.- Remató el gallero.
-Usted lo ha dicho.- Respondió el padre. -Ese
gallo, ese gallo era jodido. Los hijos de ese gallo donde han puesto el culo
han levantado unos peleones.-Y como si el pensamiento y su lamento se escapasen
por su lengua el muchacho añadió:
-…Ya El Tigre no pisa.-
-Está ciego. Está pisando, pero...- Confesó el
padre con cierto ademán aclarativo. Después sacó otro cigarrillo de su cajetilla
y adicionó:
-Pisa, pero ya no le puedo meter seis gallinas. La
vaina es que él la vea…- Mientras más hablaba su voz se volvía trémula y
piadosa como si entre él animal y él hubiese una verdad, una confesión; algo
propio de una amistad sincera. Y su narración estuvo acompañada de una
pantomima del gallo entre sus manos, acomodándolo, como un bebé de cuna, sobre una gallina imaginaria y dispuesta.
-…Y hubo una gallina que él pisó, pero no
sacó.-Expresó el joven y después añadió:
-Ayer pisó bien, pero con lo de esa
gallina…eso me tiene preocupado.-
-¡Yo sé qué gallina era esa! Esa gallina era la que
acomodamos en la última jaula, entrando a mano derecha; La Negra Pata Verde. Esa mierda ponía un huevo aquí, después uno allá
y otro pa’ acá…, ponía huevos donde le daba la gana.-
-Riega los huevo.- Aseveró el gallero.
-Regaba.- Corrigió el joven con un tono de voz que
dejaba colgado cierto hálito de frustración.
- Tú no viste que yo me quedé callado.- Inhaló el
cigarrillo- ¿Tú me has visto preocupado? – Miró a su muchacho, aunque muy
tiernamente, como desafiándolo a que dijese que El Tigre no
podía ni pisar a una gallina más- Desordenada y no le había hecho nido. La
gallina ponía un huevo aquí…Después, antes de que tú vinieras de
vacaciones, Fanio le acomodó los huevos en un nido que le hicimos…-
-Tú vas a ver… te vas a acordar de mí, por allí
viene otro hijo del Tigre-
Aseveró el padre, aunque el joven lo veía con desconfianza.
-Yo vi un huevo aquí, otro allá… y los puse toditos
en el nido, pero no me consta que sean de esa gallina porque está La Marrana Flaca que también es así de desordenada-
- ¿Y a esa gallina quién la pisó?-
-El sobrino de Siete segundos.- Respondió el gallero.
- Si es que no son del Tigre,
los pollos no van a salir tan malos. Ese sobrino de Siete Segundos era un gallo bueno, regular mejor dicho, y la Marrana
Flaca es hija del Pinto
Trinitario, media hermana de
la Negra Pata Verde. No van a salir unos gallos de primera, pero puede
que salga alguito bueno. Pero, óyeme Fanio, tengo una sospecha. Ojalá esté en lo
cierto.Creo, estoy casi seguro de que por lo menos hay un hijo del Tigre y
la gallina Pata Verde por ahí. Sospecho de uno, todavía es un pollito,
pero le tengo el ojo puesto.- El viejo cierra un ojo, arruga el rostro y lo
señala con el dedo índice de su mano izquierda mientras inhala el cigarrillo.
Si fuese un juez su mirada estaría condenando al animal, pero no lo era así
que lo bendecía a su manera; en el pollito estaban depositándose las esperanzas
de cuatro generaciones de hombres y el animalito, sin saber lo que tenía
encima, sólo picoteaba y rasgaba la tierra de vez en cuando.- Es que lo veo y
hasta se parece al Pico Mocho; ¡Míralo! ¡Míralo Fanio! las patas verdes y los
muslos gruesos, igualito al Pico Mocho,y el tamaño, para lo que lleva de
nacido está bien.- Ya la mirada de los tres estaban posadas sobre el animal, y
esté escarbaba y pinchaba la tierra.- Ese tiene que ser una fiera.- Había
esperanza en su mirada, más que eso; una fe, y además de fe, ciega. Era un
gesto loco, como de desespero, y al gallero no se le escapó; había visto eso
antes en infinidades de partidas, en hombres que colocan la casa, la mujer, los
hijos y el culo bajo las patas de un animalito que, al fin y al cabo, sólo sabe
que por cuestiones de la vida tuvo la suerte de no terminar en una
beneficiadora avícola, en cambio obtuvo la oportunidad de morir luchando.
