Llegamos al bar a eso de las diez de la noche, mi
novio y yo, y ya estaban todos adentro. Cuando llegamos había buena música:
unas canciones de música electrónica. Fue lo que le dije a Verónica cuando la
saludé. Le dije: ay que buenas canciones ponen aquí. Entonces
escuché su voz, que dijo: esas no son canciones, las canciones son
cuando alguien canta, y además, la canción es subgénero del poema, no
precisamente algo que tiene encima música. Volteé a mirar porque no me
lo creía, aunque resultó verdad. Allí estaba el imbécil de Martin Petrozza.
Debí imaginarlo porque era muy amigo de Verónica y estábamos celebrando la
partida de Vero a Francia. Se iría por un mes y regresaría; siempre se iba y
regresaba, pero cualquier pretexto es bueno para ir a echarse unas copas a
cualquier bar. Más si es entre amigos.
El caso es que allí estaba ese güey y cuando
escuché su voz fue como una patada al hígado, neta. Tuve que saludarlo porque
no iba ser yo la que hiciera un drama (y menos en la despedida de mi amiga).
Lo saludé rapidito y aproveché para presentarle a Rodrigo, mi novio; a
ver si así se estaba en paz porque era una lata, de verdad. No sé en qué
momento se le metió la idea de que yo, o sea, yo, podría salir
con él; si era un mamarracho muerto de hambre. De verdad que no entiendo cómo
Vero puede soportarlo; nomás porque son iguales, leen y leen y disque son
intelectuales. Lo que es yo, soy sincera: no me gusta leer y qué, al fin que
leer no sirve de nada.
Luego saludé a todos los demás; a Dieguito,
que es un amor y ese sí tiene lana; a Ricardo, a Brenda, al Sebas, a su novia
Inés, a Pacotrón, a Chema, a Lucero. También me presentaron a los amigos de
Lucero que venían en bola y eran como ocho pero estaban en otra mesa. Después
que terminé de saludarlos a todos, ufff, Vero se me acercó y la
abracé y le dije que le deseaba buen viaje y que la extrañaría mucho. Vero era
una vieja a toda madre, cuántas pinches pedas no nos habíamos puesto ella y yo
solas (aunque luego acabáramos acompañaditas). Cómo no la iba a
extrañar, chingao. En ese momento se acerco Dieguito con un
caballito de tequila y dijo que era para mí por llegar tan tarde, y yo le
dije no manches güey, ¿que no ves que ora manejo yo? Tuve
que recordarle que Rodrigo había chocado recién; el babas se estampó contra un
camellón la noche del sábado pasado, por andar de borracho. No le pasó nada
pero el pinche coche se desmadró de abajo, del eje o de la guía o de la
flecha, yo qué sé; el caso es que está en el taller y vinimos en mi
carro. Dieguito insistió y pidió el apoyo de todos y toda la bola de ogeis le
siguió el juego y empezaron a cantar fondo y me lo tuve que
chingar. Lo bueno que antes no había bebido nada porque si no si me pongo
peda.
Nos sentamos junto a Verónica porque yo
no iba a sentarme en otro lado, la verdad que había ido nomás por ella y si
hubiese sabido que va Petrozza lo pienso dos veces. Quedamos así: primero el
naco de Petrozza, después Vero, después yo y después Rodrigo. Enfrente de
nosotros estaban Ricardo, Brenda, El Sebas y su novia. En los costados,
Dieguito en uno y Pacotrón y Chema amontonados en otro. Lucero pasaba de una
mesa a otra porque también tenía que estar con sus amigos. El bar era el Mala
Fama, que está en la colonia Condesa.
Ya que todos estábamos bien instalados y servidos
(habían pedido unas botellas de brandy), le pedimos a Vero que nos contara cómo
iba con su marido. La güey se había casado hace poco y a todos nos tenía
intrigada porque la neta la neta, nadie conocía bien a su esposo. Sabíamos que
se llama Scott y era evidente que Vero no lo amaba. Vero era
una cabrona, ella misma decía que se había casado por dinero; pero que ni falta
le hace a la canija. Entonces nos dijo que iba bien, que ahora sí podría
dedicarse a escribir, que es lo que le gusta, sin tener que sacarle lana a su
padre. En eso, Martin metió su cuchara, abrió la boca y dijo buena
decisión; tu padre está más cerca de la muerte que Scott, y para el caso, que es
sacar varo de un hombre... joder, felicidades. Todos nos callamos
porque eso de que su padre estuviera cerca de la muerte y de que Verónica sólo
quisiera sacar dinero a un hombre no es algo de lo que se habla en la mesa.
