Debo estar borracho para decir lo que digo. Estoy con
Sandra, en un bar, y he perdido el conteo de las copas. Es igual, pienso, ella
paga.
No puedo dejar de mirar su nariz. Es una nariz
grande en medio de dos ojos. Ella pregunta qué miro y se lo digo: miro tu
nariz. Se avergüenza; debe saber las medidas de sus proporciones. Para
calmarla, agrego que es bella. Una nariz griega, o algo. Sin embargo, no se lo
traga. Probablemente le causó traumas en la adolescencia. Debió ser el blanco
de burlas crueles. No es difícil imaginarlo.
Alzo la mano y ordeno otra ronda. Sandra no ha
terminado pero bebe al hilo y el mesero se lleva los vasos. Luego trae otros
(muy probablemente los mismos), con whisky. Dejo el tema de la nariz. No deseo
hacerla enfadar. Hacerlo puede jodernos el sexo. No quiero jodernos el sexo
porque de algún modo el sexo es lo mejor que puede pasarnos a dos como
nosotros. No nos amamos, lo sabemos, pero hacemos el amor. Fuera de ello nos
odiamos. Yo odio a Sandra y su nariz. Ella me odia a mí y a mis libros.
Sandra propone un brindis, por nosotros, y brindo. Luego hace
conversación. Dice que le gusta mi sonrisa. Entonces sonrió, pero después dice
que yo a veces le doy miedo. Sobre todo cuando la miro como la miro en este
momento. Respondo que uno siempre teme a lo que desconoce. Yo te conozco,
exclama. Sí, miento. Sandra no entiende. No se lo digo, no quiero joderla con
filosofía. Eso también puede jodernos el sexo. Para follar a una mujer hay que
atravesar un campo minado. Una palabra puede ser una mina. En cambio, le digo que
es una mujer muy bella. No lo cree (lo que significa que sí lo cree, que ella
lo cree de sí misma). Para probarlo le tomo la mano y la llevo hasta mi
entrepierna. Estoy empalmado. Me pones a tope con solo mirarte, le digo. Sonríe
y dice que ahora sí lo cree. No es verdad, estaría empalmado incluso sin ella.
En adelante bebemos en silencio. Hay música,
hay gente, Sandra está enfrente de mí. Aún así me siento solo. ¿Qué piensas?, pregunta. No contesto. Enciendo un cigarrillo. Dentro no se permite fumar,
lo sé. Sandra me lo recuerda pero me alzo de hombros. Acto seguido, se acerca
un mesero. Me pide que apague el cigarrillo. Lo miro a los ojos sin decir algo.
Insiste. Dice que la ley, etc. Sandra interviene, le ruega que me permita fumar
tan sólo éste. El mesero se niega, dice que es la ley, y está a punto de decir
algo más… Está bien, digo, de todos modos ya nos vamos. Echo el cigarrillo a mi
vaso con whisky. El mesero me echa una mirada y se va. Sandra enloquece. Lo
siento, digo, un trago más y no podré hacerlo. Meneo la pelvis para que lo
entienda. Sandra asiente y se levanta; da alcance al mesero y ordena la cuenta.
Cuando la cuenta está pagada me lleva a su apartamento.
2
El apartamento de Sandra está en
Las Águilas. Es un apartamento pequeño. En él viven Sandra y su madre, pero su
madre no está. Ha salido de viaje así que podemos ir allí y hacerlo.
Sandra prepara café. Opino que lo deje pero
insiste. Te sentará bien, dice. Quiere asegurarse que su hombre la follará. Ha
pagado las copas y me ha dado hospedaje, lo menos que puedo hacer es follarla. Se
acerca a mí con una taza llena de café. Me lo estira y me acaricia el cuello. Bebo
el café. Es un café bueno, exclamo. Yo misma lo he comprado, anuncia ella
orgullosamente, en Veracruz. Se lo aplaudo y sonríe. Es bueno hacerla reír
antes de llevarla a la cama. La risa segrega sustancias y cosas así. Mientras
bebemos el café dice que hoy será difícil. Ha adoptado un tono serio para
decirlo, pero no tanto; como si no quisiera darle tanta importancia a algo
importante. La cosa es que está reglando. Alzo los hombros y digo que está
bien. Me besa en la mejilla y ríe. Ella debe saberlo también, lo de la risa. Me
hace cosquillas en el cuello. Ahora hemos bebido y reído suficiente, así que
vamos a la habitación.
