Todas mis amigas y yo habíamos
quedado de salir. Eso es lo que habíamos dicho, y habíamos quedado de salir a
una discoteca e ir a bailar, pero como cada que intentábamos salir a una
discoteca, lo que realmente intentábamos era que un hombre nos sedujera. A
veces lográbamos entrar a la discoteca pero otras no, y cuando lo hacíamos, era
July la que siempre ganaba el juego de los hombres. Teníamos dieciséis años y nuestro lema era ¡vive la vida! Para
entrar a un lugar debíamos fingir nuestra mayoría de edad y no siempre
resultaba sencillo. Sobre todo en las buenas discotecas que eran adonde más
deseábamos estar. Allí estaban los hombres guapos y adinerados de los que todas
hablaban en el colegio.
Yo tenía mis momentos pero nada como July.
July era delgadita como una princesa y rubia y con un cuerpo bien
proporcionado. Además, era natural. Era de esas chicas que no importa si la
encuentras a la una de la madrugada, desvelada, con el pijama encima. Siempre
lucía espectacular. Ella debía saberlo porque sólo estando segura de que eres
bella puedes desentenderte tanto de tu aspecto. No como yo, que me lo paso
pensando en cómo me veo. Estoy segura que no soy fea porque me lo han dicho y
además hay un par de chicos en el cole que quieren salir conmigo, pero nunca
estoy satisfecha cuando me miro al espejo. Es como si supiese que siempre puedo
estar un poco mejor. Si me remarcara
los labios, si me rizara más las pestañas, si me pasara el cepillo por el pelo…
Ya dije que July siempre lo lograba,
entrabamos a las discos y en menos de una hora tenía un par de hombres rondándole
y no había noche que no le solicitasen al menos quince papelitos con su número
móvil. Wendy la miraba y hacía muecas, decía que esa July era una furcia. No sé
para qué salía con nosotras si sólo iba a decir aquello de July. También estaba
Katty, que como todas, tenía sus buenas rachas y a veces la hacían bailar hasta
morirse. Sobre todo porque usaba escotes y faldas. De ella Wendy no decía nada
porque era su amiga desde la primaria y además porque Katty nunca la dejaba
sola. Si había dos o más chicos que quisieran bailar con ella les decía que sí
pero que también lo hicieran con su amiga. Sólo así Wendy lograba bailar con
alguno, porque de otra manera… Y eso sí, cuando Katty o Wendy bailaban con más
de uno, Wendy lo llamaba sociabilizar;
pero si July o yo lo hacíamos, nos llamaba furcias. A July no le importaba pero
a mí me tenía hasta la coronilla. Sobre todo porque se creía muy guapa y la
verdad es que estaba gorda y fea.
El colmo fue un día que Wendy llegó al colegio
a decir que la noche anterior salimos y que ella brilló como una estrella y que
July acabó borracha y en manos de un gamberro. Algo había de verdad, pero no
todo era cierto. Si bien Wendy brilló en sociedad fue porque esta vez fuimos a
un cantabar y lo que sí, es que la gorda esa sabe cantar. Entonces se ganó el
aplauso del público y todos le sonreían y le pedían que cantara otra canción. Andaba
como loca porque los hombres querían bailar con ella las salsas que cantaba y
no se lo creía. Y entre todo eso había uno que era el más guapo, un chico
mayor, como de veintitantos años, al que Wendy, Katty y yo le pusimos el ojo
desde que llegamos. En el fondo lo sabíamos: que él acabaría con July y no con
alguna de nosotras. Lo malo fue que el chico sí sabía beber y bebía de lo
lindo. July no, y la muy mensa estuvo aceptando los tragos que éste le invitaba
con tal de no lucir como una boba. La verdad que no la culpo, con lo guapo que
estaba aquel yo me hubiese bebido la botella entera con tal que me llevara…
El caso es que Wendy se lo pasó difamando el
nombre de July, llamándole furcia, que era su palabra favorita y yo ya le había
dicho que si no conocía otra, y diciendo que ella era un ángel y la buena moral
encarnada. Esta vez se pasó porque hasta Katty que es su amiga le dijo que le
bajara, que July no era furcia y que ella misma se hubiera ido con el chico si
se lo hubiese pedido a ella; más o menos lo que yo pienso de mí, como ya dije,
y lo que cualquiera pensaría si lo hubiera visto. Y como Wendy no se atreve a
contradecir a Katty, se ensañó conmigo. Dijo que yo era una mosquita muerta
pero que en realidad era igual de… sí, sí, le dije antes que lo dijera porque
ya sabía lo que iba a decir: soy igual de furcia que mi amiga. Y la muy cerda
dijo que sí, que eso era. Yo estaba que me hacía del coraje y me juré a mí
misma que la próxima vez que saliéramos me las iba pagar… Así que ahora
habíamos quedado en salir y comenzaba mi venganza.