Dieguito le contestó no mames, cabrón, no seas ojete; eso no se
dice. Pero a Petrozza le valió madre, sobre todo porque Verónica lo
defendió diciendo que eso era cierto, frío pero cierto; y brindó con él.
Ricardo cambió de tema la conversación, le
dijo a Vero que no podía dejar de comer en La galoche d´Aurillac, un
restaurante que está en la rue de Lappe, saliendo de la
estación Bastilla. Brenda estuvo de acuerdo, dijo que el día
que ellos dos fueron (Ricardo y Brenda) comieron exquisito y sin ser demasiado
caro. Inés, que nunca puede callarse la boca dijo que eso no era nada, que si
de verdad quería comer bien, lo que se dice bien, debía ir a le
Jules Vernes, que es un restaurante dentro de la Torre Eiffel y con
una vista estupenda, sobre todo de noche. Verónica asentía a todo, como si no
le importara y yo lo noté y les dije ay tampoco es la primera vez de
Vero en París… Dieguito me interrumpió, dijo que qué onda, que si
alguien quería botana o algo. Se lo preguntó primero a Verónica y respondió que
no y todos los demás tampoco quisimos y Rodrigo, mi novio, le dijo no
mames güey tú siempre tienes hambre, qué pedo. Dieguito se sobó
la panza y dijo oooh pus hay que alimentar a la solitaria.
Después de eso todo el mundo se puso a hablar
de diferentes cosas. El Pacotrón y Chema, que de por sí son bien callados,
hablaron entre sí; creo que de videjuegos, que es lo que más les gusta a esos
dos. Brenda e Inés hablaron de cuando ellas mismas fueron a París, y sus
novios, es decir, Ricardo y el Sebas se cambiaron de lugar para dejarlas hablar
y se unieron a nosotros. En nuestra conversación estaba Vero, ellos dos que se
unieron, Petrozza, mi novio y yo. Rodrigo le preguntó a Petrozza por qué él no
estaba bebiendo brandy y qué bebía. Petrozza le contestó que whisky, y que lo
hacía porque él sólo bebía cerveza y whisky; y yo pensé que eso del whisky sólo
lo hacía con Verónica porque ella le pagaba la cuenta y de otro modo no podría
comprarlo. Verónica misma me lo había contado, que Petrozza era escritor y era
pobre y que ella le ayudaba a vivir. Yo nunca entendí por qué, a mí ese
Petrozza me caía en la punta del pie. Entonces el Sebas le preguntó que de
dónde conocía a Verónica, porque a Petrozza no lo conocía nadie, sólo Vero y
yo; y yo lo conocí una vez que me puse hasta la madre con la Vero...
Habíamos ido a Tlalpan y ella ya me había
hablado de su amigo el escritor. Nos metimos a una cantina y luego que estuve
borracha le dije llámale a alguien pa´que nos acompañe; es decir, pa´
ya sabes qué, y ella dijo ¿quieres que te presente a mi amigo, el
que escribe? Yo estaba hasta mi madre así que le dije que sí, total,
si ella confiaba en él…
Cuando llegó no me importó, ya estaba allí y
yo andaba prendida. Bebimos unas copas en la cantina y cuando estuvimos a punto
nos metimos al coche de Vero, que es en el que habíamos llegado y nos dimos
unos besos. Verónica condujo hasta la casa de Martin y llegando, no supe ni
cómo pero ya estaba sin calzones y encima de la cama. Él sí quería coger pero a
la hora de la hora la neta me dio cosa. Le dije que sólo lo haríamos si tenía
condones, porque la neta pensé que no los tendría. Total que sí los tuvo. Lo vi
desde la cama: entró al cuarto de baño y salió con el p... parado y el condón
puesto. En la madre, pensé, y ahora cómo le digo que no. Vero,
Vero… comencé a llamar a mi amiga y cuando Petrozza llegó hasta mí me
dijo: Vero ya se fue, dijo que pasa por ti mañana. No jodas,
le dije, no es verdad. Pero sí fue verdad, la Vero me dejó allí
porque ella no se iba a quedar a ver. Por pendeja yo, pensé, pa´que le pides
carne al carnicero. Tuve que confesarle a este güey que ya se me había bajado
la calentura y que me sentía muy mal.