Una vez en la habitación me descalzo y me echó
en cama. Entro a las cobijas sin ocultar el cansancio. Sandra sonríe al tiempo
que se desnuda para mí. La miro hacerlo. Lo hace bastante bien para no
dedicarse a ello. Que no cobre no significa que no se dedique a ello, pienso.
Sin embargo, no puedo dejar de ver su maldita nariz. Vaya que es grande. Es más
grande cada que la miro. Proporcionalmente hablando, podría decirse que es más
grande que sus tetas. Incluso más grande que su cabeza. No puedo evitar pensar
en su nariz y pienso que este asunto está jodido. A estas alturas para follar a
Sandra debo concentrarme. Al principio fue fácil, pero ahora es un polvo más. Y
con esa nariz…
Desnuda, Sandra se sube a mí y comienza a
besarme. Siento su nariz chocar con la mía. Tiene la punta fría. Después me
besa el cuello y no puedo evitar sentirlo. Allí esta, pienso. Entonces río. Sandra es una nariz con culo y
tetas, pienso. Si tuviese la mitad de cerebro que tiene de… Me reprimo el
pensamiento. No deseo ser cruel, Sandra es una buena chica y me ofrece su sexo.
No soy un desalmado, pero… joder… Sandra se detiene. ¿Todo bien?, pregunta. Sí,
miento y le ayudo a desnudarme. Me siento absurdo, allí, con Sandra que me
desnuda como a un bebé y todo esto. Estoy siendo injusto, pienso, hay mujeres
espectaculares con narices grandes. Sandra tiene la nariz grande, ya lo sabía;
como no saberlo si la he mirado desde el principio; pero hasta ahora lo he
descubierto. Es como un mosquito que me ronda el pensamiento.
Finalmente la monto y la penetro. No he
perdido la erección a pesar de todo. Se opone al principio pero luego cede. La
vagina, quiero decir. Cuando nos entendemos le doy un polvo suave. No quiero
correrme pronto. Sandra gime. Echa la cabeza atrás y gime. Todo lo
que veo es un par de fosas... me detengo. No estoy haciendo un buen papel, lo
sé. Me concentro. Pienso en otra mujer. Cualquiera. Cualquiera que no tenga esa…
¡Joder!, exclama Sandra. Abro los ojos.
Pienso: he estado haciendo lo mío, ¿qué es lo que pasa? Sandra mira nuestros
sexos. Yo miro también. Es la menstruación, ha salido y luce como un filme gore. Parece que me has acuchillado,
exclama y ríe. Eso es casi lo que he hecho, digo y no le doy importancia.
Continúo con el jaleo y ella se deja llevar. Esto es lo que la gente llama hacer el amor. Huele a menstruación.
3
Antes del amanecer despierto.
Sandra está a mi lado. Me levanto para ir al sanitario. Entro al sanitario y
meo. Al salir, Sandra sigue allí. Duerme. La miro largo rato. La nariz de
Sandra sigue allí.
Me siento sobre el borde de la cama. Ya no
podré dormir. Me tomo la cabeza; no me duele, pero tampoco me deja estar en
paz. Es complicado, pienso, eso de la belleza física.
La belleza física reside en el cuerpo, pero sólo reside. La belleza nunca es física realmente. En los ojos de una mujer están los ojos, pero también la mirada. Está la carne y está el espíritu. ¿Es verdad que sus ojos son bellos?, ¿o es su mirada? Esa boca tierna… ¿Puede ser tierna una boca?, ¿puede una boca ser? La belleza no es de naturaleza física, su ámbito, más que al cuerpo, pertenece al plano abstracto. Pero para ser poéticos, digamos que al alma. Alma, en todo caso, alude al conjunto de aspectos psíquicos que residen en el cuerpo y que continuarán allí hasta que la muerte los separe, como en una de esas caricaturas donde el alma abandona el cuerpo que la aprisionó.
