Texto por: Paula Neruda.
Tu
ginecólogo parece pediatra: “Todo está bien, mi niña”, y es que no puedes
creértelo, pero es su diagnóstico versus esa incredulidad tuya. Desde ese
momento supiste que algo andaba mal. Te tocó las bubis buscando nódulos, te vio
las partes ocultas, “todo está bien, mi niña”, fue lo que determinó.
¿Cuántas tetas como las tuya habrá tocado ese hombre? Sabes que no muchas; y para
qué, para decir que todo está bien.
Llegas a la cita puntual. Están esas gordas
con niñitos en la barriga. Escuchas una voz alta, cierto murmullo en el pasillo,
sacas la cara del libro: frente a ti la sonrisa más cálida de América. Él deja
de hablar por celular, te dice hola,
le dices hola, también dice hola a las demás pacientes. Ves las pancitas alzadas, como si los
bichitos pidieran un autógrafo a la estrella de cine que ha bajado de su Jaguar
negro. Un detalle importante: te saludó a ti primero.
Vas con la secretaria para que autorice el
seguro, también está sonriendo. Dice: “Me parece que se le quedó un libro la
última vez que vino” ¿Qué libro?, preguntas extrañada. “Un libro, creo que de poesía”. Se levanta
del escritorio, finge buscarlo, vuelve a sentarse, al final promete que lo
encontrará. Contestas que no importa, no estás segura si te pertenece, aunque es
probable, demasiado probable. Insistes
en que trate de recordar el título. Responde que no se acuerda, que tenía
versos. Le dices que está bien, y está bien, porque ahora no tiene mucha
importancia un libro que es mitad tuyo y mitad de otro, será de esa manera hasta
que ella lo encuentre.
Es el momento en el que agotas el turno, te
encuentras frente a frente con el señor optimista. Otra vez habla por teléfono
y te dice hola. Ves sobre su
escritorio un libro abierto. Discretamente lo miras, reconoces un verso. No
sabías que el doctor leía poemas. Termina la llamada. Le haces saber que vienes
por las indicaciones. No mencionas tu poemario. Él intenta escribir, tú le
recuerdas que debe anotar miprox. Le solicitas poner: uso continúo. No estás dispuesta a ir cada vez que necesites una
prescripción. No te gustan las citas, porque no te gusta esperar, pero en
realidad no importa que tengas que hacer antesala, lo que te impacienta es su
molesta felicidad, esa que también comparte con la esposa, porque claro, tienes
que saberlo. Como si no fuera suficiente con saber, o sospechar, que no todo
está bien.
Lo llamaste un día al móvil, él no contestó.
La grabación decía que estaba ocupado, que llamaras a otro número. Anotaste el
número y llamaste. “Aló”, dijo ella. Buenas
tardes, ¿me puede comunicar con el doctor Parson?, dijiste un poco nerviosa, y
creíste necesario seguirte justificando: soy una paciente, me pidió que lo
llamara, es para programar una intervención. Todavía recuerdas su voz pausada,
el rostro tan jovial, porque la imaginaste alegre: “A esta hora debe haber
llegando al consultorio, le puede llamar allá”, y le diste las gracias a esa mujer
tan simpática. Cuando colgaste te vino a la mente eso del amor, de la
confianza, pensaste en tus bubis, en la expresión: “todo está bien, mi niña”,
buscaste alguna relación entre la confianza y tus bubis.
Te
preguntas de nuevo a cuántas mujeres habrá tocado. Te miras el cuerpo: las tetas
inmensas que la naturaleza te proporcionó, el cuerpazo del que Dios te dotó.
Sabías lo bien que estabas por dentro. ¿Qué te provocó cuando puso el condón en
la sonda y la introdujo dentro de ti? Sabías que él lo había notado, no para
nada duró más de ocho años estudiando medicina, sin embargo, se atrevía a
llamarte mi niña. Lo que te
incomodaba no es que todo estuviera bien en ti, sino que algo en él andaba mal.
Texto por: Paula Neruda.
Buena narración.
ResponderEliminarExtraña narración....y la forma de relatar es extraña.
ResponderEliminarAlgo le falta a este texto. apenas comienza a contextualizar algún tipo de historia. No puedes simplemente dejarlo así.
ResponderEliminarHasta por el título del texto, este escrito queda a deber practicamente todo. Es la primera parte de algo que ha quedado por contar. demasiados elementos que deben ser justificados uno a uno. Le falta. Le falta.
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