- Podría ser, aunque él es como Zambo. Pero todavía
no ha plumado bien.- Giró su rostro al viejo y dijo:
-Chucho, detrás de una mala viene una buena;
tenemos al hermano y el pollito que tú dices que es hijo del viejo Tigre y la
Pata Verde.- El gallero
observó de reojo al viejo, y éste, con un ligero movimiento, le entregó un
cigarrillo y un encendedor.
-A ese pollo, al que es como Zambo, en Septiembre
lo topamos y si se le ve sangre lo llevamos para una partida buena. Si gana lo
agarro pa´ padrote.-Extendió el
brazo para entregar el yesquero, miró su acabado y dijo:
-Este yesquero me lo regaló la Nena…-
-Pero qué vaina con lo de Pico Mocho. Y es que se
veía sano y fuerte... todo un cuarto bate- Murmuró el joven como tratándose de
explicar lo sucedido y sin prestar atención a lo que dijo su padre acerca de su
encendedor.
-Por eso uno no tiene que enamorarse mucho de las
cosas…- Le respondió el gallero con un mueca que quizás intentó tener un matiz
apaciguador, sin embargo, intimidó al joven. Después preguntó:
-¿Chucho y qué es lo que dice la talla en el
yesquero?-
-“No fumes…”. Eso es lo que dice…, es que la Nena
tenía unas vainas.- Por unos instantes se quedó como dubitativo, miró a su hijo
y volvió con lo de los gallos:
-En los últimos años hemos tenido gallos bonitos de
esa línea, y toditos se nos han muerto. Les da una vaina, como si les faltara
el aire o un ataque.- suspiró, se acongojó…, pero continuó:
-Y han echado unos peleones, ninguno ha perdido.
Hasta El Personalidad que era medio topocho y choto, se echó un peleón
con el Marañón aquél ¿Te Acuerdas Man?- El viejo aspiró su cigarrillo y miró a
su hijo como esperando que el muchacho dijera algo.
-Ese era un Gallo, pero un ¡Gallo! Le llevaba
veinticinco gramos al Personalidad.-Aseveró el joven en tanto se escuchaba el silbido
del aire que los cobijó con frescura mientras el viejo,bajo la sombra de una
mata de Pumalaca,
recordaba.
- Lo que pasó ese día se cuenta y no se cree…La
pelea estuvo buena, buena y arrecha.El Marañón era un gallo bravo, de los
gallos bravos de verdad, pero El
Personalidad entrandito lo dejó
ciego y cojo, y con todo y eso el coño’e madre iba pa’lante. Lo puso a Tres Bolívares, ¡imagínate tú...!Fanio, es
que si hubieses estado allí te da un infarto.- Realizó una pausa y, con la
mirada, buscó donde sentarse. Encontró un tambor, lo volteó y, con un
movimiento muy comedido, se sentó.- Cuando veníamos para acá, justamente
hablábamos de eso; nos acordábamos del peleón del Personalidad y le decía a Jesús Román que con El Tigre, El Pico Mocho y el hermano menor había gallos para aguantar la
vaina por un tiempo. Eso sin contar con los hijos del Tigre que
deben andar regados por ahí, no estoy contando el pollito que es medio Zambo
porque puede que sí, pero también puede que no sea.-Seguidamente colocó su mano
sobre la frente, aún sin soltar el cigarrillo, y agregó:
-… Y ahora se nos muere El Pico Mocho.- Colocó una mano sobre su rodilla derecha, la
sobó y dejó escapar otro suspiro.-
- ¿Y qué pasó con El Personalidad?- Preguntó el gallero.
