A Eduardo Lizalde
Estuvimos con esto alrededor de
cinco meses. Nunca pensamos que llegase a más de una charla de café. Sin
embargo, creció como una bola de nieve… hasta que… sencillamente… se estampó.
El que tiró la bola fue Salmoneo, el único del
grupo que gustaba de los versos. La última vez que lo vi y le recordé aquel
juego, dijo: más que un proyecto estúpido,
era un proyecto equivocado. Partía de una idea mecánica y conceptual de la
creación literaria. Luego agregó que aún así, la idea no era mala. Casi le
da por volver a empezar. Tuve que ponerle freno y pararlo.
Se trataba de un proyecto literario. No podía
ser de otro modo, en nuestras cabezas no teníamos otra cosa que literatura.
Particularmente de un proyecto de poesía; hacer poesía; poemas que tuviesen como
objeto la inteligibilidad, la univocidad (para combatir la ambigüedad, la
equivocidad, la polisemia, la vaguedad significativa, la imprecisión verbal).
Todo comenzó cuando Salmoneo,
el muy pillo, se las dio de impostor. Llegó a una de las reuniones de sábado,
en casa de Guillermo Garrido, al que apodábamos Garrison,
y donde bebíamos whisky en las rocas y fumábamos decenas de cigarrillos. Todo
esto mientras hablábamos, las más de las veces, de literatura y teoría
literaria. Lo que no significa que fuésemos eruditos. Dejando a un lado a
Garrison (que era profesor de literatura) ninguno del resto tenía idea clara de
lo que es la literatura. Petrozza solía decir que nadie sabe lo que la
literatura es, y se ayudaba para ello de una frase pronunciada por el del
profesor A.E. Housman en 1933, que Octavio Paz tradujo para las ediciones de El hijo pródigo. Petrozza leyó la frase y le pareció
el mejor ejemplo a la imposibilidad de la eterna pregunta ¿qué es la literatura?
Housman respondió a una entrevista
norteamericana, en la que se le invitaba a dar su definición de la poesía, de
la siguiente manera: Me es tan difícil
definir la poesía como sería para un perro terrier definir una rata, pero me parece que ambos (mi encuestador y yo)
reconoceríamos cualquier objeto poético por los síntomas que provocara en
nosotros.
Petrozza recordaba lo
anterior de una manera mucho más clara. Solía decir que un perro terrier no es capaz de definir una rata, pero póngale una
enfrente y ya verán cómo se gasta la vida en perseguirla. Lo mismo ocurre con
un crítico o un poeta; no son capaces de definir la poesía pero póngale un
poema enfrente y ya verán cómo se desvive por cazarlo. Cuando hablamos de esto,
Salmoneo estuvo de acuerdo en mi aportación a la frase del verbo cazar. Confesó detestar a los críticos
porque son cazadores de poesía, y la matan. Le cortan la cabeza y la colocan en
una tabla pegada a la pared de sus casas, como el trofeo al absurdo de cazar lo
no creado por ellos.
Pero he dicho que todo comenzó por Salmoneo, y
esto es porque aquel sábado llevó a nosotros tres versos escritos en un papel.
Los versos, son estos:
Tienes árbol doble altura
Que un cíclope, pues careces
De una pupila dos veces.
Los leyó en voz alta y pidió que
opináramos al respecto. No dijo quién lo había escrito y todos supusimos que
eran suyos. Yo me incliné por creer que eran buenos. Petrozza lo mismo. Garrison
no, para él los versos eran malos. Entonces Salmoneo anunció que los octosílabos
eran fragmento de las décimas inéditas de Góngora, que él mismo escribió como
borrador para su poema Polifemo y Galatea. Aquí
cambió el cristal con que miramos primero. Pensar que eran versos escritos por
nuestro compañero era una cosa, pero Góngora… Garrison lo pensó mejor y se
inclinó por aceptarlos como estéticos y profundos.
Para defender la postura de la nueva metáfora,
Petrozza dijo: si un cíclope y un árbol son ambos gigantes, puede atribuirse a
uno características del otro, y por eso se dice: si el cíclope, gigante, tiene
un ojo; el árbol, doble gigante, es ciego dos veces en tanto que el cíclope
carece de un ojo, y el árbol de dos. Una realidad justificada poéticamente.
Hasta aquí, sin saberlo, ya estábamos metidos
en la garras de Salmoneo, que luego de darle cientos de vueltas al asunto,
confesó que los versos sí eran suyos. Dijo haberlos escrito camino acá sin el
mínimo cuidado y pensando él que eran un mal intento de re-hacer el Polifemo.
Pero esto tampoco era verdad. Al final de la velada, y luego de mostrarnos más
versos apócrifos de autores famosos, confesó que los versos del cíclope y el árbol
los había transcrito de un libro suyo. No dijo cuál, y ya no importaba. Había
demostrado la poca solides del talento literario. Durante toda la noche nos
leyó versos que nosotros juzgamos antes de saber de la pluma de quién habían
salido. No siempre acertamos, incluso llegamos a considerar odiosos un par de
versos de Neruda, un poeta consagrado del que nadie tiene la menor duda (excepto
Petrozza) que es talentoso; y dados por excelentes poemas escritos por
Salmoneo, copiados de varios poemarios y mezclados sin ningún sentido. Un verso
de uno y otro de otro, creando así un cadáver absurdo, que llegamos a
considerar de mucho talento.
