Texto por: Tai O´farrell.
El cigarrillo me relajó más de lo pensado. Me recargue sobre las
protecciones del balcón, dándole la espalda a la singular vista. Encendí otro
cigarrillo y me mantuve a la expectativa, minutos más tarde, se abrió la
ventana de aquel departamento, emitiendo un sonido bastante agudo al chocar el
cristal con la pared. De forma poco ortodoxa, pude notar que alguien salía con
cierto cuidado, mostrando sólo la cabeza, mirando de izquierda a derecha en
repetidas ocasiones, denotando nerviosismo al percatarse de mi presencia, que a
pesar de lo ocurrido, no dudó en salir al instante.
Mis recuerdos en ese sentido, son más
nítidos que cualquier otro, de modo que, mi mente es capaz de revivir,
incluso los detalles más simples. Lo saben todo sobre la chica que salió por la
marquesina de aquel departamento arruinado, para quedarse por siempre, bajo el
abrigo de las decisiones más importantes de mi vida.
La noche en definitiva, contrastaba con su atuendo. Parecía incluso que
tenía la total intención de mostrar el aspecto más desalineado posible, sus
vaqueros deslavados, y la sudadera de algodón café que parecía tres tallas
mayor, lo evidenciaban. Su peinado siempre fue el mismo desde que la conocí, se
había hecho una cola de caballo, y dos mechones le cubrían sus orejas, de
cierto modo, lograba resaltar el castaño oscuro de su cabello, sobre todo,
cuando su fleco y sus mechones eran mecidos por el viento de manera uniforme.
Mis ojos observaban cada movimiento, por algunos lapsos creí perderme
contemplando el color de su piel, tan blanca como la espuma, dejando al
descubierto mi asombro y el choque de ideas con mi subconsciente, debido a que,
no entendía como una chica con un perfil tan simple, lograra captar mi total
atención a un grado tan obvio.
Pude notar que de igual forma, sus ojos me miraban con cierta
curiosidad, me estudiaban de arriba abajo.El rubor que transmitía su cara desaparecía
cada segundo, aclarando el panorama de un posible acercamiento, que tras unos instantes, mantuvo una sonrisa
firme, precedida de unas palabras irónicas para romper el hielo.
-Lo has escuchado cierto –resaltó- quien no lo haría.
-Tienes razón –agregué- pero no tengas cuidado, no he puesto atención.
-¿Ves al tío que acaba de salir? –exclamó, al tiempo que señalaba la
puerta de su edificio- pues desde hoy,
es mi ex novio .
-Vino por una caja de herramientas que me dio a guardar hace un mes,
pero creo que su única intención, era la de causarme problemas, como sea, he
tenido bastantes gracias a él.
-Por donde se mire, tiene pinta de ladrón – concreté, exhalando el humo
del cigarrillo por la boca.
-Así que ahora tu eres el nuevo inquilino, vaya cosa, que lujos te das.
Déjame adivinar ¿estudias arte en una facultad de la universidad europea
cierto?
-Acertaste en la universidad –respondí- pero no es arte lo que estudio,
sino ingeniería civil.
-Eso es impresionante, no sólo rentas un piso lujoso, sino que también
estudias en la mejor universidad de Madrid. Yo en cambio, divido el alquiler
con una compañera, rentamos una ratonera que parece caerse a pedazos, sobre
todo, cuando pasan los camiones de carga por el vecindario, no sólo eso, me
matricule con grandes esfuerzos en la universidad complutense, que seguramente
para ustedes, sería lo mismo que pisar un rastro.
-Sin embargo, fue la más accesible que encontré para estudiar
comunicación. Quisiera ser locutora o actriz de doblaje, sé que es raro que
alguien sensato se incline por tal cosa,
pero es algo que decidí desde que tenía siete años –asintió-
-Yo en realidad quisiera ser cualquier cosa, menos lo que estudio mi
padre – añadí- pero creo que lo mejor de estudiar lo que quieres, es que no
pesan tanto los sacrificios, si es que realmente se le pueden llamar de esta
forma.