- Un día estaba fino, medio tristón pero sano. Por
la tarde yo lo veo y le digo a papá: Viejo Chucho, ese gallo tiene algo. Lo
revisamos. Estaba bien, pero medio apagadito. El viejo Chucho me dijo que esas
eran marisqueras del gallo, pero había que tenerlo vigilado. Entonces lo
dejamos en la jaula y nos fuimos. En la mañana, cuando regresamos, lo primero
que hicimos fue ir a ver al gallo…-
- …Y allí lo encontramos, en la jaula echado.
Parecía un niñito dormido; acurrucado como si tuviera frío y muerto.-
Interrumpió el viejo.
-¡Muerto, muerto’e bola!- Exclamó el joven.
- Lo arrecho de ese gallo es que no tenía nada, ni
embuchado ni paro ni nada; estaba completamente sano. Y viejo no estaba, casi
era un pollo. La última pelea que se echó fue con un Zambo puerto riqueño hace
como tres meses antes de morirse.Ese Zambo venía de matar a otro. El Personalidad como era pequeño lo voltearon con ese gallo que era
más grande. En la pelea El Personalidad no se vio bien, pero ganó. Aunque yo pensé que le
iba a dar un paseo al Zambo como al de la otra pelea, y no.Le aguantó varios
hachazos que me asustaron, pero ganó. Cuando traemos al gallo le dije a Jesús
Román: El Personalidad no me pelea más, vamos a sacarle cría y después
vemos como lo acomodamos por allí.
- Y eso que lo abrimos y todo. Hasta el sol de hoy
no sabemos de qué murió- Repitió el joven.
- El gallito era bueno, lo único que le faltaba era
tamaño. En la última pelease echó 3:33 minutos, nos ganamos el tercer premio. El Personalidad, ¡Qué gallo más picaron en la vida! Y caminaba con
aquella elegancia. Se veía hasta cómico con lo chiquito que era y la altanería
cuando andaba por ahí como si fuera de la realeza.- El viejo posó nuevamente su
mano sobre su rodilla y dijo:
- Este dolorcito que me da en la rodilla es lo que
llaman el mal aristocrático.-
- ¿Y cómo es eso Chucho?-
-La Gota mi amigo, la Gota...-
-Coño, allí sí está jodía la vaina. Y yo que te iba
a invitar a un asado. El viejo carcajeó, disimuló lo mejor que pudo el dolor y
dijo:
-…Cuando tú veías al Personalidad andando por el corral lo que daba eran ganas de
cagarse de la risa- Concluyó el viejo en tanto que imitaba, aun sentado y con
el dolor en su rodilla, el andar del ave. Sus ojos, como rememorando lo vivido,
exhalaban un aire juvenil, sin embargo, inmediatamente su faz tomó un matiz
obscuro y agregó:
- Es que no sé si fue una culebra, un golpe, un parásito o no sé qué si la luna o una vaina rara, pero El Personalidad se nos murió. Y todas las crías que le sacamos se
murieron sin echar una partida.-
- Varios gallos se nos han muerto así. Y ahora El Pico Mocho. - Sostuvo el joven.
-Después de una mala viene una buena.-Insistió el
gallero.
-No, después de una mala viene una buena y después
una peor.- Corrigió el Padre.
-Así es. ¿Y qué se le va a hacer?- Se resignó el
gallero.
-Es que lo matamos entre todos. Es que un gallo de
esos cuesta criarlo. Chico, hasta uno le agarra cariño a los animalitos. Mira,
es que si se me muere peleando, coño no te lo voy a negar, da tristeza, pero se
muere en lo suyo; como un varoncito, pero que se me muera así, coño, eso si da
vaina.-
-Y justamente yo llamé al señor Daniel para hacerle
el comentario de que hay, por lo menos, un hijo del Tigre.-
-Pero al Pico
Mocho lo matamos entre todos, entre todos. Jesús Román me
decía a cada rato que no había visto gallo más arrecho.-
-…Y a mí no se me había ocurrido revisar la placa
de un gallo, y casualmente hoy se me antojó.- Confesó el joven.