Como ya estaba harta de que se
diera aires de glamur, me dije que esta vez la aplastaríamos. Por mi cabezota
pasó la idea de que si ella miraba cómo July y yo lográbamos ligar con
facilidad se daría cuenta por fin de que ella es fea y que nació para admirar a
otras y no para ser admirada. A July no le dije nada porque no era necesario,
July siempre brillaba por su sonrisa y nunca salía sola de ningún lado. El
problema era hacer que yo lo lograra también y que se notara por mucho la diferencia
entre todo lo que bailábamos July y yo y lo aplastadas que le quedarían las
nalgas a Wendy de tanto estar sentada. Para eso me urgía encontrar un método para
llamar la atención de todos los hombres, para que ninguno se acercara ni por
error a Wendy, o a Katty.
Quedamos de vernos en la Zona rosa y de allí partir
a donde sea que el destino nos llevara. Siempre era así, nos mirábamos en algún
sitio céntrico de la ciudad y luego buscábamos la discoteca que estuviese
dispuesta a abrir sus puertas a cuatro menores de edad sedientas de vivir la
vida. A veces lográbamos entrar gracias a que nos abordaban hombres en la calle
y nos invitaban a bailar o beber una copa. Es más fácil si vas acompañada. A
beber copas no siempre aceptábamos porque en realidad no bebíamos y además,
cuando ellos querían beber lo hacían en un bar y nosotras no queríamos bares.
Queríamos bailar y perdernos en la oscuridad de las luces de neón. La música a
todo volumen nos daba vida. Bailar era nuestra religión, y salir de allí
acompañada lo mejor que podía pasarnos en la vida.
2
Uno de ellos, el que estuvo conmigo, dijo que
se llamaba Luis González. Era alto y moreno y tenía las manos gruesas, como un
campesino pero con los dedos largos. Calculé que tendría unos treinta años,
pero cuando le pregunté me dijo que veinticinco. No di importancia, total, el
caso era bailar y estar con alguien. Bebía mucho y venía con otro, creo que
Raúl, y supongo que González por que dijo que eran hermanos y que venían del
Norte. Raúl era menos alto pero más fornido y se lo pasaba sonriendo como si
todo estuviese hecho. Esa era la impresión que daba; sonreía y parecía que te
decía: todo está hecho. Supongo que
por eso le agarré confianza y cuando me preguntó si tenía novio mentí, le dije
que sí pero que hoy andaba sola. Me estaba luciendo, quería hacerme la loca
para que se quedaran conmigo y no hablaran con las demás.
Me abordaron de inmediato, hasta pensé que era
mi día de suerte o algo y que lograría dejar con la boca abierta a la idiota de
Wendy. Que se pensaría: yo soy la única
que no logra ligar. Luego pensé que el plan había dado resultado. Había
leído en una revista de moda cómo debe vestirse una para matar, y eso hice. Me
puse minifalda, tacones y un súper escote. No estaba lejos de ir encuerada,
pero si quería vengarme de Wendy debía hacer un sacrificio.