-Tienes razón, por lo pronto, ya no ocasionare más problemas. De hoy en
adelante, puedes dormir tranquilo y yo también, sólo espero que la próxima vez
que nos encontremos, no tenga que pedir disculpas, por cierto, soy Natalia
Amaya, gracias por no molestarte debido al desorden ocasionado –señaló,
mientras estrechaba mi mano con más confianza.
Le di mi nombre y le devolví el saludo. Sabía que tal encuentro, sólo
era el inicio de varios eventos establecidos, que una parte importante de mi
deseaba que pasaran. Pude expresarle con toda seguridad, que podía contar
conmigo si necesitaba mi ayuda, no se trataba solamente de ser cortes, sabiendo
que el destino no es algo en lo que un hombre de cálculo base sus expectativas,
pero incluso quien vive planeando, sabe que hay sucesos que son inevitables,
como la noche y el día, o la astucia de alguien que ve en un motivo, la
oportunidad perfecta para ser buscado.
Puedo recordar a Natalia como una mujer llena de energía, vivía siempre
al límite de sus capacidades, sumergida en empleos de medio tiempo para
solventar sus gastos, marchando a paso firme para no permitirse el
fracaso. Cada lunes y miércoles,
trabajaba como camarera en un bar, cerca
de la plaza de Neptuno, y los fines de semana, era parte de las chicas guía de
un zoológico muy conocido en la zona de huertas. Donde tenía que llevar por
seis horas, un traje bastante peculiar y llamativo, que en este caso, podía
tratarse de un león, un delfín o un panda, muy similares a un cosplay,
resaltando sus curvas de una forma muy incitante y sugestiva. Lo que me hizo
pensar en las verdaderas razones por las cuales, muchos padres solían llevar a
sus hijos, de cualquier modo, tal vez no fue la chica más brillante que pude
conocer en ese tiempo, pero luchaba por sus metas, más que cualquier otra
persona que me rodeaba. Su fuerza, la
describí siempre como inmensa, aclarando siempre cualquier duda que aquejara mi
razonamiento, no era complicado, su voluntad hacia brillar su entorno, incluida
su naturaleza misma, de tal manera, que podía cautivar hasta los espacios más
rígidos de mi alma.
Los días pasaron parpadeantes hasta llegar al fin de semana, en un
intento por cocinar, noté que mi nevera se encontraba casi vacía, sin embargo,
no era lo único que se agotaba en mi departamento, tanto la comida como los
productos de limpieza se quedaron en blanco. Resalté con esmero la frustrante
necesidad de una visita al supermercado, donde parece que el tiempo sólo
transcurre afuera, desperdiciando una tarde prominente, que pude aprovechar
disfrutando de mis actividades cotidianas.
La calle estaba desierta. Supuse también que la avenida principal se
encontraba libre, no se escuchaba el ruido de los autos circular con vehemencia
por la pista, que a menudo solían inmiscuirse en los embotellamientos, sólo se
hacía más afín el sonido de las hojas al impactarse contra la acera, o que a su
vez, eran barridas por el viento. Los arboles también eran azotados, incluso
los más grandes, que parecían estar enredados entre los cables del alumbrado
público. Mis ojos lo registraban todo con cautela, la inercia del momento me
impedía dar un sólo paso. Pude permanecer de tal forma por un tiempo
indefinido, hasta percatarme de la presencia de Natalia, se encontraba
recargada en la puerta principal de su edificio, sus manos se apoyaban sobre
los barrotes de la entrada, por un instante creí que ella colapsaría, así que
corrí en su ayuda de inmediato.
-¿Puedo ayudarte? –exclamé mientras sujetaba su hombro con firmeza.
- No te preocupes, estoy bien, es sólo que estos últimos días he
trabajado demasiadas horas extras, necesito un buen descanso y una buena
comida, eso es todo.
-En ese caso ¿Por qué no me acompañas? Hay un lugar que tiene justo lo
que necesitas, déjame invitarte esta vez, no acepto objeciones –expresé,
mostrando una sonrisa de oreja a oreja- ¿Qué dices?
-No tienes que hacerlo, bastante has hecho con no molestarte antes, no
tengas cuidado, yo estaré bien.
-Quiero hacerlo, tal vez así me invites en otra ocasión y tengamos un
motivo para vernos después, por lo pronto, la comida corre por mi cuenta hoy
–insistí extendiendo mi mano, para saber si estaba de acuerdo.