-La casualidad es que son hermanitos, de padre y
madre. – Dijo el gallero.
-El Señor Daniel me dijo que le metió suero, lo
operó y le dio bicarbonato con aceite de Oliva.- Añadió el joven.
-Es que eso es lo que se le hace cuando un gallo se
embucha. Ese gallo debía tener otra vaina más…- Aseveró, indefectiblemente, el
gallero.
-Él me contó que el gallo estaba embuchado, decidió
abrirlo. Lo limpió y lo cerró. El gallo aguantó su operación y al otro día se
murió.-
-A mí me pasó igualito con un gallo Jiro que tenía.
A mí me pasó,y el gallo bota y bota agua…lo limpié y le abrí el pico, vi que
había como una vaina amarilla. Cuando le eché el bicarbonato y el aceite, botó
la vaina amarilla esa que era como un pus que tenía acumulado en el buche.-Sus
ojos ya no estaban en el presente, sino en algún sitio distante y triste, y su
voz se escuchaba como un susurro en una noche sin luna. Seguidamente se recostó
sobre el muro que franqueaba la gallera, su codo izquierdo se posó sobre el
borde y con su mano derecha metió el cigarrillo en la boca y continuó:
- …El gallo botó su vaina y parecía que se
recuperaba…A los tres días se me murió.- Se lamentó el gallero.
- Es que es así, cuando menos te lo esperas te
viene el coñazo…y duro.- Complementó el joven, luego agregó:
-Pero es que la vida es una vaina jodía; venir hoy,
decir que vamos a revisar ese gallo y llamo al señor Daniel para contarle de
que hay un hermanito hermanito, de padre y madre, del Pico Mocho y él me dice que se murió.- Permanece en silencio
un rato, observó al gallero y adicionó:
-A lo mejor se cuenta, uno cuenta esa vaina y la
gente dice; Coño, man, si eres hablador de paja.- Dijo el joven.
-Chucho, es que son animales tan nobles, pero tan
nobles, que hasta muriéndose te dejan algo; es como quién dice me fui, pero
quedó otro allí también.- Respondió el gallero. Luego añadió:
- Por ahí tengo otro hijo del Tigre. Es hermanito del Picho Mocho, pero de otra flaca y nada que ver. Los buenos
¡buenos!, son los hijos del Tigre y la Pata
Verde o La
Marrana Flaca.-
- Es que la madre es importante. Si tú, Fanio,
crías a un gallo sin la madre o con una madre mala, el gallo te sale mariscón.
¡Júralo, es así y vuélvelo a jurar! Es
arrecho, pero quien pone el carácter es la madre.-
- Y es verdad Chucho, nada más verdadero que la
misma verdad. Te doy toda la razón; muchacho sin madre es muchacho
descarriado.-
- Y para colmo se nos muere, también, La Pata Verde.- Se lamentó el chico.
-Lo de la Pata
Verde se puede arreglar, le ponemos los huevos a la Marrana Flaca y que haga de madre sustituta. Esa gallina ya
estaba vieja ¿Cuantos años es que tenía?- Preguntó el viejo.
- Ya estaba pasada.-Respondió el gallero.
- Ve lo que vamos a hacer…- Miró a su hijo, posó su
mano sobre su hombro y le dijo pausadamente:
- Man, llama a Daniel. Dile que aquí tenemos a otro
hijo del Tigre con
la Pata Verde, pero no le vayas a decir que se murió la gallina;
eso lo va a poner peor. Dile que tenemos otro hijo del Tigre y
que es igualito al Pico Mocho. Dile así porque, coño, yo sé cómo es él; ese va a
andar mal y por pena no se va a querer aparecer el viernes por la casa. Le
dices como para que se sienta un poco más aliviado, porque él sabe lo que
significa… lo que significan esos gallos para nosotros. Para que no se
mortifique tanto ni ande ofreciendo dinero. Yo sé que hizo lo que pudo, pero es
que esa línea de gallos es arrecha; salen gallos buenos, buenos de verdad, pero
se nos mueren y no sabemos de qué.- En eso le echó una mirada al gallero,
quizás indagando por una respuesta y obtuvo una negación muda.