July estuvo estupenda, como siempre, pero no
quiso intentarlo con Luis ni con Raúl. Dijo que no le daban buena espina. Me lo
dijo a mí, a solas, cuando Luis me mandó conseguir una amiga para su hermano
Raúl. No le dije a Wendy ni a Katty, por los motivos que ya saben, y regresé
con Luis y me hice la desentendida. Le dije: ay, mis amigas son unas tontas, no
quieren divertirse pero yo sí. Entonces Luis y Raúl se miraron y sonrieron y me
llevaron a su mesa, que no estaba lejos de la de mis amigas.
Primero me contaron que eran comerciantes de
algo, pero ya no recuerdo, no puse atención. Lo único para mí era dejar en
claro a Wendy que hasta yo puedo hacerlo. Que yo puedo ser el centro de
atención y la mujer por la cual dos hombres mayores se muerden los dedos. Me
invitaron una copa y acepté porque no iba a confesarles que no bebo, capaz que
me consideran tonta y me dejan y hay que empezar de nuevo. La copa era de tequila,
lo recuerdo porque uno de ellos, Raúl, se lo pasaba diciendo que el tequila es
lo único. Gracias a Dios la mía la sirvieron con refresco y pude disimular. Daba
pequeños tragos y brindaba con ellos para hacerme la que sí sabe. Luego me
sacaron a bailar. Primero Luis.
Ahora sí, por dentro me estaba riendo. Bailaba
y de reojo miraba a Wendy que estaba sentada sola en una banca. July también
bailaba, con un rubio de dos metros, y Katty platicaba de lo lindo con un
moreno delgado que tenía pinta de tener dinero. Wendy podía decir que yo era
una furcia pero ser una furcia es mejor que ser Wendy. Es más divertido. Se
vive mejor.
Lo único malo es que estos dos bebían como
locos y me hacían beber y yo no podía decir que no. July me miraba desde su
sitio, ya sea bailando o sentada platicando con el rubio, y me guiñaba el ojo.
No podía decepcionarla. Tenía que hacerle ver que yo era como ella, o que había
aprendido bien de verla, porque ser como ella, lo que se dice ser como ella, pues la verdad nunca. Katty también me miraba, como si yo
fuese de otro mundo, o como si estuviese viendo el Apocalipsis. ¿Es tan raro
que yo baile con dos y que los tenga pegados?, me pregunté, porque en serio,
Katty y hasta Wendy me miraban con ojos de búho y yo no entendía ni un pelo de
gato, y es que, no sé… había algo raro en el ambiente. Es como si me vieran y
no me envidiasen; como si me vieran y me tuvieran cuidado. Eso es lo que me
hizo pensar July cuando me miró y me sonrió, que me estaba sonriendo como una
hermana a una hermana menor.
No di importancia, lo estaba pasando bien y es
lo que importa, vivir la vida, vivir el momento. Incluso comencé a beber con
más ganas, después de todo beber es bueno, con ello se está mejor según los
expertos.
3
El primero en ponerse pesado fue
Raúl. Bailamos una salsa y pegó su boca a mi cuello. Como era bajo no le costó
esfuerzo y yo hasta pensé que era algo normal. Pero luego comenzó a tocarme las
nalgas. Recuerdo que di un brinquito cuando sentí sus dedos en mi trasero, como
una pinza, porque no fue suave, lo hizo como si quisiera arrancarme un trozo de
carne. Casi le digo que no, pero del susto no pude. No supe cómo reaccionar. Para
cuando me cayó el veinte ya me había tocado y me dije que si lo hacía de nuevo
esta vez le pararía. Pero lo hizo de nuevo, cuando no me lo esperaba y sus
movimientos eran tan rápidos y certeros que ni siquiera me daba tiempo de
digerir que en verdad me estaba tocando. Además, Wendy me miraba y esta vez
estoy segura que se moría de celos. Era yo y tenía a un hombre encima.