La belleza física reside en el cuerpo, pero sólo reside. La belleza nunca es física realmente. En los ojos de una mujer están los ojos, pero también la mirada. Está la carne y está el espíritu. ¿Es verdad que sus ojos son bellos?, ¿o es su mirada? Esa boca tierna… ¿Puede ser tierna una boca?, ¿puede una boca ser? La belleza no es de naturaleza física, su ámbito, más que al cuerpo, pertenece al plano abstracto. Pero para ser poéticos, digamos que al alma. Alma, en todo caso, alude al conjunto de aspectos psíquicos que residen en el cuerpo y que continuarán allí hasta que la muerte los separe, como en una de esas caricaturas donde el alma abandona el cuerpo que la aprisionó.
Cuando uno habla de belleza, no hay errores,
aparentemente. Un buen culo, un par de tetas buenas. Una nariz respingada. Pero
para mí, está claro que hasta el aspecto de un culo responde a las órdenes que
el cuerpo recibe desde ese lugar al que llamamos personalidad. Dos culos
grandes y bien firmes, uno que se mueve al ritmo de una música suave, y otro
que no sabe moverse aunque pertenece a una gemela. Este último nunca será tan
bello como el primero. Dos muchachas de ojos verdes podrían competir por el
triunfo de Miss Universo, dependiendo éste, de un parpadeo, de una palabra, de
una actitud. La belleza es cultural; nos han enseñado a identificarla. Se nos
ha dicho: las tetas grandes son mejores. Pero probablemente es mentira. Las
tetas grandes son dos bolas de sebo. Y también se nos ha dicho que la grasa es
horrenda. No hay nada peor que una mujer gorda. En esto no hay duda, la
obesidad es insana… pero la belleza, vamos… No hay belleza realmente física.
Una morena, una rubia… todo depende de la geografía. Las que son feas no
deberían sentirse mal. Deberían irse del país, a uno donde su fealdad sea
venerada. Al menos, es mejor que esconderse bajo el maquillaje.
La nariz de Sandra es una nariz
bella, pienso. Sandra es una buena chica, sencillamente, no estoy acostumbrado a verla
tan fijamente. Con ese culo, nadie le mira la nariz. Yo lo he hecho y ya ves.
Volteo a mirarla. Allí está Sandra y allí está su nariz. Ahora que duerme me
parece bella. Luce como un alma en paz. Es lo que necesita, pienso: un hombre
que la folle a pesar de la regla. Para ello no hay que ser más hombre; hay que ser más animal. Olvidarse de los modales y de la
estética. Hacer el amor reglando podría ser un acto santo en alguna cultura de
algún lugar, y ella y yo habíamos hecho lo que está reservado a los santos.
Otra vez siento ganas de orinar. Me levanto,
pero cuando estoy de pie se han ido. Entonces me digo que debo dormir y me
acuesto. Sandra me siente llegar y me abraza. No estoy cómodo pero no se lo
digo. Me dejó atrapar. Soy prisionero de sus brazos, y al final, me duermo.
4
Al amanecer Sandra prepara café. Como anoche
dije que es bueno… Pienso que debo ser más franco: no me gusta el café, ni éste
ni ninguno. Lo bebo, como castigo a mi hipocresía. Estoy sentado en una silla,
en el comedor. Sandra se sube a mis piernas y dice que estuvo muy bien. Se
refiere al sexo. Sé que miente, lo hemos hecho mejor. Si continúa mintiendo respecto
a ello llegará el día en que lo hagamos tan mal… y ella tendrá que aceptarlo
como castigo a su hipocresía. Es cierto que pocos lo hubiesen hecho con la
regla, pero también es cierto que pocos lo hubiesen hecho peor. Hicimos el amor
un par de veces y en ninguna pudo correrse. Yo era demasiado suave y demasiado
rápido en eyacular. Sin embargo, insiste. Dice que el segundo polvo estuvo muy
decente. Decente no es lo mismo que maravilloso, digo yo, tratando de ser
honesto. Lo he hecho mal, no importa, podemos hacerlo de nuevo. Siempre
podremos hacerlo de nuevo. Si no entre nosotros, con alguien más. No es un
asunto tan importante ser bueno en el sexo. Se es bueno cuando se quiere. Y uno
siempre quiere, incluso sin desearlo realmente. ¿A cuantas mujeres puede querer
un hombre sin que por ello le quieran? ¿A cuántas mujeres puede querer un hombre
sin que haya salido de sus cojones quererlas? Se quiere, se quiere y nada más.