-Ahora esos dos, los dos que quería de verdad. Uno
se murió y el viejo; el Tigre aún
le queda, pero…- Intervino el muchacho.
-Sí, Los dos gallos que son para él la panacea.-
Agregó el viejo. Luego dijo:
-Daniel para llamarme a mí, para decirme, estando
el Tigre aquí,
el papá, y decirme: Estoy llamando porque no quiero molestarlo, pero ese gallo
me sirve pa´padrote ¿Cómo le gustaría ese gallo? ¿Cómo le gustaría? Que se lo
llevó, aun con el pico chato. Y no lo agarró para padrote sino que lo metió en
una partida grande ¿Cómo le gustaría el gallo? y cazarlo en una pelea con 30 gramos menos y
tener la seguridad de que iba a ganar.-
-¿Cómo fue qué te dijo viejo Chucho?-Preguntó el
joven con una sonrisa apenas visible,y anegada por la tristeza, en su rostro.
- Me dijo: Primero se disculpó, coño yo le dije que
no se disculpara, pero ya sabía que venía con una vaina.- Tomó una bocanada de
aire y continuó:
-Después, me habló del gallo y que le iba a sacar
cría.- Detuvo la narración, aspiró su cigarrillo y exhaló el humo con tal
delicadeza que parecía no querer lastimar al aire y prosiguió:
- Después de hablar del gallo y de lo arrecho que
se veía, lanzó la bomba: Lo había metido en una partida grande, en una
encerrona con gente de real, real de verdad. Te voy a decir Fanio, yo sabía que
ese era un gallo, y bueno, pero la razón por la que no lo había metido en una
partida es porque de pollito, el mismo papá, le partió el pico. Eso es una
desventaja grande, y más en esas partidas que lo que llevan son gallos finos;
animales de casta. Aconsejé a Daniel, pero, el muy coño’e madre, estaba
enamorado del gallo. ¿Qué más podía hacer?-
- Y no se peló. Ese le ganó a un gallo Jabado¿Cómo
que era?-
- Un gallo Jabado de la gente de los Franes de
México, de esa gente...- Dijo el muchacho.
-Allí se jugaron los millones del mundo. – Afirmó
el viejo.-
-Sí, de los Franes. De la gente que no les importa
los millones.- Confirmó el gallero.Luego dijo:
- Esa gente pierden millones y como si no les
importara.-
-Porque no se los sudan, por eso.- Respondió el
viejo, seguidamente dijo:
-Ese gallo, a dos bolívares, le echó una picada y
le pegó un cielo y boca. El Señor Daniel se paró y me dijo; El Pico Mocho, ese gallo con el cielo y boca encima,escupía la
sangre como si nada; con arrechera. Es que era un varón y siguió, y siguió…, en
una lo agarró y luego; pam, pam y ¡Pam! Y cayó el Jabado arrodillado. Y la
gente se lanzó dentro de la gallera y se tiraron para levantarlo, pero el galló
picó y no se dejó. Y sacaron a la gente de la encerrona y El Pico Mocho le siguió dándole machetazos al Jabado porque el
coño seguía, y acostado, lanzando machete como loco. El Pico Mocho botó lo que le quedaba de pico, no tenía pico;
nadita de nada. Es que le daba, y le daba, pero no tenía pico…lo tenía listo,
hasta que el Jabado en una de esa dejó de lanzar machetazos y el Pico Mocho le
puso la pata encima del pescuezo, y así lo mató.-
-Yo digo: cuando los gallos son buenos se nota
cuando están caminando; lo hacen como con arrechera. A lo mejor fue eso lo que
vio Daniel.-
- A lo mejor eso sea verdad. Yo soy más a lo
práctico; prefiero toparlos, ver cómo andan de peso y los padres.También el
tamaño y como lanzan los machetazos y los hachazos. Fanio, en esto de los gallos
soy más cuidadoso que Daniel. Él es muy impulsivo.-
- Un día de estos le van a echar una vaina.- Añadió
el muchacho.
