Martha le pegó una mamada a Luis a los trece
años porque no soportó la presión social y la presión de Luis, su insistencia y
su mal humor; eran novios (lo que eso signifique a los trece años, en 1999).
La cosa sucedió una tarde
después del colegio, en el garaje de la casa de Luis. Luis había insistido a
Martha durante toda su relación (y poco antes), que duró, en total, tres meses
y medio. Le amenazaba con decirle a todo el mundo que lo había hecho, si no lo
hacía. Una cosa absurda, pero muy importante a los trece años, cuando se vive
en el enorme infierno del mundillo estudiantil. Martha nunca había sido
considerada una inmoral, y si Luis esparcía el rumor de aquello… A cambio de
hacerlo, Luis prometía guardar el secreto. No era un trato justo, pero es lo
que había y Martha debía decidirse. La paciencia de Luis estaba a punto de
reventar.
La situación era tormentosa
para Martha. Cada salida con Luis terminaba de rodillas, frente al pene de
Luis, y Luis acercando esa cosa cada vez más, y ella, resistiendo, apretando
los muslos de su victimario, volteando la cara lo más posible y rogando que le
brindase un poco más de tiempo.
La situación también era
tormentosa para Luis. Cada salida con Martha terminaba con el pene de fuera ¡y
unas ganas! Martha podría ser menos mojigata, después de todo no le estaba
pidiendo que matase a alguien, o que se picase los ojos con agujas. Tan solo
una chupada, Dios.
Cuando finalmente lo hizo, no
estaba decidida. Lo hizo bajo el influjo de la presión. Luis nunca había
utilizado la fuerza, ni podía decirse que fuese un mal sujeto, pero es bien
cierto que del colegio era de los más fornidos y populares. Su sola presencia,
de pie, frente a la frágil Martha, en cuclillas, era suficiente para
intimidarla. Temía que Luis reaccionase con violencia a la negativa.
Ahora bien, es cierto que
Martha podía salir de aquella mala pasada en un abrir y cerrar de ojos. Bastaba
que dejase a Luis, que le mandase al Diablo. Pero en esto había otro tipo de
presión. Martha nunca había sido del todo popular, y ahora era la novia de un
chico con popularidad. Desde que se ennovió con Luis, Martha pudo hacer amigos
y amigas con facilidad. Incluso, comenzaron a respetarla, o al menos, a saber
que ella existía y tenía sueños y opiniones como el que más. No estaba
dispuesta a perder esa posición en la sociedad. No ahora que le invitaban a
fiestas y era amiga de Laura, la chica más popular, a la que admiraba (casi
idolatraba) porque tenía una perforación en la nariz y usaba colorete. Debía
mantener su relación con Luis lo más posible, y al mismo tiempo, resistir lo
más posible a hacer aquello que no deseaba hacer. Sería una situación
complicada para cualquier con muy poco criterio y personalidad; es decir, para
casi cualquier adolescente.
Siendo así, llegó el momento
en que ya podía poner más pretextos. El tiempo se había agotado.
2
Laura siempre fue considerada una chica
inteligente, aunque en 1999 los psicólogos comenzaron a poner en tela de juicio
la inteligencia y comenzaron a catalogarla. Esto dejaba a Laura en un lugar no
menos privilegiado, pero sí, más intrigante. Ya no podía decirse que Laura
fuese inteligente, sino apta. Apta significaba que era hábil para
desenvolverse, como un animal. Como un tiburón. Un tiburón no es precisamente
inteligente, pero es el rey. Posee un instinto nato para sobrevivir. Así era
Laura según los psicólogos de la década.
Sea
como fuere, es cierto que Laura era inteligente (o apta). Se había granjeado la
admiración de la comunidad estudiantil sin necesidad de exhibirse o ser
inmoral. Es decir, Laura era la chica con más experiencia teórica sobre temas sexuales, pero nadie, nunca, jamás, la había
mirado o se había enterado que ella mantuviera aquellas prácticas. Esto es lo
que diferenciaba a Laura del resto. Si una chica mantenía relaciones sexuales a
los trece años era señalada. De dónde adquiría Laura su conocimiento, era un
misterio para las masas, que desconocían la no sorprendente fuente de Laura:
los hombres mayores.