Creo que eso fue lo que me dolió, que me
comprendiera. Se sentó en la cama, junto a mí y me acarició la cabeza. Me
dijo: ay, chinita, pa´que veas que la cerveza y el sexo no se mezclan.
Ya estás grande, ya deberías saber que si se coge no es por amor ni por
calentura; es por convicción o por dinero. Yo malinterpreté su comentario,
le dije que no era puta y él… que comprendió que yo no entendí, me dijo que eso
ya lo sabía y que de todos modos él no tenía ni un quinto. No tener
dinero es un buen modo de no tener miedo que te estafen o te roben, agregó.
Así que estate tranquila, porque no soy un violador; y si no quieres… pues no.
Se metió a la cama, conmigo; no sé en qué
momento se quitó el condón o si se lo dejó allí, pero dormimos rico. Al
principio no, al principio lloré porque la borrachera se me bajó y me di cuenta
que si no fuera porque Vero me dejó en buenas manos yo estaría quién sabe dónde
y con uno que si me forzaría. Luego me quedé dormida y cuando desperté estaba
abrazada de Martin. Me desperté de golpe y con eso lo desperté a él. Me
dijo buenos días, chinita. Yo estaba desnuda de la cintura
para abajo. Le pedí que saliera para vestirme y salió.
Me levanté, me vestí, fui al cuarto de baño y
otra vez lloré; pero esta vez por otra tristeza diferente, no sé bien por qué;
me pasa mucho que bebo y acabo con alguien y luego lloro. Cuando salí le
agradecí que fuera comprensivo y él asintió con la cabeza y dijo que le
llamaría a Vero para que viniera por mí. Le rogué que no lo hiciera, dije que
yo misma podía coger un taxi a casa. Entonces me percaté que no tenía idea de
dónde estaba mi bolsa. A qué buscas esto, dijo yendo al sillón y
cogiendo mi bolsa. Sí, sí, exclamé y la tomé. Se la arrebaté como si él me la
fuese a robar y se asombró, pero luego me cayó el veinte de que había sido muy
grosera con él que me cuidó. Saqué la billetera y conté; tenía dinero
suficiente para largarme en taxi aunque me cobrara el triple de la tarifa.
No sé por qué lo hice, quizá porque Verónica
siempre me hablaba de él y me contaba que ella le ayudaba a vivir a ese que
tenía un sueño: escribir, y lo lograría. O quizá porque me sentía en deuda con
él porque no abusó de mí a pesar que casi casi yo misma le di las nalgas. O
quizá porque en el fondo deseaba pagar por su silencio, o por una mezcla de
todo, pero el caso es que saqué dos billetes y se los di. Gracias,
chulo, le dije y me fui. No titubeó un segundo y los cogió.
Después de eso le tomé un odio tremendo a
Martin Petrozza. Me había cobrado por nada. Nunca se lo dije a Vero ni a
nadie, es más, ese día en la despedida de Verónica ni el mismo Petrozza sabía
que yo le odiaba. Pero lo peor es que en algún momento de aquella noche pasada
le di mi teléfono y comenzó a llamarme, ahora sí en plan de ligue. Supongo que
quería acabar lo que no acabamos en su casa, pero la neta yo no quería. Martin
Petrozza era la persona más aberrante para mí en la Tierra. Y no es que me
hubiese hecho algo, ya dije, pero sencillamente no lo aguantaba. El sólo
pronunciar su nombre me daba escalofríos. Oír su voz me enchinaba la piel. Y si
se atrevía a llamarme chinita me dolía hasta el alma.
2
Toda la noche fue lo mismo, hablar y hablar de
París o de Francia en general. También se habló de otras cosas pero ya ni
recuerdo. Hubo un momento en que Lucero vino a nuestra mesa y se sentó junto a
Dieguito y contaron chistes y todos reímos. Menos Petrozza, él no se reía de
nada que dijéramos nosotros y hasta parecía aburrido, harto de estar allí. Sólo
hablaba si alguien le dirigía la palabra o para dirigirle la palabra él a Vero.