- Bueno Chucho, al hermanito aquí le vamos a coger
bastante y allá también. Ponte que salgan tres gallos buenos.-Dijo el gallero,
después pidió:
-Deja que yo le coja y después se lo lleva a
Daniel.-
- Sí, eso sirve, por lo menos, para dejarlo un poco
más aliviado. Él sabe lo que significan esos gallos para nosotros. Y sobre todo El Tigre que
en sus tiempos le ganó a un gallo, pero a un ¡gallo!,en el mundial de Puerto
Ordaz que, a según, había matado a nueve en fila.El Tigre caminaba engatillado y por eso al principio no me
convencía mucho. Ahorita es una flecha, pero ya está viejo. En sus tiempos no
había gallo que se le parara. Y con uno mansito.
-Esos gallos que son bravos, cuando uno los agarra
tranquilito…pero en cuanto ve a otro gallo, ese es otro cantar.- Dijo el
gallero.
-Ver ese gallo en sus tiempos era un espectáculo.-
Recordó el viejo.
-¿Y a cuántos había matado ese gallo?-Después de
contar mentalmente, y con ayuda de los dedos, el número de peleas dijo:
- Conmigo ganó cinco peleas y con papá, que en paz
descanse, mató a cuatro.-Reflexionó un tanto, como meditando, y adicionó:
-Mi papá le tenía un cariño a ese gallo, pero un
amor, una vaina de otro mundo.Recuerdo que en la última pelea del Tigre, y
desde el hospital y enfermo de a bolas con cáncer, el viejito Pancho me llamó.
Me acuerdo de que estaba en Maturín, y me llamó el viejo para preguntarme que
si había ganado en el mundial¿y cómo estaba el gallo? ¿Y cómo echó los
machetazos? ¿Y los hachazos? ¿Y en cuánto tiempo mató? Cuando le dije que nos
llevamos el segundo premio se echó a reír y empezó a decir: ¡Te lo dije, te lo
dije! Después siguió con la preguntadera: ¿Y cómo lo había curado? ¿Y con cuál
gallo había peleado? Y
por cada vaina que le respondía se echaba a reír. Es que me lo imagino;
mascando saliva y riéndose. Lo último que me preguntó que cuando se lo iba a
llevar para él echarle unas oraciones de protección.-
- Se preocupaba por los gallos.-El gallero sacó una
sonrisa tosca y de medio lado, luego echó otro escupitajo.
- Coño, lo de él y los gallos era una vaina casi
religiosa. Cuando los preparaba era una cuestión seria. Él mismo le montaba las
espuelas, no dejaba que nadie tocara sus gallos. Pero lo de él y El Tigre era
especial, era algo más y no porque haya sido un campeón en sus tiempos. Es que
desde que era chiquito el viejo me dijo: Chucho, ponle cuidado a ese.-
-Mi abuelo sabía su vaina.- Afirmó el muchacho.