Sandra se baja de mí, dice que tomará una
ducha y me invita. Le digo que empiece, lo que es yo deseo fumar un
cigarrillo antes. Le parece bien, irá calentando el agua.
Cuando Sandra se va me asomo a la ventana.
Desde allí enciendo y fumo un cigarrillo. Me sorprende que las cosas sean
reales. Que Sandra esté en la ducha poniendo el agua y que ayer hayamos bebido.
Que follemos con regularidad. No me lo creo. A veces quisiera despertar de este
sueño, pero otras no. Otras me gustaría estar aquí siempre. Fumando este
cigarrillo y pensando eternamente. Todo lo que podría descubrir. Newton,
Einstein, Hawking... cuántas cosas supieron sin siquiera mirar al cielo. Dentro
de nosotros está el universo, pero pasamos el tiempo viendo afuera. Afuera no hay nada…
está Sandra, está el sexo, ¿pero qué es eso comparado con el Universo?
Sandra grita que ya es tiempo, que el agua
está caliente y debo ir. Justo he terminado el cigarrillo. Aviento la
colilla por la ventana, la miro caer hasta el suelo. ¿Cómo es que no se rompe en
mil pedazos?, pienso. Si me aventara yo, joder.
Entro al cuarto de baño y allí está Sandra.
Está dentro de la ducha. El agua moja su cuerpo. ¿Es verdad que este cuerpo,
que el agua moja, es más bello que su cuerpo seco? Al menos, despierta en mí
mayor deseo. Quizá lo he aprendido en algún lado, en la pornografía, por
ejemplo. Una mujer se ducha y un hombre la espía. Cuando el hombre es
descubierto, hacen el amor. El agua recorre el cuerpo de ella y uno está que se
corre. Debe ser eso, la belleza física es eso. Algo que aprendemos con el
tiempo. No importa, me desnudo y entro. La tomo por el cuello y la beso. Ella
me besa también. Sabe que lo haremos y lo hacemos. Esta vez, por encima de lo
decente. Soy bueno porque la quiero. De algún modo la quiero. Ha despertado en
mi cerebro el sentimiento del deseo. Daría mi vida por ella en este momento. No
dudo un segundo de su belleza. Estoy follando a la mujer más bella de este
mundo. Es así siempre que se quiere. No importa si se quiere únicamente por un
momento. El amor no es eterno. Además de eso, puede durar muy poco. Un
instante, un momento.
Al salir, Sandra bufa. Dice que este sí fue bueno.
Asiento con la cabeza y le digo: te lo dije, no tienes que ser comprensiva
conmigo. Cuando algo no está bien, no lo está. No importa cuánto empeño pongas
en lo contrario. Está de acuerdo, dice que en adelante así será. Por cierto,
agrego, tu café es una mierda.
5
Sandra debe salir, su madre ha
llamado desde Guadalajara. Sandra prometió enviarle dinero para su manutención
pero hasta ahora no ha cumplido su palabra. La madre ha llamado para reclamar.
Sandra se excusa, dice que en seguida le enviará algo de pasta. Sandra y su madre
son así, la madre viaja y Sandra corre con los gastos. Desde muy pequeña ha
aprendido a ganarse el pan. Ha tenido que ver por ella y por su madre que no
sabe hacer nada. No es buena ni para conseguir un amante, me confesó Sandra en
alguna ocasión. Uno con plata, que la mantenga, dijo.
No tardará, según la misma Sandra, pero yo
pienso que sí. Ha ido al Banco a depositar. Una cosa así siempre es tardada. Me
pide que la acompañe pero me niego, prefiero estar en casa y descansar.
Cuando sale, siento la necesidad de escribir.
Estoy solo, y cuando estoy solo, escribo. Llevo tanto tiempo haciéndolo que no
lo puedo evitar: Sandra sale, y ya pienso en la primera frase.
Doy vueltas por el apartamento en busca de
papel y lápiz. No es difícil de encontrar. En un cajón de la cómoda lo
encuentro. Es un cuaderno a raya y una pluma de tinta negra. No necesito más.