Y cuando alguien lo hacía hablar contestaba seco y tajante y siempre de mal
humor. Era muy cínico. Ricardo le dijo no mames, compadre, ¿cuántos
whiskies llevas? Y él contestó no sé ni me importa, total,
Pinciotti paga. Eso hizo que se ganara el desprecio de todos mis
amigos.
Era un desconocido, un vulgar y un cínico que
se atrevía a explotar a Verónica. Nadie podía entender porqué seguía siendo
amiga de él. Yo sí. A pesar de todo ese hombre era el único de todos los que
estaban allí que sería capaz de proteger en su casa una mujer borracha y loca;
no importa si ésta mujer se le encuera; si te arrepentías podías decírselo. No
iba a juzgarte o a violarte sólo porque cometiste un error. Ni siquiera el
pinche Dieguito haría eso y yo lo sabía porque había un chisme entre los amigos
de que el muy cabrón una vez abusó de una menor que sacó borracha de un bar.
Estuvo como un mes llorando de miedo porque el pendejo perdió su IFE en la peda
y estaba seguro que la chica la tenía y que lo iban a agarrar. Dicen que hasta
fue a confesarse a la Iglesia y que dejó de tomar un tiempo porque no quería
cagarla otra vez. Los hombres son así, son unos perros.
En todo eso estaba pensando cuando Martin se
levantó. Le dijo a Vero que iría a fumar y salió. Yo no sé que traía yo pero
todo el odio que sentía por él se esfumó. Creo que fue que ya era tarde y había
bebido mucho, hasta Rodrigo me dijo que ya debería pararle porque iba a manejar
yo. Pero le dije no jodas, pus te lo llevas tú y ya. O sea, mi
coche. Saqué las llaves de mi bolsa y se las di. Luego le dije que iría al
sanitario.
Tuve cuidado de que no me viera nadie; hasta
fingí ir en dirección al sanitario, pero una vez perdida entre el gentío me
salí a buscarlo.
Allí estaba en la esquina fumando. Hola,
le dije por detrás y volteó y se sorprendió un poco y luego me dijo qué
hay, chinita. Yo creo que sí ya estaba bien peda porque nomás me dijo
chinita y sentí ganas de c… Por qué no me has hablado en toda la noche,
¿ya no te gusto?, le dije y luego le agarré la mano y le quité el
cigarro y me lo fumé. Él sacó otro, de su chaqueta y dijo mientras yo se lo
encendía: ¿a qué juegas, chinita? Luego de eso ya no dijimos
nada. Nos miramos a los ojos unos segundos y nos besamos.
El resto de la noche no pude separarme de él.
Hasta le cambié el lugar a Verónica y estuvimos hablando. Le pedí que me
contara de su vida y me dijo que ya lo sabía. Soy escritor y escribo,
es todo. A veces brindábamos o a veces le tocaba la mano por debajo de
la mesa. Verónica se dio cuenta y me hizo el paro hablando con Rodrigo para
distraerlo. No tuve que pedírselo, Vero es lista, se entera de todo y actúa. La
que también lo notó fue la pendeja de Brenda; a esa ya de por sí me la traía en
miras. Me había enterado que andaba diciendo que tengo problemas con el
alcohol. Como si ella no los tuviera, si todos sabemos de la vez que se cayó en
el lago de Chapultepec por andar tomando en las lanchas; dime si no es de
borrachos eso de tomar en las lanchas del lago. Se lo conté a Petrozza y la
señalé y se rió; dijo que no le hiciera caso, que la gente siempre anda
diciendo de uno que tiene problemas de alcohol. No importa si es verdad o no.
Además dijo que los problemas de alcohol no existen, que los problemas son
otros, y lo que hacemos con el alcohol es punto y aparte. Yo le dije que no
entendía eso y me lo resumió. Dijo: mira, si uno es pendejo es pendejo
y se acabó. O si uno pega, es pegador y se acabó. Que lo haga bajo el influjo
del alcohol es otra cosa; no podemos juzgar a la luna porque un hombre se
transforma en lobo bajo su luz. Y el que es tranquilo es tranquilo,
dijo, aunque se chingue dos botellas de ron. Esto me hizo reí
mucho, mucho, mucho. La verdad es que me reí y casi me caigo de la risa, porque
pensé: entonces yo soy puta y no borracha porque nomás tomo y me pongo
acalorada. Pero no se lo dije, fue un chiste nomás para mí.