Por otro lado estaba Luis, que continuaba
siendo un caballero y bailaba muy bien. Cuando bailaba con Luis me sentía la
estrella del momento, era lúcido y me llevaba de arriba abajo y de un lado a
otro y todos nos miraban. Él lo sabía porque mandaba sonrisas y besos. Hasta
July nos miraba y reía y me saludaba con la mano o me aplaudía. Yo pensaba:
Wendy jamás hará esto. Cuando bailaba con Luis se me olvidaba que su hermano
era bestia y estaba ebrio. Supongo que por eso, cuando llegó la hora de partir
y fue él quien me lo pidió, acepté.
Luis dijo: eres un encanto, mujer, y nos
gustaría llevarte a un sitio más privado. ¿Adónde?, pregunté yo, ingenuamente
porque aquella noche lo creía todo. Dijo que a una fiesta, con unos amigos
suyos donde había mucho tequila y mucho ambiente. Yo dije que sí, total, el
caso era salir de allí del brazo de alguien. Luis rió como un enajenado, como
si no se lo creyera y yo reí con él, de nervios. Inmediatamente pidió la cuenta
y le dijo a su hermano que ya no bebiera, que iríamos todos a otro lado. Raúl
me echó una mirada que casi me mete la vista por debajo de la falda y se frotó
las manos como una mantis religiosa. Luego, Luis me dijo que podía invitar a
mis amiguitas, que no estaba de más llevarlas. Lo pensé dos veces, al menos
llevar a July y a Katty y dejar a la imbécil de Wendy como a una vaca parada porque
como ella no es furcia, no encaja. Pero Katty no lo permitiría, ella no iría si
no va Wendy y yo definitivamente no estaba dispuesta a llevar a esa gorda a
ningún lado. Al final no invite a ninguna, esta era mi noche, ni hablar…
Me despedí de July de beso y abrazo y me lo
dijo. Dijo: no vayas, no me dan confianza. Le pedí que no se preocupara, que Luis
era un encanto y que me llevaría a casa luego de la fiesta. Al menos así es
como yo lo imaginaba.
Luego me despedí de Katty. Le dije que me iría
con Luis y su hermano a una fiesta privada y que me deseara suerte porque Luis
estaba guapísimo. Ella también me lo dijo. Dijo: no sé, Fany, ¿por qué no te
quedas y te estás con nosotras? Pero yo no iba a ceder, esta era mi maldita
noche, Dios. ¿Por qué se aferran a robarme mi noche? Lo siento, Katty, le dije,
pero no siempre se encuentra una con alguien así, además, es buen chico, sólo
iremos unas horas con amigos suyos y luego me llevarán a casa. Te veo el lunes
en el cole, besos.
Finalmente, la estocada. Despedirme de Wendy era
dar el tiro de gracia. Ya podía decir de mí lo que quisiera, pero ella y yo, y
sobre todo ella, en el fondo, sabemos que las perdedoras se quedan, y las
ganadoras se van…
Textos de la modernidad y de la juventud de nuestros días. Es grato leer literatura de todo tipo y con todos los matices. Gracias
ResponderEliminarTremendo, como siempre
ResponderEliminarlo leí todo y no lo encontré particularmente ERÓTICO
ResponderEliminarMe gusta mucho còmo te expresàs.Felicitaciones.
ResponderEliminarcomo megustaria entrar con una istoria asi de colejialas entre besos cachondeos asta llegar al asalto carnal.
ResponderEliminarExcelente texto que nos hace viajar a los tiempos de la adolescencia. Hace poco leí un relato de similares características aunque mucho más descarnado en la página "Todas Las Artes Argentina", de Carlos Nahas. Se llama "Ana no Vuelve" y lo pueden ver en http://todaslasartes-argentina.blogspot.com.ar
ResponderEliminarprexioso
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