Texto por: Mago.
La
primera vez que escuché Cambalache de
Enrique Santos Discépolo tenía aproximadamente 25 páginas (así le digo yo a mis
años cumplidos, ya que me parece una analogía bastante pertinente en vista de
que, en efecto, también somos una especie de bitácora de registros emotivos,
apelativos y referenciales; en fin...cada año se llena una página entera de una
multiplicidad de sabores y sin sabores). En ese entonces, aquél tango me
envolvió de una manera irrisoria, pues provocó en mí cierto aire soez; sin
embargo, ahora que lo he vuelto a escuchar cambié completamente la dimensión de
su significación. Los dos primeros versos, tristemente, no me parecen
descabellados, aunque me pregunto si pensar que
el mundo fue y será una porquería es una necia tendencia a la apatía
desesperanzadora; pues creo que más allá de lo que yo pueda opinar, cuando uno
asoma las narices (directa o indirectamente) a cierta nación de la cual no
pronunciaré, pero que todos sabemos su nombre, todo resulta abrumador.
Ciertamente,
podría parecer ridículo que surja una profunda reflexión a partir de un tango, mas,
considero que existen piezas musicales con letras que nos provocan una
curiosidad más allá de la ordinariez y las trivialidades (me refiero a sólo
escuchar por escuchar). A la vez que recuerdo la creación de Discépolo me viene
a la mente cierto texto de Eduardo Galeano…mmmmm ¿cuál era, cuál era?, ah ya,
ahora lo recuerdo con exactitud, sí, me refiero a un pequeño ensayo titulado La escuela del mundo al revés; y tiene
que ver precisamente con “asomar la nariz”, puesto que Galeano inicia de una
manera genial afirmando que si Alicia
(recuperando a Lewis Carroll, desde luego)
renaciera en nuestros días no necesitaría atravesar ningún espejo, le bastaría
con asomarse a la ventana, o sea “asomar
las narices”. Bueno, bueno, a lo que voy es que mi reflexión parte de que a
pesar de estas manifestaciones de que algo “anda mal” todo marcha
impasiblemente, como si nada sucediese. No obstante, sucede mucho, pero la
cualificación de esos sucesos es vehemente. Tal parece que todo es agresión o
indiferencia, subordinación o despotismo, segregación y descalificación, pugna
ineludible de clases. Por ello cabe preguntarse si acaso es importante preocuparse
por lo flemático de la nación implícita.
Pues
si el siglo XX (y tal parece que más
sofisticadamente el XXI) es un despliegue
de maldá insolente, la nación tácita la ha ejercido íntegramente, como
proverbio, la significación y reproducción de tal verso. Ayer encendí mi radio
(ese aparato que hoy en día parece necrólogo) por la mañana y, como de
costumbre, comenzaron las truculentas noticias acerca de funcionarios de la
“ley” implicados en corruptelas, los ya tan habituales hallazgos tipo
carnicería, entre otros singulares accidentes. Lo extraño de todo esto es que hoy resulta que es lo mismo ser derecho que
traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador, todo es igual, nada
es peor; vaya cinismo, y por supuesto, más que extraño es funesto saber que
todo ha sido normalizado. He aquí entonces el ojo del huracán, por eso tanto “despreocupado
segundo”,muy sugerente combinación de vocablos, puesto que me refiero a
aquellos que viven sin preocupación acerca de la preocupación de los
preocupados; y además de que muere simbólicamente la voluntad de preocuparse
por lo preocupante.
Aún
lo recuerdo: ¡Vayan pasando señoras y
señores! Programa de estudios de la escuela al revés: Curso básico de
injusticia, Clases magistrales de impunidad…jajajaja, Galeano, Galeano, tan
socarronamente mordaz y atinado. Y, claro, tengo remembranzas de mis primeras
páginas cuando iba al colegio, en aquellos días me enseñaron a memorizar un sin
fin de conocimientos, muchos, muchos; era interesante a veces, divertido en
ocasiones, tedioso otras tantas; sin embargo, no recuerdo que me hayan
explicado a cabalidad, y mucho menos en términos prácticos reales, qué es la
justicia, el respeto o la generosidad (sólo recurrían a sus discursos
protocolarios e hipócritas tipo televisa). Únicamente recibía formularios,
silabarios, regaños, condiciones, peticiones, mediciones, ambiciones y soluciones.
Y para los padres de familia,mmmm, no se diga, pareciera que se emitía
constantemente este mensaje que extrajo Galeano de la revista Liberty, y son
palabras nada menos que de Al Capone: “Hoy
en día la gente ya no respeta nada […]Donde no se obedece otra ley, la corrupción
es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la
ley se han esfumado de nuestras vidas…” ¡Vaya! Lo tácito se explicita
abrumadoramente, pobre nación, tan lejos del respeto y tan cerca de lo
extravagante y eso que Capone hizo estas declaraciones en octubre de 1931.
Ya
no sabría confesar si a estas alturas es conveniente ponerse triste o, insisto,
preocuparse por el asomo de nuestras narices al mundo al revés, al “mundo de
Capone” (tal parece que a pesar de todo, a él, irónicamente, sí le preocupaba.
Me pregunto qué hubiera opinado del implícito del cual todos sabemos y
padecemos) al mundo en donde la educación tal parece es un cambalache. Pero ¿qué
será lo que se trapichea en las escuelas, formales e informales, para que la izquierda esté a la derecha, el ombligo
en la espalda y la cabeza en los pies? Más que yo tenga la respuesta en
estos momentos, creo que todos la tenemos, pero la queremos omitir, disimular,
camuflar con la socaliña de la buena apariencia, con la pomposidad de lo
artificioso. Al final a quién le importa lo que nunca ha sido. Ya me decía mi
abuelo: Federico, “en el mundo todos son
culeros” y desesperanzadoramente (fatalista, pero inevitable) lo analogo
con los primeros versos de Discépolo…
Texto por: Mago.
Yeahhhh, ¡mi texto!
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