Rodrigo fue a verme porque esa carcajada que
solté hizo que todos voltearan y comenzaran a decir ésta ya está hasta las
chanclas. Le dije que me dejara en paz, que andaba bien y que sólo me había
reído. Verónica también vino, me dijo güey no vayas a hacer una
pendejada delante de Rodrigo. Sí, sí, sí, le dije, no te preocupes, es
que me acordé de un chiste bueno. Me miró a los ojos y no dijo nada, creo que
me estaba midiendo; el grado de borracha que estaba.
Cuando todo estuvo normal de nuevo le
pregunté a Petrozza si no quería otro cigarrito. Yo sí,
respondió, la cosa es saber si tú de verdad lo quieres. Lo
quiero, dije. Esta vez lo dije muy segura y él debió notarlo porque me tomó
de la mano, con mucha fuerza y me jaló hasta afuera. Yo tuve miedo, ya sabes,
de que todos nos vieran pero luego pensé: a la chingada, esto es así.
Caminamos por el camellón, hasta una parte
oscura y allí nos besamos. Comenzó por besarme la boca y el cuello y luego me
agarró las nalgas. Me tocó los senos y yo tenías unas ganas y al mismo tiempo
mucho miedo pero no se lo dije porque pensaba que esta vez no me dejaría ir; ya
se la había jugado una vez. Me sacó las chichis y pensé: no jodas otra vez vas
a acabar así en la calle. Me estaba tocando los senos cuando pasó un coche y
nos echó las luces. Para ya, le dije, nos van a multar.
Se detuvo y me miró. Me preguntó si esta vez
estaba segura y tardé en contestar que no. Movió la cabeza, como si estuviera
harto de mí y la verdad que tenía derecho a estarlo, pensaba, pero por otro
lado me había prometido a mí misma que no volvería a tomar y hacerlo sin
protección.
Petrozza habló conmigo, pensé que me echaría
el rollo de siempre, el que va de que no debo ser así. No, me dijo que estaba
bien, que no había pedo, que nomás me aliñara porque no quería entrar conmigo y
que me vieran así. Me ayudó a acomodarme el vestido y a secarme las lágrimas.
Sí, otra vez lloré.
Antes de entrar le dije que ahora sí quería
un cigarrillo de verdad y me dio uno y sacó otro para él también. Fumamos en la
entrada a la vista de los guardas de seguridad y no sé cuántos nos habremos
tardado pero de pronto salió del bar Rodrigo y detrás Dieguito y Verónica.
Rodrigo venía excitado y cuando se encontró conmigo me miró de arriba abajo e
inmediatamente después miró a Petrozza. Petrozza no se asustó ni nada aunque
Rodrigo tenía toda la intención de pegarle, eso se notaba. Pero no tenía
pruebas, sólo estábamos afuera fumando un cigarrillo; si tardamos media hora
fue porque también platicamos. Eso fue lo que le dije a mi novio cuando
estuvimos a solas, en el bar.
Pero antes, Verónica se acercó a Petrozza y
le dijo ya métete, anda, te invito otra copa. Rodrigo se acercó a
mí y me jaló del brazo y me exigió que entrara. Fuimos los primeros en entrar.
Luego entró Dieguito que antes de meterse le gritó algo a Martin pero no pude
escuchar qué. Finalmente entraron Verónica y Petrozza pero esta vez no se
sentaron con nosotros sino en otra mesa. Hablaron, no sé de qué. No es difícil
hacerse una idea, supongo que Verónica regañó a Martin por salirse conmigo sabiendo
que no vengo sola o algo así.
