Texto por: Adrián Silva.
Génesis anti-erística.
Él la miraba.
Postrado bajo un escenario epifánico,
pues comprendió que también la luz del mundo, la luz de la realidad había
empapado su devenir. Emergían cual él
emergió de una caverna misteriosa y umbría, quizás para adentrarse en otra aún
más enigmática. Más tarde, cierta curiosidad nublaba sus pensamientos, pues se
preguntaba si toda la maldad que reinaba en su comunidad podría curarse, ¿y si
ellos están dentro de una caverna, una caverna de ignorancia? ¿Podré hacer
parir en los otros su propia alma?¿será un acto irrisorio? –se preguntaba-.
Había en él una nueva concepción vital y comenzó a fomentar la búsqueda de la
verdad a través de los otros, siendo su herramienta principal el dadaísmo.
[Él soy yo, sí, el
Barbado Mago de los sueños. Y mi nueva concepción vital está cargada de mis
últimas y ambiguas reflexiones]
II
Estuviste, estabas…no
estás. Extrañas conjugaciones que un día son indicativas y al otro tan solo
subjuntivas. Es así que la magia ridícula se conquista con la retórica que
afloja los músculos. Somos contradictorios pues nacimos en el seno de la
contradicción ¿somos miserables? El sentimiento discepoliano de nuestra miseria es nuestra realidad ¿lo único
verdadero con lo que contamos? ¿Lo demás es tan sólo imaginario?
Recuerdo un koan que decía: estamos en el agua al
menos de momento ¿el estancamiento seguirá inmóvil?, pero ¿qué son los sueños?
¿Serán aquellas ventanas a lo que realmente vibra en nuestro interior? Los sueños
no se explican, simplemente se remembran; son copretéritos licuados, maniqueos,
soeces, eróticos, fatalistas, uto-distópicos;
son la materia más subjetiva de nuestro ser, nuestra dialéctica plasticidad
heterogénea. Entonces ¿qué es más real? ¿Los sueños que resguardan lo que en
verdad sentimos, deseamos y esperamos? O ¿la realidad sensorial de donde se
extrae la materia prima de los sueños, megalómana, sofista y reversa?
III
Él miraba cierto
texto, estaba oculto en el bolsillo de sus pensamientos. Comenzó a leerlo
enhorabuena, realmente necesitaba de ayuda, de ayuda dadaísta. Decía así:
Ríete, blasfema, destruye y vuelve a construir. Descorcha
un vino. Desnuda tu logos y esculpe un par de nuevas apariencias. Al
fin, a nadie le importas y a ti no te importa nadie. Ya nada importa…por eso
mejor ríe como estúpido y utopiza la vida como aquella pelandusca que te feló
como a nadie…
Le pareció pesimista,
mucho muy pesimista. No era lo que necesitaba. Quizá el vino sí, para ofuscar un tanto la presencia de los
megalómanos narcisistas que acrecentaban la patología de su confinada vida. Ya
estaba harto de ellos, de lo mismo, de fingir. Burlas, misoginia,
discriminación, homofobia, todo sin fundamento. Eran un par de supuestos mesías
tratando de salvar al mundo con meras descalificaciones, con supuesta
congruencia. En fin, volvió a escudriñar en sus pensamientos y halló una frase
budista que hablaba sobre el sufrimiento
que recitaba el sufrimiento es
alimentado, mantenido o acrecentado por el trabajo mental. Sufrir es siempre
pensar que se sufre. Así se sufre más todavía. ¿Estaba sufriendo acaso? Tal
vez, pero no lo quería aceptar, sin embargo, lo pensaba. Y si no sufriendo, por
lo menos lo asolaba un tedio indescriptible…
IV
¿Será que cuando
estamos padeciendo este mundo estamos escribiendo en el otro? Sí, escribir no
siempre es un acto fáctico, concreto y objetable; todo el tiempo cincelamos
criptogramas en nuestro interior y de ahí emanan conflictos, múltiples
conflictos. El conflicto es interno. ¿Cómo gestar una nueva conciencia?
Naturalmente, lo primero es observarnos y observar detenidamente el grupo
social que nos ha configurado, pues de ahí emerge nuestra conciencia social.
Pero eso no es todo. ¿Hasta qué punto sabemos algo de lo instituido? Porque ese
grupo que nos configura también ha sido configurado (y eso no significa que de
la mejor manera). ¿Cómo es que se configura una sociedad buena? ¿Qué es lo
bueno? ¿Existe la bondad universal? He ahí el conflicto interno, el eterno
conflicto entre lo instituido y lo instituyente. Mas lo instituyente se
traduce en posibilidad de crítica y, por ende, de cambio. [¡Qué hermoso
criptograma¡].
V
Y dime Barbado ¿para qué sirve reconocer la
validez de tus criptogramas? ¿Qué carajos nos interesa lo que sientes y lo que
piensas? ¿Acaso sirve de algo la literatura?-preguntó el roble ecuánime-
Para ti no, pues no
tienes oídos y mucho menos corazón. Escribir literatura implica filosofar
acerca de la vida, no es un acto estéril, pues estamos vivos, somos dinámicos,
percibimos, interpretamos, asimilamos, creamos y recreamos. Escribir es un acto
solidario, pues colectivizas tu palabra para que otros se apropien de ella.
Bien o mal, ofreces algo, al menos una percepción distinta del que te está
leyendo, así el mundo pierde su abrumadora amorfia social o su, quizá,
homogeneización tediosa. Sentir es inherente a todos nosotros, los taumaturgos
somos una especie de milagreros, porque, al menos, le damos voz a los sin voz,
le damos sentido a lo que aparentemente no lo tenía, nos damos muerte y
resucitamos, vamos y volvemos, reencarnamos, conjugamos nuevos verbos,
reordenamos el caos y hacemos caótico el orden. Pretendemos ser artesanos de
nuestra propia plasticidad inmaterial, porque el mundo ya está cansado de ser
la prostituta de los funcionalistas. –Respondió el Barbado Taumaturgo-
La razón es más
importante que la imaginación. Dándole tanto peso a tus sueños no eres más que
un quijote, un esquizofrénico anfibológico. Tu dadaísmo me repugna, pues
fomentas la ilogicidad y el subjetivismo. Eso no le aporta nada a nadie.
–Insistió imperioso el roble ecuánime-
Evidentemente, no se
puede conciliar con un necio erístico. Cual sofista te crees poseedor de la
verdad sin saber que la verdad es también parte de la plasticidad psíquica de
todo taumaturgo. Es más tú eres un taumaturgo. Todos los somos, pues eres
humano, imaginas y sientes por más que tu fingida dureza exponga lo
contrario…-inquirió el Barbado Taumaturgo-
VI
θαυματουργός es la vida sin
lacónicos. θαυματουργός es magia
mayéutica.
Texto por: Adrián Silva.
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