De lo anterior concluimos que el talento, en
todo caso, es más complicado. Copiar un Góngora, un Lorca, un Rimbaud es fácil.
Incluso escribir algo similar requiere del mínimo talento. Pero inventarlos, es
casi imposible.
2
En las reuniones siguientes volvimos al tema.
Discutimos la realidad, la veracidad
de unas buenas letras. Lo hicimos por el camino de la lógica, y caímos en la
cuenta de que es el cerebro de un humano el que crea las letras. Y que crear, es un
proceso mental al fin y al cabo. Con proceso entendimos que tiene un método.
Queríamos entender, descubrir, disecar y devastar los procedimientos de
construcción lingüística que dan sustento a la belleza impar de un Blake, de un
Byron, de un Shakespeare.
Ya teníamos una base de trabajo, era cosa de
hacer lo que mejor sabíamos: impregnarlo todo con lo que habíamos leído. Siempre
es así, uno ve lo que ya ha visto en otro sitio. Esto también es un proceso
mental, asociativo.
Entró a juego Hume porque siempre fue para mí
determinante. Hume proponía para nuestro servicio un escueto esquema de los
procedimientos de asociación de objetos, temas, ideas, que agotaban a su
parecer las posibilidades de asociación intelectual de la imaginación humana
(no conocemos otra).
La teoría que expuse fue sobre la línea
siguiente: Hume habla de los procedimientos asociativos: semejanza y
desemejanza, contradicción, causa y efecto, vecindad o contigüidad. Parece no
haber otro procedimiento posible. Por tanto, la poesía y sus técnicas tenían
que ser sometidas a dichos procesos; al ejercicio de esos procedimientos
esenciales.
Propuse un ejemplo: existe un verso de
Góngora, una imagen poética para ser precisa, en que las aguas de un arroyo son
ligeras de tanto que habían mojado en ellas las pezuñas los ligeros cervatos. Puede
que sea al revés, no estoy segura; no importa. Góngora aplica el procedimiento
elemental: la semejanza entre la velocidad del arroyo y las pezuñas de los
ciervos y, simultáneamente, trastocando, ocultando irrealmente la causa de la
velocidad y convirtiéndola, irreal, poéticamente también, en efecto de una
causa ajena: el contagio de la velocidad que el continuo mojarse de los
cervatos produce en el arroyo, con lo cual se introduce en la elaboración de la
imagen otro procedimiento asociativo: el de vecindad o contigüidad. Así, la
imagen gongorina no es, una vez sometida al espectro, no sólo una asombrosa
metáfora, sino un producto.
Salmoneo se emocionó con esto, dijo que era
triste y a la vez encantador que el cerebro humano fuese capaz de crear
semejantes productos, dirigidos al corazón. Petrozza le pidió que se dejara de
cosas, y que nos pusiésemos en acción. Garrison estuvo de acuerdo, interesado,
en el estudio de los procedimientos mentales para la construcción de poemas.
Así surgió lo que (según nosotros) sería una
nueva corriente literaria, basada no en los sentimientos, sino en la lógica, el
raciocinio y la inteligencia.
3
Fue Petrozza el que trajo a la mesa la
hermenéutica. Lo hizo interrumpiendo a Salmoneo cuando leía un verso, digamos
este: Cayó el alma en el pozo de la noche…
de Antonio Colinas. Lo hizo detenerse en el
acto, porque según él, no le había quedado claro el significado de lo
escuchado. Salmoneo repitió: Cayó el alma
en el pozo de la noche… Sí, dijo Petrozza, lo he escuchado pero no lo he
comprendido. ¿Se refiere a que el alma cayó en un pozo que la noche posee?, ¿o
que el pozo está construido de noche?, ¿o es que el pozo viene de la noche? Garrison
opinó que el significado era claro, pero yo lo detuve y expresé que Petrozza
tenía razón. Qué confusiones hay en un de.
Qué confusiones hay en el ambiguo uso de las preposiciones. ¿No es la controversia filosófica universal la
historia de la mala terminología y la ausencia de una hermenéutica
preposicional?
La opacidad significante del uso del de, y del su y del la fomentan la
incomunicación humana y la imprecisión poética, sentenció Petrozza, que abogaba
a favor de la ultracomunicación, que
en realidad era, una buena comunicación. Sostenía que gracias al anacoluto, la
hipérbole, la metáfora y otras figuras retóricas, carecemos de una comunicación
clara y precisa. Aquellas figuras fuera de la literatura, nos han vuelto más idiotas,
solía decir. Así, un joven que dice a otro, tengo
la verga grande, ya ni siquiera sabe que verga es el mástil de una
embarcación. Se creer entendido, cuando no ha sabido darse a entender. Los
penes y las vergas, me tienen hasta la madre, exclamó.