-Está bien – asintió, tomando mi mano y desviando la mirada- sólo
estaciono a mi compañero de viaje – concluyó, al tiempo que señalaba su
bicicleta.
No logré comprender al instante, como una vieja BMX pudiese convertirse
en algo valioso para alguien, pero supuse que el valor sentimental, es un
significado completamente diferente al aspecto que adquieren dichos objetos,
que no siempre van de la mano, pero que sin duda, hicieron cuestionarme la
razón por la que semejante chatarra siguiera en circulación, y más sorprendente
aún, que soportara el peso de una persona sin desarmarse.
Abordamos un taxi cerca de la avenida principal, que nos llevó a la ruta
móvil del circuito. Podíamos observar la desviación del rio de manzanares, y
enmarcado en la ventana hacia la vista del chofer, se postraba ante nosotros la
majestuosidad del estadio Vicente Calderón, plagado de anuncios espectaculares
en sus columnas superiores, haciendo imposible avanzar sin verlo.
Seguimos en línea recta hasta pasarlo un poco de largo, donde iniciaba
la zona de restaurantes extranjeros, y una distribuidora de autos japoneses.
Pudimos disponer de diversas opciones, pero el lugar estaba decidido, nos
dirigimos al mismo restaurante argentino donde solía comer con mis amigos,
después de apoyar a nuestro equipo en el estadio.
El lugar no era gran cosa. La distribución de las mesas trataba de hacer
el área lo más espaciosa posible, de modo que, pudieran resaltar las paredes de
ladrillo rojo, que a su vez, se encontraban repletas de cuadros en óleo con
figuras de diversas frutas, y fotografías que mostraban los cambios generacionales
que había sufrido el establecimiento desde su fundación, todo siguiendo la
línea de cierto orden, no sólo por los muros, sino también por los lugares del
extremo, que presumían sus asientos de piel conun color contrastante al de las
mesas, colocados solamente en el pasillo de las ventanas, por donde se podía
observar un arreglo de plantas artificiales, que ocupaba todo el largo del
cristal hasta la entrada. No era un lugar diferente al resto, pero quizá la
única razón de mi preferencia, era simplemente por su calma.
Avanzamos evitando las mesas del centro, hasta ocupar un lugar en la
fila del extremo. Teníamos una vista envidiable del circuito, que más bien,
parecía una pista de carreras observada desde un palco a corto alcance. Una
lámpara de cristales templados colgaba del techo, Alumbrando de forma muy tenue
el centro de la mesa, llamando la atención de Natalia, junto con el arreglo de
flores artificiales que resaltaba a través del cristal.
-No me he equivocado en lo que dije antes –Afirmó Natalia- Joder, que
vida te das.
-No es gran cosa, podría decirse que vengo aquí con mis amigos porque
odiamos los lugares concurridos, a excepción del Estadio claro, aunque la
música no es del todo buena, la carne si, y eso es lo que importa – Comenté.
-Cierto, sin mencionarlo me doy cuenta que eres seguidor del Atleti,
vaya decepciones se han llevado últimamente.
-Tal vez, pero confió en que vendrá la nuestra el próximo año, por
cierto ¿Tú sigues a un equipo de cerca? –Pregunté.
-No realmente, el Futbol no es lo mío, pero como a toda chica, nos
llaman la atención algunos jugadores, por ejemplo, me gusta Raúl del Real
Madrid, o cuando jugaba Simeone en el Atleti, por nombrar algunos.
-Esto es inaudito, de verdad te gustan los que tienen pinta de ladrones
–Reí en tono de broma.
-Creó que tienes razón –asintió, mientras reía por el comentario.
El mesero trajo nuestra orden, sirvió la arrachera con papas que solía
pedir siempre, mientras Natalia se había decidido por un fiambre, otro empleado
nos llevó una ronda de cervezas por cuenta de la casa, que al mirarme nos
dirigió un breve saludo, evitando preguntar por mis amigos, seguramente al
atribuir que me encontraba en una cita, de cualquier modo, para ellos solo se
trataba de una disputa puntual por la propina.
-¿Esté lugar siempre está en calma como hoy? –preguntó Natalia tras
reflexionar un instante.