Conmigo habló Dieguito, a solas, me
dijo güey, dime la neta, qué pedo con ese cabrón, el amigo de Verónica. Nada,
le decía yo harta y le pedía que me diera un vaso con Brandy. Ya no hay,
dijo, y yo creo que era verdad porque ya casi no había gente dentro y la música
estaba baja. Insistía en que le contara qué pasó allá afuera y yo le decía que
nada y que nada y que me diera brandy. Al final no sé cómo pero me consiguió
una cerveza y no estuvo mal, era mejor que nada. Entonces bebí la cerveza y le
pregunté de qué se habían enterado dentro o qué. Me dijo que todos notaron
nuestra ausencia, que Brenda miró cómo Petrozza me tomó de la mano y me sacó y
que no quería decirle a Rodrigo pero él mismo acabó por darse cuenta que Petrozza
y yo faltábamos. Di otro trago a la cerveza, tenía ganas de llorar, ¿por qué
siempre se hacía desmadre por mi culpa? Ahora todos iban a creerle a Brenda eso
de que tengo pedos con el alcohol y encima que soy puta. Ya,
dijo Dieguito, dime qué transa, dime la neta, qué pedo con ese güey.
Alcé la cara para verlo a los ojos y le dije nada, te lo juro, es un
amigo y salimos a platicar y fumar. Pero no me creyó, dijo que estaba muy
rara, que había llorado y que estaba despeinada. Me amenazó con que si no le
confesaba lo que ocurrió allá fuera iban a madrearse al Petrozza y le valía
verga, así dijo, si era muy amigo de Verónica o qué. Ya te dije que
nada, insistí.
Entonces llegaron Rodrigo y el Sebas y
Rodrigo me gritó que le dijera qué pedo con ese güey o ahoritita mismo le iba a
romper su madre. Yo ya no pude más y lloré y le dije que me perdonara, que
nomás fueron unos besos pero que la culpa no era de él. Para colmo se acercó
Brenda porque me vio llorar y escuchó todo y aseguró que él me había sacado por
la fuerza, que ella misma lo había visto. No lo pensaron dos veces… Dieguito,
Rodrigo y el Sebas se fueron corriendo a buscar a Petrozza; Brenda se quedó
conmigo y me consoló diciendo que debí pedir ayuda, que si él me quería sacar
por fuerza debí pedir ayuda y me ayudaban. Pero no importa,
dijo, ya ahorita le parten su madre a ese maldito. Por
cabrón, dijo, que se vaya a pasar de lanza con su abuela… Y yo
lloraba mucho porque no era culpa suya, era culpa mía…
3
Al otro día
por la tarde me llamaron al cel. De un número desconocido. Contesté y era
Petrozza, me dijo chinita ahora sí te pasaste. Cuando escuché
su voz me dieron ganas de salir corriendo y abrazarlo. Perdóname,
le dije, perdóname. Se rió y dijo, no me pidas perdón… o
voy a acabar por perdonarte. Y se volvió a reír y yo no
comprendía nada y le pregunté si estaba bien y dijo que sí, que estaba muy
bien, algo crudo pero bien. No hablaba como alguien a quien se hubiesen
madreado. ¡Qué te hicieron!, exclamé.
Total que pa´no hacer el cuento largo resulta
que cuando fueron a buscarlo en el bar él ya se había ido. Se fue con Verónica,
los dos nos abandonaron a todos porque Verónica ya se las olía que esto iba a
acabar mal. Yo no me enteré, a mí Rodrigo me dijo que le habían dado una chinga
a ese güey pa´que aprendiera a no meterse con las viejas de otros. Me lo dijo
en el coche rumbo a mi casa cuando fue a llevarme. Se quedó a dormir conmigo
pero en la mañana se fue.
Se lo conté por teléfono a Petrozza y se rió
mucho y dijo que qué pinches noviecitos me cargaba, que para eso estaba mejor
salir con un Chimpancé, y yo pensé en todo, en cómo había sido todo desde que
conocí a Petrozza y en lo mucho que Verónica debe quererlo para habernos dejado
a todos por él (se fueron sin despedirse). Y también pensé en Rodrigo y en que
él sí era un mentiroso y un mamarracho.
Petrozza me invitó a salir esa misma noche a
una cantina por su casa y le dije que sí, que con mucho gusto, y cuando llegó
la noche fuimos.
