Escritor invitado: Carlos Salcedo Oklas.
Sitio del escritor, aquí.
Al argentino.
Sonaba Michael
Jackson por la radio, él ya no se preocupaba de nada, el pobre Michael,
¿o quizás si? Bien podría haber sido un gran montaje, el rollo de su muerte.
Teniendo en cuenta de quien hablamos y su cuenta corriente, su carácter
excéntrico y esas cosas, bien podría estar ahora mismo tumbado tomando el sol
en una isla, como en la novela de Beigbeder. Estaría
tumbado en una hamaca estampada con dibujos de dinosaurio, en la mano un zumo
de papaya y curuba, tomando el sol, poniéndose moreno otra vez, el cabrón de
Michael. En cualquier caso, muerto o no, seguro que no se preocupaba por cosas
como el último cigarro arrugado, el agujero en la entrepierna del pantalón o el
llanto de la billetera.
-¿Sabes que quieren retrasar la
edad de jubilación?
-¿No lo habían hecho ya?
-Sí, pero todavía más.
-Joder, como está el tema.
-Ya te digo.
Víctor encendió la chusta y aspiró. Tenía un
enorme agujero en la entrepierna del pantalón, pero, al igual que Michael, no
se preocupaba por él. Expulsó el humo. Se rascó la cabeza y tendió la mano
hacia Rafa que estaba sentado en el sofá frente a él.
-Pásate la birra.
Rafa dio un buen trago y se la alcanzó,
intentando no fijarse en el agujero que tenía Víctor en la entrepierna. Meditó un momento y dijo:
-¿Sabes qué Víctor? En realidad da
igual, podrían ponerla a los ciento dos años, lo mismo da, no creo que ninguno
de nosotros se jubile, tal cual va el país... Míranos, somos patéticos, una
puta generación echada a perder, sin ninguna esperanza o una esperanza de
infierno. Maldita sea, ni siquiera podemos tener un curro de mierda, no sé,
limpiando retretes, ¿habría algo más bajo? Pues ni eso colega. ¿Quién curra del
grupo? Ninguno joder, bueno, el muerte sí, pero ya ves tú, repartiendo
propaganda del telepi. Todos parasitando
a los viejos o viviendo del paro.
-¿A ti cuanto te queda de paro?
-Es el último mes.
-¿Se acaba lo bueno eh?
-Ya te digo. -Rafa se reclinó
contra el desvencijado sofá. -El fin de una era tío. Bueno, ha estado de puta
madre.
-¿Qué cojones piensas hacer?
-No sé, pediré alguna ayuda, la
subvención esa, como la que pidió el Willy.
-Pero son solo cinco o seis meses.
-Bueno, da para arrastrarse un
tiempo más.
-¿Y luego qué?
-Joder, yo que sé, nunca me había
costado tanto encontrar curro, y la cosa está cada vez más negra, si no sale
nada supongo que traficar, o prostituirme, o suicidarme, yo que sé.
Víctor dio otro trago a la litrona
y bajó la mirada hacia el suelo, intentando trascenderlo, imaginándose a sí
mismo en un lugar mejor, en la playa junto a Michael, sonriendo bañado por el
sol, con una buena copa de ron en la mano, observando a mulatas en bikini
jugando al volibol, observando sus culos prietos como el balón, rodeado de
destellos. Regresó de su fantasía y al aterrizar nuevamente en el frío
cuartucho dijo:
-¡Mierda, tenemos que hacer algo!
-El qué.
-No sé, ALGO, mierda, no lo
aguanto más.
-Pero si tú estás de puta madre
con los viejos, te dan mazo de pasta, vives a cuerpo de rey.
-Estoy hasta la polla. Tengo 28
años y no he hecho nada, solo una puta carrera que no me va a servir
absolutamente para nada, con la pasta justa para porros, todo el día
gambiteando en Internet, haciendo el crápula, en esta mierda de ciudad de León,
atrapado en su tela de araña. ¡Joder! Necesito escapar, me despierto por las
mañanas, me arrastro por casa esquivando a mi madre que pasa el aspirador, todo
el día sin hacer nada, ni siquiera busco curro ya, ni salgo a la calle, no
tiene nada que ofrecerme, me he dado por vencido.