-Podría decirse – respondí- Normalmente la convivencia aquí es más
privada, todos parecen centrarse en su propio mundo, tanto, que da la impresión
de que nadie gira su vista hacia otras mesas.
-Tienes razón, y respecto a los
lugares concurridos que odias ¿Seguramente te refieres a los bares, cierto?
-Sólo algunos. Disfrutó mucho de la música a todo volumen, pero de
verdad, odio los gritos exagerados de los borrachos, sobre todo, cuando el lugar
esta infestado de esa gente. Los sonidos de sus desmanes se mezclan
directamente con los de la música, haciendo imposible escucharla libremente,
después de eso, sólo resta estar alerta por si a un idiota se le ocurre
inmiscuirte en una pelea, y no es precisamente la clase de diversión que me
planteo para aprovechar una noche.
-Entonces odiarías visitar el bar donde trabajo, para colmo, los
primeros tres días de la semana. Lo visitan personas de todo tipo, pero por
fortuna, no me ha tocado atender a los indeseables, aunque sería bueno que
visitaras en alguna oportunidad el Zoológico de Huertas. Yo puedo ser tu guía
autorizada, aunque sólo sea los fines de semana.
-Nada me encantaría más que ver tu disfraz de chica guía, incluso más
que visitar a cualquier animal –comenté de repente – Teniendo en cuenta, que
una vista a Huertas no estaría nada mal.
-Esos trajes te hacen ver ridícula, no sé cómo a mucha gente le puede
gustar algo tan poco imaginativo, sin embargo, tenemos que llevarlo puesto por
seis horas, como sea, es mil veces mejor que el trabajo en el bar, por cierto,
quiero agradecerte que me hayas traído aquí, no tenías que hacerlo, seguramente
habías hecho otros planes y me siento mal por eso –agregó con cierto rubor en
su rostro.
-Es todo lo contrario –repliqué- hoy estaba destinado a quedarme en
casa, quizá tenga planes con mis amigos mañana, pero desgraciadamente este día,
sólo me esperaba una angustiosa visita al supermercado, desperdiciare toda la
tarde formado en una fila interminable esperando mi turno.
-Yo puedo acompañarte, tu haz hecho estopor mí, lo menos que puedo hacer
es compartir ese aburrimiento contigo, podemos leer en voz alta las revistas de
chismes que están regadas en el mostrador, yo lo hago en estas situaciones, y
de alguna forma, eso hace que la gente avance más rápido –concretó tras
terminar su cerveza.
Pude imaginar la trascendencia que podía significar la compañía de
Natalia, mis ojos registraban cada gesto en todo momento, tratando de entender
las razones por las cuales, sentía una atracción diferente y en peculiar
ascenso hacia ella, sin duda era una chica hermosa, cualquier persona en el
mundo sería capaz de distinguirlo, no cuestionaba una opinión obvia, pero sabía
que mis motivos iban más allá de la percepción, de cierto modo, su presencia
llenaba cualquier fragmento de mi inestable voluntad, con una fuerza
indescriptible, y es precisamente la fuerza lo que hace a cada historia
diferente.
La tarde como el resto del día, pudo pasar sin eventos peculiares que
destacar, después de la comida, hicimos fila en el supermercado, formados
incluso para tomar un producto de cada pasillo, mientras llenaba el carrito de
cosas que ni yo mismo entendía su uso. Natalia sacaba la mitad y se me señalaba
lo indispensable, no podía dejar de reír con sus palabras <<hombres,
siempre llevan todo, menos lo que realmente necesitan>> Me explicó de
manera precisa, la forma de distinguir la calidad de cada producto. Una
cuestión que discernía en lo absoluto del precio, pero que en su caso y el de
muchos estudiantes de su edificio, era fundamental en su economía y control de
sus gastos. Tal vez mi atención a sus palabras no era la adecuada, pero había
entendido que escucharla era lo menos importante cuando se tenía ese par de
piernas.