Luego adicionó:
-Él se guiaba mucho por lo de la luna ¿Cómo es que
era la vaina viejo Chucho?-
-Coño Man, yo no sé bien cómo es la vaina. Pero eso
depende mucho de cuando plume el gallo y otras vainas más; supersticiones de la
gente.-
-Pero mi abuelo tenía un buen ojo pa´ los gallos.-
-Es que hijo, tantos años. Él ya se conocía a los
gallos, a los papás y abuelos. Sabía qué gallo era bueno y cuál había que sacar
de la escuadra. –Realizó una pausa. Miró las jaulas; a la generación anterior
de cada uno de los gallos que las ocupaba su padre había alimentado y cuidado,
y la misma gallera que construyó el padre de su padre con unos indios y ahora
le pertenecía a él, y en un futuro a su hijo-El viejo Pancho amaba a sus
gallos, los adoraba. Cuando un gallo ganaba él se lo traía. Lo traía contento,
parecía el propio guarichito un 25 de Diciembre. Se lo mostraba a todo el mundo,
pero cuidaba de que no lo tocaran mucho por la vaina del mal de ojo. Y cuando
llegaba a la casa se encerraba en el galpón, agarraba una botellita de
ron, suero,un poquito de algodón, hilo…, agujas y se
ponía, él mismo, a curar al gallo. Tenía una cajita especial. Eso para él era
un ritual, y nadie podía molestarlo. Le hablaba al gallo y lo consentía, le
molía el maíz y hervía, y luego la enfriaba, el agua que el gallo iba a tomar.-
- Viejo Chucho, ¿Cómo era que decía mi abuelo
cuando un gallo ganaba?-
- El agarraba al gallo, lo miraba a los ojos y
decía: ¡Gaño pa’ ueno, carajo!- Imitó el viejo la voz de su padre de una forma
casi cantada y muy pueblerina. Echó una sonrisa y continuó:
-Pero cuando se le moría un gallo o entablaba, o
ganaba pero venía medio malito. Le veías la tristeza en la cara. Acurrucaba al
gallo como si fuera un bebé y nadie podía tocarlo ¡Nadie, nadie tocaba su
animal muerto o moribundo! Ese, cuando llegaba a la casa, le limpiaba la
sangre, le curaba las heridas, le enjuagaba las patas, y, pluma por pluma, le
quitaba el polvo y cualquier vainita que tuviera. Después le echaba una oración
y unos palos de ron. Si se moría, él mismo le cavaba la tumba en el patio y lo
enterraba, buscaba piedras para que los perros no le hicieran una coño’ e
madrada.-
- Lo opuesto a Luis Fernández. – Dijo el gallero.
- Me suena, ese nombre me suena ¿Ese no será de
Carúpano, Cariaco o de por esos lares?-
-El mismito. Ese tenía un gallo bonito. Lo llaman El Costa…bueno,
lo llamaban El Costa,
perdió en el Lechón. Peleó aquí, después en tres encerronas con mil cada uno, y
cuatro veces más, y al final perdió con un gallo pataruco en el Lechón.-
-No Fanio. Corrígeme si me equivoco. ¿Pero ese no
fue al mundial y ganó el primer premio?-
-Sí, sí. Es verdad, peleó aquí, después tres encerronas,
cuatro veces más, el mundial y peleó con un güevón en el Lechón, y perdió.-
Chucho le extendió otro cigarrillo y se encendió el yesquero, el gallero acercó
su rostro a la lumbre y mientras prendía su cigarrillo, de refilón, pudo leer
la inscripción.
-Pero el gallo no era malo, el peo es que cuando
estaban montando los gallos, yo le digo compadre este gallo está sentido. Él me
dice que no le pare bolas y que lo arregle. Coño, yo lo arreglo, pero veo al
gallito como apagado.
-…Es que eso es mucho ¿Cuantas peleas se echó? –
-Diez peleas. Y cuando perdió, lo tiró en la
carretera.-
-Un gallo a lo máximo le doy cinco peleas y
dependiendo de cómo gane. Porque si lo veo sentido, o si no ha curado
bien…entonces no. Si es bueno pa’ padrote, si me sale regular lo regalo por
allí; a la gente de Pararí. La única excepción fue El Tigre,
pero es que ese era uno fuera de serie.- Aclaró el viejo.
- Desde ese día no le hablo más, eso no se hace.-
Repuso el gallero. Luego preguntó:
-¿Usted no mata?-
-No, yo no mato. No es porque no quiera, a veces,
cuando un gallo se huye, a uno le da como una arrechera. Pero es que, coño, esos animalitos son como hijos
de uno; uno los cría, los alimenta, los ve pollito, los cura y los manda a
pelear…coño, es mucha maldad matarlos cuando te pierden y quedan medio
vivitos.-
-Matarlos es una maldad, que se mueran en la
gallera; así sí.- Interrumpió el gallero.