Laura
había tenido al menos cinco novios mayores, algunos simultáneamente, con los
que se acostó y se acostaba con regularidad. Les llamaba novios, pero para
ellos Laura era únicamente una lolita más, alguien con quien hacer el amor
cuando se está harto de la mujer. Laura no aceptaba esto (aunque lo sospechaba
en el fondo). Prefería cegarse a la fantasía de la princesa. Los mayores le
trataban como a una princesa, o como lo que Laura suponía que es tratar a una
princesa: comidas en restaurantes seudoelegantes, regalos medianamente caros,
ofrecimientos a viajes por el mundo (que siempre debía rechazar porque tenía
trece años), reuniones en casas elegantes, bebida, y hasta la posibilidad de
drogas a las que Laura consideraba muy graves.
La
fuerza de atracción de Laura provenía de esta segunda vida. Era inevitable.
Acostarse con mayores a los trece años te dota de un poder inexplicable,
superior y perceptible a la intuición. Laura irradiaba seguridad. No iba a
intimidarse ante cualquier chico de colegio.
Laura puso especial cuidado
en Martha desde que ésta comenzó su relación con Luis. Lo hizo porque salir con
él la ponía en un plano superior a cualquier otra chica que no saliese con
alguien, o que saliese con algún impopular. Ahora Martha podría ser una nueva
chica experimentada. Incluso, públicamente más experimentada que Laura, pues
aunque Laura era la reina, no podía decir que sabía de qué hablaba estando
soltera.
El
acercamiento sorprendió a Martha. De una semana a otra todos los chicos del
colegio le miraban de un modo distinto, le ayudaban a tareas tan
insignificantes como recoger un lápiz, le invitaban a fiestas, la frecuentaban
en el colegio y le preguntaban cosas.
Con Luis como novio y Laura
como amiga, la vida de Martha se volvió más reconfortante, más ventajosa y
hasta más interesante. Las chicas preguntaban a Martha si ella Luis se habían
acostado y Martha contestaba vagamente, dejando a la imaginación de cada una lo
que desease. Aprendió rápidamente que esto calmaba y acrecentaba las ansias de
las chicas mucho mejor que decir sencillamente que no, e incluso decir que sí. Se
dejaba mirar con Luis cogidos de la mano, y todas las chicas murmuraban.
Sin embargo, cuando Luis la
llevaba a casa, el rollo del sexo oral comenzaba de nuevo. Luis era muy
insistente, tenía claro su objetivo y no iba a permitirse fallar. Martha estaba
atrapada entre la sociedad y ella misma. No deseaba hacerlo, no deseaba que la
gente se enterase (una cosa era jugar con la imaginación de las demás y otra
esparcir que a ciencia cierta, Martha era una inmoral), no deseaba perder a
Luis, no deseaba decepcionar a Laura.
3
La única en que podía confiar era Laura. ¿A
quién más si no a ella podía confesar su fechoría? Laura era, en todo caso, la
única con entendimiento suficiente para hablar de un tema así sin asustarse o
sin juzgarla.
Laura escuchó con oído atento
cada una de las palabras del relato de Martha. Supo disimular su entusiasmo y
morbosidad tras un velo de fingida confianza y compresión. Laura, por supuesto,
había hecho lo que Martha decenas de veces, pero le motivaba escuchar que Martha,
una chica moral, había caído en eso que su moral juzga como pecado.
Martha se confesaba ante
Laura como quien confiesa un asesinato. Describió el acto como un acto impuro,
asqueroso; juró no haberse permitido ningún placer, y hasta aseguró haberlo
hecho por miedo a las amenaza de Luis de contarlo. Casi se echa a llorar cuando
Laura preguntó si se lo había tragado y tuvo que responder, pasando saliva, que
sí, se había tragado la cosa de Luis. Laura no pudo contener una carcajada.
4
Aquella noche, Martha durmió un poco más
tranquila. Había desahogado su más oscuro secreto, y había cumplido,
finalmente, el capricho de Luis. Ingenuamente pensó que todo había acabado.
Como si las ansias de Luis se esfumasen con un solo acto. No imaginó que en
adelante, Luis querría que aquello se repitiera una y otra vez, cada vez con
más frecuencia. Había arrojado leña al fuego, un fuego que duraría por lo menos
cuarenta años encendido, independiente a Martha. Un fuego que duraría lo que
dura la sexualidad de un hombre.