La cantina era la Jalisciense; justo donde le
conocí. Eso nos hizo mucha gracias porque él dijo que la vida era como el
oleaje del mar y que uno siempre acaba donde comienza, o comienza donde acaba;
algo así pero el caso es que se entendía y que me hizo reí. Estar con él era
reconfortante, tenía una sensación como de libertad. De que podía decirle ya
me voy y no se enojaría; o le podía pedir que me llevara a su casa y
tampoco le importaría ni trataría de violarme. A fin de cuentas, si yo tenía
ganas de hacerlo se lo podía decir y no me tacharía de puta ni nada, no iría a
contárselo a todos porque él no es así… incluso me confesó que aparte de
Verónica solo tenía dos amigos. Yo le pregunté por qué y respondió que porque
todos eran cabrones e hijos de putas. Asentí con la cabeza, yo misma lo había
pensado, que no se puede confiar en nadie y que la vida está perra. Pedimos
whisky en las rocas y brindamos por nosotros.
Ya no me parecía malo, hasta me resultó
divertido cuando se quejó de los amigos de Verónica; de Dieguito y de Ricardo,
de Brenda, de todos. Dijo que eran unos gilipollas y dio un trago al whisky y
luego brindo otra vez conmigo, por tus ojos preciosos, dijo.
Cuando nos acabamos el dinero en whisky nos
fuimos de allí caminando. Encendimos cigarrillos y caminamos bajo la luz de la
luna y alrededor del kiosco del centro de Tlalpan. No me lo había pasado tan
bien desde hace años. Se lo dije y nos besamos, pero esta vez fue un beso
tierno y largo y no intentó tocarme en la calle.
Acabamos en su casa, a la que llegamos
caminando y de tanto besarnos y hablar ni lo notamos. Fuimos directo a la cama
y esta vez no lloré ni me puse reacia.
4
Al otro día llegó Verónica y me encontró allí y
entre todos platicamos el rollo que nos había sucedido. Verónica dijo que
alguno de ellos dos debería escribirlo, para no perder la costumbre. Petrozza
dijo que él no, que esto estaba muy fresco y que además no se sentía objetivo.
Verónica tuvo que hacerse cargo y se lo conté con lujo de detalle, lo que había
pasado la noche que me dejó en casa de Martin y lo que hicimos en el camellón;
lo que me dijo Rodrigo, lo de la cantina, y todo lo que yo pensaba y sentía en
cada momento y en cada situación.
una pagina muy bella.
ResponderEliminarMuy bueno. Gracias.
ResponderEliminarBueno y divertido. :D
ResponderEliminarEncantador tu texto, gracias.
ResponderEliminarBuena narración. Se agradece la honestidad, que en este caso es un valor agregado a la prosa ágil.
ResponderEliminarjeje, narrar a partir de tus experiencias inmediatas. así es la literatura sincera. supongo, pues...
ResponderEliminarMuy divertida la narración
ResponderEliminarUna buena historia con final feliz,gracias por compartir,
ResponderEliminarCuento chusco, de un dicho que reza ...
ResponderEliminarDel odio al amor, tan sólo un paso.
Vas bien. Lo único q no entiendo es porque no usar abiertamente los nombres y no poner el p..... o quería c......
ResponderEliminarY lo otro : se supone que Veronica se fue a Francia, como iba a hablar con ella después de estar con Petrozza?
Verónica P. Es el primer texto tuyo que leo y reconozco que me ha gustado mucho pese a las dificultades que he tenido por algunos términos coloquiales. Soy español y residí en Colombia unos años y aunque me familiarice con algunos localismos poco usados a este lado del Atlántico lo cierto es que he necesitado varias lecturas para comprender parte del contexto, no del contenido. ¿Qué es un caballito de tequila?
ResponderEliminarHay dos puntos que me llamaron mucho la atención.
Uno la historia del alcohol. Me encanta esa reflexión. Un tonto es tonto con o sin güisqui de por medio.
Y otro concepto que me dio que pensar es la idea de “follar”: “no es por amor ni por calentura; es por convicción o por dinero”.
Quizás estas anotaciones me dieron una excusa para reflexionar profundamente sobre el tema. Creo que a parte de la belleza, la sorpresa o el puro entretenimiento, este debe de ser el objetivo de un autor.
El final me encanto, me sorprendo y me resulto gracioso. Quizás mi vocación frustrada de escritor, se ve reflejada en el personaje.
Si veo un error, es el de”c... ” Después de esa retahíla de “palabras mal sonantes” groserías y demás dejar esa anotación tan pudorosa me desconcertó.
Un saludo y mucho ánimo para seguir escribiendo.
Este texto me encanto siempre...;)
ResponderEliminarGenial!
ResponderEliminar