Hay
quienes no están de acuerdo. Respeto su opinión, pero no me cabe la menor duda;
todas las putas vamos al Cielo. En un mundo que se vuelve más egoísta somos los
únicos seres que damos mucho a cambio de poco. A lo que otra le cuesta dar lo
ofrecemos por cómodas cuotas. Algunas dicen ser costosas, pero ellas no toman
en cuenta que lo ofrecido sobre la cama no tiene precio. Las caricias de una
mujer – u hombre- son subvaloradas y, en muchos casos, despreciadas. El
éxtasis, resolución del acto sexual, es invaluable. Tampoco es fácil
sobrellevar los complejos de algunos hombres ni satisfacer sus carencias –
algunas enfermizas-. Si la salud mental del hombre gira en torno al sexo, las
putas somos la penicilina.
Tener
una profesión cuyo nombre es ofensivo no es nada agradable, aunque algunos
seres más educados nos llaman trabajadoras sexuales, al final hasta el más
culto nos ha llamado putas en algún momento de su vida. Y es verdad, somos
putas. No es algo para presumir, pero es mejor que muchas cosas. Algo que
irrita de la profesión es que hay quienes piensan que lo hacemos por placer. Hay
que diferenciar entre mujer promiscua y puta. La primera lo hace por placer y
con quién escoge. La puta por dinero y, si atraviesa una situación difícil, no
tiene elección. La promiscua es aceptada y, hoy en día, es reverenciada como
símbolo de la liberación femenina. Hay mujeres promiscuas que cobran, esas no
tienen nombre, pero de tenerlo sería algo como vividora. Las putas siempre
hemos sido marginadas, en los tiempos de Cristo nos apedreaban, ahora también.
Cuando un loco asesina una puta ni lo investigan, pero cuando un hombre mata a
su mujer porque le montaba los cuernos es encarcelado. Nunca he escuchado un
titular de un periódico donde diga: Atrapado asesino de trabajadora sexual. No
es que defienda al hombre que asesine a su esposa – nada más valioso que la
vida humana-, pero justicia es equidad.
Trabajamos
de noche porque somos marginadas sociales, al igual que los homosexuales. Nos
tildan de flojas y vividoras, amén de los riegos de la profesión; enfermedades
sexuales, violaciones, drogas y pare de contar. Muchos piensan que ser puta
consiste en sólo abrir las piernas, beber y reír, no pueden estar más
equivocados; ser puta conlleva muchas cosas. Para ser puta debes complementar
el triangulo amoroso del hombre; Puta, madre, amiga. Es difícil ser amiga de
alguien que te usa como un trapo, ni se diga madre. Tragarse las ganas de salir
corriendo cuando termina es duro, no todas pueden con eso. También existe la
concepción que para una puta es más fácil asumir una violación. Para quienes
piensan de esa manera, con todo el respeto le diré que se vayan a comer mierda.
Se han creado estereotipos de las trabajadoras sexuales y eso es lo que más
duele. Pero, a diferencia de lo que el lector pueda pensar, no me quejo.
Tampoco me enorgullezco de lo que hago. Sobre todo cuando pienso en mi hija de
cuatro años. Simplemente pienso que la vida es como una ruleta. A mí no me tocó
ser hija del príncipe de Gales.
Existen
personas quienes dicen que detrás de una puta hay una historia triste. Miles de
escritores han abordado ese tema, ninguno con compostura. La gente se cansa de
escuchar siempre lo mismo. Cuando llevé mi libro a la editorial me preguntaron
de qué trataba, dije que eran mis vivencias de Puta. El editor me miró, colocó
el libro con los otros de putas que querían ser publicadas y dijo “Otra
historia de una Puta”. Luego agregó:
- La misma historia de siempre. Una chica pobre
que es violada por su padrastro, se fuga de su hogar y, en vista de la precaria
condición económica, decide vender su cuerpo. ¿Cierto?-
- No
me violó, sólo le chupé el pene una vez que llegó borracho.-
-Da lo
mismo. La gente está cansada de leer las mismas historias. Ya nada los
sorprende. Anteriormente la pornografía era revistas con desnudos. Hoy en día
existe la zoofilia, coprofilia, altocalcifilia, amokoscisia, andromimetofilia, autopederastia,
mujeres con 200 hombres y más vainas locas.
-Entiendo.-
Respondí abatida.
- Ya
estoy viejo. Si pudiera contrataría tus servicios para ayudarte, pero ni se me
para. – Realizó una pausa, me miró con lástima y agregó: -¿Por qué no escribes
una historia de un transvesti que se hace monja? Eso sería interesante. No he
leído un libro que hable de eso. Cuando la gente lea eso se va a impactar. Es
que mi niña, la juventud está tan perdida que hasta los vampiros, cosa que en
mi época era inconcebible, son vistos como lindos. Hoy sale drácula monta un
concierto y llena cinco estadios.-
El
viejo habló otras cosas que me parecieron interesantes. Él era una persona
simpática. Se lo chupé gratis.
Iba en
el bus de regreso a casa. Me ubiqué en uno de los asientos de la última fila.
Veía por la ventanilla la ciudad, apenas comenzaba a disfrutar el viaje cuando una chica se sentó a mi lado. De
repente rompió en llanto. Más por incomodidad que por interés le pregunté qué
tenía. Respondió que su novio la había dejado porque estaba gorda. No sé por qué
lo hice, pero rompí a llorar también.
Texto por: Roberto Araque.
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