Sin
embargo, lo peor vino después, al día siguiente, en el colegio. Las miradas de
las chicas y chicos para con Martha comenzaron a cambiar. Martha no sabría
expresar qué tipo de miradas eran aquellas que la asechaban todo el tiempo.
Sospechaba que las provenientes de las chicas eran de desaprobación, y las de
los chicos, de aprobación.
El
colmo, ocurrió cuando, estando con Luis, sentada sobre su hombro, en una banca,
un grupo de chicos pasaron frente a ellos y a modo de burla se llevaron el
pulgar a la boca. Martha quedó estupefacta.
Luis
no se espantó, ni se enfadó. Sonrió y les mandó de regreso el ademán de amor y
paz. Martha volteo a verlo y le preguntó qué significaba todo eso. Luis alzó
los hombros, dijo que no lo sabía, pero daba igual. Para Martha no daba
igual. Ella había entendido perfectamente aquellos ademanes, no era posible
porque Luis había jurado que si ella cedía, él… Se lo preguntó directamente. Le
preguntó si había faltado a su promesa.
5
Tras un interrogatorio persuasivo, que duró alrededor
de tres o cuatro días, finalmente, Martha declaró inocente a Luis. Ocupó todas
las técnicas de manipulación femenina que conocía, o intuía, pero no logró
vislumbrar en Luis la menor señal de mentira. Luis había tenido su parte y no
tenía sentido que perdiera aquellos placeres por una estupidez. Y aunque, a esa
edad (y en general) los hombres suelen ser muy
estúpidos, era muy pronto para que Luis se destapase. E incluso, si lo
hubiese hecho, tendría bien amenazados a sus confidentes sobre el asunto, y no
les permitiría que anduviesen esparciendo el rumor, y menos en sus narices.
Sólo
había una salida al laberinto. Martha no podía creerlo, o no quería creerlo.
Laura, después de todo, no ganaría nada con… y además, ambas eran chicas. Se
supone que entre chicas… Laura era la única en que podía confiar.
Se
plantó frente a ella y se lo preguntó directamente. Laura ni siquiera la miró.
Dio media vuelta y se largó, meneando el culo, ¡ese culo de zorra!, pensó
Martha, y dejándole con la palabra en la boca. A su lado, tomadas del brazo,
iban Rebeca y Dulce, las dos compinches de Laura. Ninguna le miró siquiera. No
se hablarían más. No ahora que Martha es una inmoral, y todos lo saben.
woow amiga que increibles historias haces me exitan y me mantienen pegado a la compu y luego pienso en ellas todo el dia!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarLa expresión "le hizo una mamada" ya en la primera línea. Parece que hacer literatura contemporánea consiste en esencia en ésto
ResponderEliminarBuenísimo, felicidades!
ResponderEliminarMe encanto!!
ResponderEliminareroticamente te doy un diez............
ResponderEliminar¿ Significa que es mejor hacerlo con hombres grandes porque son más discretos? o ¿Significa que la sociedad condena sólo los actos sexuales de las mujeres? ¿ Que no haya que contarlo a nadie? ¿ Que aparte de los posibles inconvenientes que podría suceder al practicar sexo desde temprana edad uno de ellos es la deshonra? Y, sobre los hombres grandes con los que solía tener relaciones, eso es estupro ( Es tu problema si te agarra un padre trastornado y violento, y después la justicia , claro.) No me pareció delicada la narración, fue como ver un capitulo de Glee.
ResponderEliminarLa literatura siempre ha reflejado la lengua actual. No es un síntoma de la literatura contemporánea. José Agustín, Henty Miller, Bukowsky, Irving W., Se ha hecho desde siempre, Quizá falta leer más antes de juzgar a los contemporáneos...
ResponderEliminarq meage una ja
ResponderEliminarufff buenisima, saludos.
ResponderEliminar¡Escribes bien! O bueno a mi me gustó y bueno en esa época era más difícil decir eso de las relaciones sexuales. Felicidades :)
ResponderEliminar¡Éstas son mamadas! No es crítica, es descripción.
ResponderEliminarEs una mamada (literal), pornografia escrita, es algo bajo e niveles de fondo aun en la literatura erótica, no se Marquez de Sade tiene mas clase y filosofia al decir: "el dolor causa placer, y el placer causa dolor"...bella forma, pero dificil decir si es bueno por la forma por la manera encadenada en que se maneja el morbo
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