Creí observar la puerta de mi habitación, se encontraba entreabierta y
filtraba un pequeño y opaco rayo de luz hacia los límites de mi cama, no podía
ver ninguna otra cosa a mi alrededor, aquel leve reflejo, parecía convertirse
en un umbral inmenso a medida que abría los ojos desesperadamente, por un
instante me vi atrapado sin ofrecer resistencia, hasta notar que se trataba de
un sueño interrumpido por los secos golpes que recibía la puerta de mi
departamento. Encendí el intercomunicador y pregunte quien tocaba, se trataba
de David, sostenía una caja de cervezas con una mano y daba la impresión que
llevaba algo de tiempo esperando. No me sorprendió su visita, pero si saber que
me había despertado a mitad dela tarde.
Era la primera vez que me visitaba desde que me mude al barrio de
manzanares, el motivó fue el detonante principal que se haría costumbre con el
tiempo. Decidimos reunirnos en mi piso para seguir los partidos del Atlético de
Madrid, cada vez que jugaban de visita. Más allá de alentar a nuestro equipo,
cuando este se encontraba fuera de casa, aprovechábamos cada espacio, para
actualizarnos de los problemas o inquietudes que tenía cada uno, ya que gracias
a los horarios y actividades que nos deparaba la Universidad, hacia muy difícil
encontrarnos y sobe todo, disponer del tiempo suficiente para charlar.
-Joder hombre, que siempre he sabido que nadie duerme más que tú, pero
esto es nuevo, pareces el velador del edificio –dijo David a modo de broma.
-Creo que me he pasado toda la noche y madrugada pensando –exclamé- ni
siquiera recuerdo haberme quedado dormido.
-Entiendo, aunque es raro no ver libros sobre tu mesa, o cualquier otro
lugar donde permanezcas más de veinte minutos.
-Esta vez, más que pensar en situaciones, pienso en una persona. Conocí
a alguien hace poco, pero más que centrarme en sus acciones, me deja
intranquilo su cercanía –comenté tras destapar una cerveza y señalarle con el
envase la habitación contigua.
-Pero vaya Sorata –resaltó David al cabo de un instante- pasaras de ser
el héroe de las acosadas por maestros; A gato de azotea, ya era tiempo de un
cambio.
-Aún no se si tal cambio podría efectuarse, de hecho, no estoy seguro si
mi vida ha cambiado después de todo.
-¿Recuerdas
una vieja serie que vimos en mi casa, mientras esperábamos avarios compañeros
para preparar e proyecto de ciencias de secundaria? –preguntó David tras
encender el televisor- recuerdo perfecto la frase del tío que en vez de
extraterrestre parecía vendedor de helados “El mundo del hombre está construido
por los errores, y todos están condenados a existir para tratar de repararlos,
es el precio de ser imperfectos, de tal forma, que si eres capaz de brindar un
aporte para alguien más, podrás decir que tu vida habríavalido la pena” tal vez
por eso te envidio un poco.
-¿Qué podría
envidiarme alguien como tú? –Reflexioné sorprendido- llevas quizá una mejor
vida que la mía, has tenido las chicas que has deseado, siempre tienes la
solución a cada problema, y a eso yo le llamo tener un verdadero talento.
-Sin embargo,
a eso yo le llamo soledad –Respondió en tono serio, llevándose su cerveza a la
boca- mis acciones no son más que un reflejo de mis miedos, por eso te envidio,
siempre tienes la oportunidad de encontrar algo diferente, no importa si eso te
lleva a cometer un nuevo error. Parece que cada día resuelves algunas preguntas
que aquejan tu existencia, y lo mejor, es que no desperdicias el tiempo
esperando el día de poder convertirte en alguien digno para una persona, a la
cual, has mantenido a distancia porque sabes que no merece lidiar con tu
naturaleza.
-Prácticamente
dices que lo tuyo es cuestión de tiempo, y lo mío cuestión de decisión, vaya
paradoja –concluí.
-Exacto
Sorata, en este caso, diría que tú no le tienes miedo al amor, tú le temes a la
estabilidad, porque para lograrla, implica un esfuerzo diario, y hasta el
momento tu vida, no conoce el significado de esa palabra.
-Además,
tratar de figurar en la mente de alguien, sería la mejor forma de invertir tu
tiempo, sin necesidad de gastarlo en algo que no te ofrece beneficios, como
seguir acostándote con Mirna, esa tía lo hace ver todo fácil, y acoplamiento no
siempre significa conveniencia –finalizó de tajo, mientras sacaba dos cervezas
del empaque y se acomodaba al filo del sillón para disfrutar del inicio del
partido.