Abro el cuaderno y leo. Hay algo escrito. Son anotaciones de Sandra. Nada
personal, se trata del cuaderno que llevó a la secundaria. Miro la portada y lo
confirmo. Está escrito en una etiqueta: Sandra Mejía Barón. Asignatura:
Civismo. Profesor: José Ángel Pacheco Rascón. Es increíble que lo haya
conservado todo este tiempo, pienso.
Me acomodo en la mesa del comedor. Enciendo un
cigarrillo antes de empezar. Es un doble vicio: el vicio de fumar y encima, el
de fumar mientras escribo.
6
Sandra vuelve en lo que me parece
el instante siguiente al que se fue. Sin embargo, se queja. Dice que ha tardado
demasiado porque en el Banco hay cinco ventanillas pero sólo dos en servicio. Ya,
le digo, siempre es así. La cosa es que ha logrado depositar el dinero a su
madre. Eso la complace porque así sabe que no vendrá en un par de días más.
Quiere estar en casa sola y pensar. Eso dice, pero yo nunca la he mirado pensar.
¿Qué haces?, pregunta cuando se percata de que
hago algo. Escribo, contesto y ella frunce la boca. Nunca le ha gustado que yo
escriba delante de ella. Dice que eso debo dejarlo para cuando no estemos
juntos. Cuando estamos juntos debemos beber y follar. Así lo ha dicho y así lo
ha hecho. Me defiendo diciendo que no estábamos juntos cuando empecé con esto.
Bueno, dice, pues ya llegué y es hora de que vayas terminando. Eso dice, y se va
a la cocina de donde regresa con un par de birras. Es tiempo de recomenzar.
Sandra está allí parada, con las cervezas en
las manos y yo la miro. Ella exclama: si vuelves a mirarme la nariz de ese
modo, te vas. Asiento con la cabeza y le miro los ojos. Tiene un ligero
estrabismo, Dios.
Fuente de la imagen, aquí.
Ibncreible un textop ara pensar, sutil y magico y al mismo tiempo misterioso me encantas
ResponderEliminarEs bueno
ResponderEliminarTe alaba uno al que le gustan las caras afiladas: narizonas, poca chicha y con cierto estrabismo
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, hay mejores afrodisíacos que rostros y cuerpos perfectos.Por otro lado, me gustó también el final, es inesperado jaj.
ResponderEliminarLa belleza fisica tiene fecha de vencimiento, mientras que la del alma es eterna y sublime!
ResponderEliminarBuen texto, nunca es una pérdida de tiempo leerte.
ResponderEliminarbello amigo ♥♥♥
ResponderEliminarEsta bueno!
ResponderEliminarMe gusta tu relato, ami me aconteció algo relacionado con las narices. Tomo este espacio ya q ablado el tema esta. [:)]
ResponderEliminarDos años y medio a pasado de q me enamore de naricitas asi le apode, tenia una gran nariz grande de verdad pero d' momentos no se le notaba xq la chica era de piel clara y cabello castaño delgada y con porte elegante sin soberbia, sus ojos eran un reflejo de alegre ternura en su ser. Laboraba en una tienda de ropa para hombre, y cada siempre,yo iba a comprar pantalones o loq fuera, cuando le confesé q la deseaba con todo, me dijo q quería a su novio, y desapareció,.. pasaba y pasaba no volvió a la tienda, un año después, encontré a naricitas, en la tienda me alegre tanto de verla q los ojos se me cristalizaron, tenia sus ojos brillantes y un motivo en su vientre, provocado por su esposo , el dueño de la tienda [:/] "SI" el miro miro lo mismo que yo y no lo pensó mas. Todavía tengo pantalones de los que le compre a naricitas, algunos sigen nuevos...
ResponderEliminarme gustaria conoser a esa narizona para ponerla a oler mi mienbro por omenos
ResponderEliminarlo menos una ora y basearme en esa ermosa narizota.
ResponderEliminarSigue escribiendo Martin
ResponderEliminarComo siempre Martin Petrozza se luce, gracias un abrazo
ResponderEliminarSuerte y adelante...
ResponderEliminarHola amigos de whisky en las rocas,
ResponderEliminarme gustó husmear en este sitio con mi narizota. Os dejo este blog-libro gratuito. Espero que sea de vuestro interés. No solo un proyecto literario.
http://laraizcuadradadeloquesoy.wordpress.com/2012/06/04/pag-48/
Salud/os