- Yo lo que hago es que se los regalo a los
muchachitos de por allí si se me huyen, si pierden los curo y trato por todos
los medios de salvarlos. Porque eso pasa; a cada gallo arrecho siempre le sale
uno más ¡arrecho!
-Eso es verdad, verdaita.-
-En estos días un muchachito se pasa por el galpón
preguntando si no tengo gallo malo que le regale.Y le pregunto para qué…me
respondió que el último que me dio le ganó a uno en los Dantes.-
-Entonces el gallo no era malo.-
- Es que no era malo, es como te digo Fanio; a
veces le sale uno más arrecho…, y joven…, y fuerte… Entonces lo jode. Es como
todo, a todos nos toca.-
- También lo que sucede es que no son gallos
malos…sino que para ese nivel de partidas hace falta gallos recios y de casta,
sobretodo, recios de verdad. Y en los Dantes, es una gallera pequeña. Allá la
gente se reúne, hacen sancocho y juegan sus gallitos. Tampoco es una vaina del
otro mundo.- Dijo el muchacho mientras el sol, el mismo que despertó rozagante
y en su momento altanero, enmudeció no sin antes dejar su rastro dibujado en el
horizonte como el quejido mudo, y enamorado, de un náufrago sin su orilla.
Entonces el viejo se percató que ya era tarde y con una de esas miradas que lo
dicen todo, pero a la vez nada,dijo que ya debían coger camino.
-¿Entonces quedamos así?- Preguntó el gallero.
-La Marrana Flaca a madre sustituta, no se le dice nada a Daniel
hasta el viernes que llegue a la casa, El
Tigre como a una señorita y el ojo puesto al hermano y al
pollito que se parece al Pico
Mocho.-
-Eso es correcto.- Extendió su mano al gallero,
luego se dirigió a su hijo:
-Man. Acuérdame, mañana temprano antes de venir a
la gallera, de ir a comprar unas lauritas y jazmines para la Nena.-
-Lirios, viejo Chucho, lirios; Se llaman Lirios no
Lauritas¡qué vaina contigo, ya estás Chocho!-
- Como sea, acuérdame y le decimos a Ednia. –
-Sí, de paso limpiamos la vaina. En estos días fui
y estaba medio sucia; el monte estaba quemando la grama y había mierda de
pájaro por los lados... y también se había robado las flores que tú y mamá le
dejaron la vez pasada. Le formé un peo al administrador, uno paga para qué…-
-Bueno Man, tú sabes que como no es de ellos no les
duele.- Miró al gallero y continuó:
-No sé a dónde iremos a parar, la gente ya no
respeta ni a…- El viejo calló y como pudo, y con la ayuda del gallero, se puso
en pie. El muchacho también, dispuso el saco de maíz junto a los otros que
habían comprado. Se estrecharon las manos, se despidieron y el viejo dijo:
-No te descuides con el hermano y el pollito.-
-Y a todas estas Chucho ¿Qué nombre le pondremos al
pollito?-
-Será El
Mesías- Intervino el
muchacho.-
-Pues será. Aunque lo vi echándole machete al
suelo, como que le picaba el pico- Dijo Chucho.
- Coño sí, también me di cuenta. Será El picoso-
Sentenció el hijo y acompañó a su padre a la salida.
Apenas se marcharon el gallero comenzó su faena: regó los envases de agua en
cada jaula, revisó a los gallos por si alguno estaba medio enfermo, molió el
maíz y a cada gallo le dio su porción, además, revisó que no faltara ningún
pollito, armó la trampa para ratas y echó veneno para los rabipelados, contó
los huevos de todas las gallinas y pesó a dos pollos que estaban listos para
ser topados. Entonces, ya entrada la noche y justo antes de apagar las luces
del galpón, le echó una última ojeada a todo; observó a los pollos acurrucados
en la mata de Pumalaca, a las gallinas con sus huevos en sus nidos, a los
padrotes y los pollos que faltaban por plumar en sus jaulas y, cuando se
cercioró de que todo estaba en orden, cerró la puerta.