Para terminar con eso, Petrozza propuso la
determinación gráfica del sentido en cada partícula. Así, la comparación que
indicaba la preposición de se
escribía entre guiones, cuando se decía, por ejemplo, “el río –de- mi cuerpo navega hacia tus mares”, para que no fuera a
creer algún despistado que ese de no
implicaba metáfora, sino propiedad o procedencia.
Por supuesto, había otros campos donde
batallar contra la equivocidad significativa no sólo de las preposiciones, sino
de algunos sustantivos.
Uno de los principios era la claridad, otro la
originalidad y otro la complejidad o profundidad de lo dicho. Pero esta
complejidad debía ser, paradójicamente, clara. Clara en el sentido de la
significación precisísima que propuso Petrozza. Debían ser versos que libres de
equívoco, y a la vez, llenos de profundidad. Además, debían de ser originales.
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En la originalidad encontramos
otro problema avasallador. Garrison no creía en la originalidad de algo, porque
si bien habíamos definido el acto de escribir poesía como un proceso mental, la
originalidad, es decir, la creación, también es un proceso. Si Hume nos encerró
en la jaula del proceso asociativo, Alejandro Jorodowsky, venido a tema por
Petrozza en auxilio de Guillermo, nos encerró en la idea que para crear estamos
limitados a cuatro operaciones mentales: la suma, resta, división y
multiplicación.
Si le pides a un niño que dibuje un monstruo,
decía Guillermo y apoyaba Petrozza, sólo podrá hacer cuatro cosas: ponerle más
patas o brazos, es decir, sumar. Quitarle ojos, restar. Mezclar su cuerpo con
el de otro ser, digamos un perro y un dragón, dividir. Y llenarlo de decenas de
dientes, multiplicar.
Teníamos ya poco camino para la poesía que
proponíamos hacer. Estábamos limitados por el proceso asociativo en las
metáforas, y por el proceso creativo en la originalidad. Además que encadenados
a explicarnos de manera precisa con las representaciones gráficas que quitaban
vida a la poesía. Así, un poema sería algo tan pobre expresivamente, que
perdería la magia que caracteriza a los poemas. El lector no tendría variedad
de interpretación, ni podría hacer suyos los poemas de nuestra autoría.
Pero el golpe que puso fin a todos nuestros
vanos intentos de hacer algo, fue precisamente el de la originalidad, pero en
otro sentido. Además del campo limitado de la creación, estaba la influencia.
Uno es lo que lee, lo que ve, lo que escucha, lo que toca y lo que degusta. Es
decir, uno es lo que vive, y cada quien habla como le fue en la feria. No
podíamos evitar la maraña de influencias que pesaba sobre nuestros hombros.
Ningún verso es original, decía Guillermo. Cada verso es el resultado de diez o
más versos leídos. Las posibilidades son pocas pero no nulas, de que un par de
poetas en polos opuestos de la Tierra escriban las mismas líneas. Esto es,
además de una cuestión de intelecto humano, una cuestión de probabilidad y
estadística.
Si alguno no lo puede creer, créalo, porque todo
nuestro juego e investigación terminó cuando leímos, fue Salmoneo el primero en
traer los ejemplares de los libros, que todo nuestro intento había sido ya concebido.
Incluso, había sido llevado a la práctica. No éramos los primero en pensar la
poesía como un acto intelectual y lógico. No éramos los primeros en lidiar con
la polisemia de las preposiciones, ni planear un movimiento estético lógico. Se
nos habían adelantado.
Cuando nos enteramos no fue complicado
desapegarnos del proyecto. Es como si en el fondo lo supiésemos, que aquello no
podía ser. Un movimiento como aquel
estaba condenado al fracaso. Era parir un niño muerto. Rechazar al lector como
parte primordial de la creación de una metáfora. El juego de interpretación,
que buscábamos eliminar, es lo que da vida a un poema.
Alguna vez, en una reunión similar, recuerdo que un colega descalificó a Baudelaire, rechazando sus versos como la vejéz a la vanidad...Gran texto, el drama del creador plasmado de manera literal estamos sujetos a un arte que se deposita en contenedores finitos de tal suerte que somos siempre el. eco de un autor a la distancia, como la voz de un pastor en las montañas que regresa a sus oídos disttorsionada, sin tiempo, casi nueva. Por eso Borges ya no sabía si era él o el otro quien culminaba aquella línea! atte: alain guart
ResponderEliminarbuenooooo amiga ♥♥♥
ResponderEliminar...que bueno saberse fumador de esas tertulias...bebeindose la tarde con un poema...barato..una especie de pocima mágica....lo del Whisky..eso suena..
ResponderEliminarExcelente!!!
ResponderEliminarDivino!!!
ResponderEliminarMuy Bueno
ResponderEliminarBuenisimo..!!!
ResponderEliminarwooaoo que texto tan elegante!! me encantoo
ResponderEliminarMe gustaría que compartieras de esto mas a menudo... Si se puede a mi correo; se lo agradecería mucho...
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