Texto por: Aleqs Garrigóz.
Pero mis brazos insisten en abrazar
el mundo
porque nadie les ha enseñado
que ya es demasiado tarde.
A
Juventud
sembrada de flores de cempasúchil,
iluminada
por lámparas amarillentas y alejados crepúsculos.
Cuerpo
de ciprés esbelto escarchado de rocío,
ceñido
por un viento sensual y rumoroso,
pecho
de melancólica paloma,
garganta
ronca vociferando campanadas grises.
Juventud
nimbada de cirios mortecinos y delgados espejos,
adornada
de hojas de palma, con la flor de los labios aún intacta,
violenta
en su rojez, hermosa en su aspereza.
Ciervo
sacrificado en el altar de los sueños: yo.
B
I
No
acierto a recordar de la infancia
más
que mi mutismo apagado,
una
presencia sigilosa y hermética que era mi cuerpo,
un
miedo a pedir y a decir no, y aun más:
a
alzarme entre los otros que ya entonces me parecían
como
cadena de siluetas recortadas de un mismo cartón,
dotadas
de abyectos y torpes movimientos.
Deambulaba
de noche sin poder dormir
por
un patio interior. Me columpiaba en él
bajo
un cielo atravesado por desbandados murciélagos.
Enclaustrado,
me internaba en los pastos crecidos del jardín
buscando
un sapo, una canica azul.
Y
mis ansias se estrellaban contra una alta reja enmarañada,
siempre
deseando escapar, huir…
Escondía
mi desamparo bajo la sábana de una conciencia tremenda:
la
certeza del mañana sin arribo.
¿Qué
iba a ser del niño tartamudo
que
se extasiaba ya en las riveras de la emoción peligrosa?
¡Ay
mis primeros años cumplidos en el circulo estrecho
de
una labilidad que no termina de abandonarme!
(Y
escapaba entre las páginas de libros despastados,
como
escapa el desahuciado
en
el sueño que precede a su muerte.)
II
Cantábamos
en la escuela primaria un himno de guerra
frente
a un redoblar de tambores, y entonábamos cantos
a
la marcha de una bandera ensangrentada,
hecha
de la tela de las tiendas más baratas:
“Y también por su amor morir”
Como
ejemplo nos era impuesto el de un héroe ficticio
que
arrojó su juventud al vacío.
(¿Defender
qué?, ¿Una mentira colectiva?)
¿“Solidaridad”,
“Ahora si vamos a progresar”?
Hablo
de lo que vi: la infamia de mi pueblo
que
se traiciona a sí mismo.
Pero
yo tenía un universo conversacional conmigo mismo,
que
yo mismo poblaba. Y donde me recreaba.
Así,
¿qué podía ser la adolescencia sino una sombría confusión,
una
inseguridad mortuoria,
una
distorsión constante de mi propio reflejo?
¡Ay
ese pequeño muchacho distraído
tropezándose
con las cuerdas de sus zapatos!
C
I
Antes
pude salir de casa como quien sale a coger setas.
Decía
la palabra sí y la palabra futuro.
La
mano que me tocaba me segaba dulcemente, como a espiga tierna.
Era
la inocencia del que cree, del que ama un amanecer;
y
hacia mía la tarea de quien tiene el tiempo abierto
buscando
un recinto repleto de canciones y de juegos.
¿Cómo
fue mi garganta llenándose de lodo y de hiel?
¿Cómo
fueron las vías torciéndose,
cuadrándose,
hasta volverse un laberíntico manicomio?
Aquí
me quedaré mirando siempre arriba, con ojos perplejos.
Extasiado
contemplo la fuga irrevocable de las nubes,
la
huida del cielo aún más allá.
Cavo
las paredes con uñas gastadas,
chillo
como la rata de las prisiones,
hago
los ademanes monótonos y repetitivos del animal de jaula.
Aquí
se quedarán mis poemas mecidos por un vientecillo preso
que
tan tiernamente me favorece la combustión
en
mi propio fuego, como a un cigarro artesanal.
Aquí
me quedaré a veces tan cerca del tapiado umbral.
III
He
aquí que el amor nos acuchilla en todas sus variantes.
Llevo
aún abierta la herida de aquel, el último estrago.
Palpo
mis miembros reconociendo las cicatrices
de
aquellas guerras con fantasmas y lejanas presencias.
Si
bien, agotado, dolorosamente, convalecí, me restauré.
¿Han
valido la espera, el llanto en el pañuelo del cuaderno,
la
mirada ruinosa en los espejos de desilusión,
la
mirada oblicua en el ajedrez del mosaico?
De
mis romances luctuosos casi al borde de un filo inapelable,
he
recogido algunas gotas de un licor corrosivo
que
conservo en mínimos contendores bibliográficos.
¿Han
valido las penas?
D
Esto
he querido hasta ahora, muchas veces:
primero
que la dicha me apuñale;
pero
no de espaldas, de espaldas jamás.
Quiero
abrazarla y morir;
quiero
bailar con ella la danza del final.
Luego
el sueño deleitoso y cándido
de
quien mira la realidad desde el revés del cristal.
¿Qué
es lo que vendrá?
¿Por
qué esta manía de inventar monólogos, a veces más?
Me
invento ciudadelas alzadas con palabras,
compañías
de papel para dialogar.
No
tengo nada que decir
y
me asalta siempre la misma necesidad
de
estar sentado frente a frente con el papel en blanco
y
decir lo que no he dicho,
lo
que no volveré a decir jamás.
Rodeado
de muros como de catacumba,
digo
lo que dice con la mirada el moribundo.
Escribo
largas cartas que borro
cuando
la vergüenza expande mis mejillas.
¿A
qué estas declaraciones de ternura estéril?
Esta
escalera no sube a ningún lado.
Los
muros se van cerrando.
Y
esta ansia permanece en el corazón aturdido,
siempre
queriendo escapar, huir…
II
Pero
yo te invito a que respondas:
¿qué
es la juventud si no un fuerza indestructible,
un
grito interior brotando para dejar sobre el mundo su eco,
un
ímpetu presto a arrebatarte hacia adelante como un huracán,
una
potencia de gente hermosa,
de
gente seductora y ágil? (Aunque a veces
se
atavíe de terciopelo púrpura, se recame de crucifijos
y
prefiera internarse en una mazmorra lírica
para
expandir sus anhelos ojivales.)
Con
la sangre de mi brazo inundo el tintero
y
tapizo las paredes enmohecidas de reniegos.
Responde.
Háblame desde tu juventud.
Y
yo te hablaré desde la mía.
Texto por: Aleqs Garrigóz.
Este rela to,dice mucho para mi, coincide yrza la sensibilidad....
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