Podría
decirse que contrario a nuestras expectativas, pasamos la mayor parte del juego
sin decir una palabra, puesto que, nuestro equipo había sufrido otro
descalabró, esta vez cayo por la mínima en Sevilla, evidenciando la mediocre
temporada que habría de quedar una vez más para el olvido, sin embargó, mi
mente trataba de resolver las mismas cosas que dejo inconclusas en algún punto
de la madrugada, y que recibían un peso inconsciente tras las palabras de
David, y la llegada inminente de la noche.
Ahora no sólo
pensaba en los pros y contras que establecía la cercanía con Natalia, sino
también, el rumbo que tomarían mis encuentros ocasionales con Mirna, no era
necesario meditarlo demasiado, era obvio que cualquier cosa que la implicara,
no me llevaría a ninguna parte. La diferencia radicaba, en que antes no me
interesaba lo que aconteciera en mi camino.
Desde mi
mudanza, no había tenido oportunidad de verla o hablarle, mejor dicho, era ella
quien llamaba cuando le apetecía verme, así que supuse que tenía mejores cosas
que hacer, de las cuales, no me interesaba en lo absoluto recibir
explicaciones, de hecho, esperaba que gracias a sus múltiples actividades, se
olvidara por completo de mi existencia.
3
Traté de
recordar cuando fue le primera vez que la vi, y porque razón, acepté ser parte
de toda esta serie de encuentros sin sentido. No podía olvidarlo, debido a que
nunca había conocido a ninguna chica de ese modo. Fue a inicios de segundo
semestre, esperaba a David y otros amigos frente a las oficinas de la rectoría.
Me senté en una de dos bancas individuales, que tenían una base de cemento
improvisada como tablero para jugar ajedrez, justo en el centro de ambos
lugares, que me hacía ver como un chaval plantado y pensativo, más no como
alguien que espera con paciencia la llegada de sus amigos. Lejos de cualquier
impresión, me recargue sobre el respaldo y toque la base de la mesa con la
suela de mis zapatos.
No me
importaba si llegaban a mi encuentro con demora, podía disfrutar del tiempo que
fuese necesario sentado en tan cómoda posición, permaneciendo inmóvil, mientras
todo el mundo se encontraba en constante movimiento. No existía nada que no
considerará tan importante como mis pausas diarias, debido a que, las mejores
decisiones que solía tomar, estaban precedidas de la calma que me brindaba el
frenar de vez en cuando la velocidad causada por el vértigo universal, teniendo
en claro, que quien vive para correr, no aprende otra cosa más que tropezar.
Contemplé por
un instante los pequeños árboles que formaban una extensa fila, cubriendo gran parte
de la rectoría, hasta llegar al pasillo donde iniciaba el estacionamiento, no
desvié mi vista, hasta notar que una chica se acercaba por el corredor del
patio central, para cruzar el área de bancas donde me encontraba sentado.
Caminaba sin prisa, marcando con fuerza sus pasos, tratando de anunciar su
llegada desde lejos. Supe de inmediato que se dirigía hacia mí, puesto que, yo
era la única persona que podía distinguirse en aquella explanada solitaria.
Observé con
firmeza sus movimientos, que resaltaban una perfecta sincronía al acercarse, de
modo que, no mostraba más de lo debido, a
pesar de llevar una falda muy corta, que combinaba con un mayon y un
saco de paño negro bastante elegante, algo que hacía destacar totalmente la
estética de un cuerpo hermoso. El saco relucía de forma discreta el contorno de
sus pechos, mientras que su falda denotaba la figura impecable de una verdadera
belleza en cada una de sus curvas.
Al llegar
hasta mi lugar, se limitó a sonreír mientras ocupaba la banca disponible,
quedando frente a mis ojos atónitos, que no podían quitarle la vista de encima,
bajando poco a poco la intensidad, al percatarme que ella hacía lo mismo. Daba
la impresión, que debido a la hora y los indicios de movimiento en los corredores, sólo era cuestión de
tiempo para que la explanada se llenara de gente.
-así que te
gusta esto - comentó de forma misteriosa para iniciar la conversación.
-perdón.
-vamos
hombre, que me refiero al ajedrez .
-entiendo
–respondí mientras sonreía con total desinterés- Para mí es como el billar, no
los practico para ser bueno, tal vez lo hago, para evitar el ridículo en cada
evento público. En mi opinión, creo que hay actividades más destacadas para
hacer brillar tu intelecto y astucia –agregue al instante.
-sin duda se
nota que eres hijo de quien dirige premier bufete y asociados –resaltó con
seguridad-y es en efecto de lo que he venido a hablar.
-verás, esto
puede sonar como una broma, pero desde hace una semana, el maestro del
seminario de patología me ha estado acosando de manera continua, se supone que
son cursos extra que implementaron para la carrera de medicina, por lo tanto,
no es un maestro perteneciente a la nómina de la universidad, lo han contratado
del hospital de especialidades para impartir las clases el año y medio que
dicho programa pide, y como yo, hay algunas chicas que se quejan de lo mismo,
sólo que ellas prefieren no asistir que tratar de hacer algo, es por eso que
busco ayuda legal, para que se hagan cargo del caso, inmediatamente después de
que interponga la demanda.
-además, es
un tipo al que no le importa desnudarte con la mirada en plena clase. Todo a su
alrededor da asco, es tan detestable como la patología que enseña. No sé porque
acepté inscribirme en ese seminario, si no fuera para evitar las practicas
parciales, no me habría acercado ni de broma, aunque, si en vez de este sujeto
nefasto, estuviera como responsable el profesor Hernández de laboratorio de muestras,
quien no quisiera ser acosada, me quedaría con gusto después de clases, como
sea, espero que el señor Sorata pueda ayudarme, no creo que haya ningún
problema, ni por el precio de sus honorarios, ni en cualquier otra cosa –añadió
con tranquilidad, destacando con cierto tono subjetivo sus palabras anteriores.
-vaya, los
hombres de ciencia, últimamente destacan más por sus perversiones que por sus
logros –afirmé- pero de cualquier modo, no creo que mi padre pueda ayudarte,
puesto que, sólo se dedica a la representación legal de algunas empresas, no
persigue casos de oficio, sin embargo, hay otros abogados en la firma que
pueden hacerse cargo, sobra decir, que son los mejores en su campo, y puedo
reunirme con ellos sin necesidad de programar una cita. Si lo deseas, puedo
llevarte al bufete en otra ocasión más propicia, cuando los dos tengamos un
poco más de tiempo.
-¿tienes
planes hoy? –preguntó enseguida, casi interrumpiendo mis últimas palabras.
-espero a
unos amigos para tomar unas cervezas, nada significativo, pero si reservado con
planeada anterioridad – respondí de forma concreta pero amable.
Sus labios
mostraron una pequeña sonrisa. Asumí que se trataba de un gesto automático establecido
para mostrar cortesía , que tras permanecer en silencio por unos instantes, se
levantó de su asiento con la mayor calma posible, apoyando sus manos sobre la
base improvisada de cemento, al tiempo que cruzó su mirada para mezclarla con
la mía, limitándose a expresar una nueva pregunta <<¿podrías acompañarme
ahora?>>
Dejando mis
dudas de lado, y sin reprimir mi vista sobre algunas partes específicas de su
cuerpo, acepté de inmediato.
Traté de
entender la yuxtaposición de los hechos, sin duda, ella era capaz de acotarse
con mi padre, un hombre de edad madura, sólo para que este a su vez, la
defendiese de otro. Nada tenía sentido en la lógica de sus reflexiones, al
menos, no uno que yo pudiese comprender, mucho menos, en la expresión de sus
gustos. Era el hostigamiento continuo de aquel profesor lo que la hacía sentirse
sofocada, pero aceptaría cualquier proposición y acercamiento de parte del
tutor responsable de su carrera. Sin importar la comprensión de sus ideas, la
diferencia estaba clara, lo que me hizo suponer que el crimen no era acosarla,
sino ser el adulto equivocado.
Texto por: Tai O´farrell.
que buena segunda parte, sin duda hay que seguirle los pasos de cerca a este escritor, no esperaba una clase de narrativa como esta, ciertamente atrapa al lector como pocos, así que a esperar la tercera parte.
ResponderEliminar