-Bueno, al menos es una situación
de espera indefinida, a mi me quedan lo que me den de subvención, luego, la
incógnita absoluta.
-Deberíamos atracar un banco.
-Claro, claro.
-Joder, no puede ser difícil, no
hay seguratas, ni puertas de acero, lo que pasa es que hay que echarle huevos.
-No lo veo.
-Pues una gasolinera. En algunas
tienen a una pivilla sola, ahí, en mitad de ninguna parte, de noche, joder, es
lo más sencillo del mundo, yo a veces he ido a repostar y he visto a algunas...
Ahí solas en medio de la autopista, completamente indefensas. Antes de
ahorcarme tengo que ir y violar a alguna.
-No creo que fuese tampoco un gran
botín.
-Con que te dé para un mes o
dos... Luego cometes otro, y así, mientras tanto en movimiento, en la
carretera, viviendo en hostales, gastando en drogas, en putas... Joder, en
putas tío.
-No me van las putas.
-Son las mejores mujeres que hay.
En cualquier caso, ¿sabes de lo que te hablo no? De vivir, tío, VIVIR.
-Hasta que nos pillen.
-Pues hasta que nos pillen, pero
mientras tanto a vivir, luego en la cárcel te dan de comer, además, tampoco nos
caerá mucho por atracar gasolineras, tampoco es matar y violar a una menor,
cumplimos lo que sea y a la mierda. Además, ¿y si no lo hacen? ¿Y si no nos
pillan? ¿Pero que te crees, que no hay gente que vive así? Atracadores
profesionales, curran un día o dos al mes, planean el golpe, lo dan, y a vivir.
-La verdad es que yo acabaré
haciéndolo, ya te digo, eso o traficar. He intentado seguir el camino, he
intentado ser una sombra más del engranaje, pero no me dejan ni ser esclavo, he
pedido curro hasta en el puto McDonalds. Sin éxito.
-Pues a la mierda, yo lo hago.
-Las gasolineras tienen cámaras.
-Yo que se tío, pero se planea, se
planea bien.
-Bah, tonterías.
-¿Y qué piensas, estar toda la
vida así, viéndolas venir?
-No sé Víctor, yo no sé nada.
Víctor volvió a fijar la mirada en el suelo.
Rafael abrió otro litro y se recostó en el sofá. El reloj seguía corriendo
hacia delante, era lo único que parecía moverse en la realidad. Estaban en
silencio, pensativos. Se había lanzado la piedra. En el suelo quedaba otro
litro por abrir y media botella de vino blanco, de lo que andaban escasos era
de tabaco. Las paredes observaban en silencio expectantes. Sonaba Santana.
2
Víctor aparcó el coche, era el
coche de su madre, aparcó en mitad de la noche y se encendió un cigarro.
-Bien, aquí estamos.
Rafael miraba a su alrededor, habían aparcado
en frente del palacio de los deportes, un poco más allá las putas realizaban su
jornada laboral, solo acertaba a distinguir a dos, la más cercana al coche era
una negra de buen cuerpo, un glorioso cuerpo de animal salvaje, levantaba su
interminable bota blanca cada vez que un coche pasaba ante ella. Rafael se
mordía las unas bañado por la luz anaranjada de las farolas.
-Mierda, pásate un cigarro cabrón,
estoy nervioso.
-Tranquilo Rafa, ya verás, un par
de minutos y estará hecho, llevamos toda la semana planeándolo, no puede salir
mal.
-Todo puede salir mal.
-Sí, y ya lo ha hecho, por eso
estamos aquí, ¿recuerdas?
-Mierda. Repasémoslo otra vez.
-Cuando sean y media vamos a por
esos cabrones, estarán a punto de cerrar, quizás haya una persona o dos, pero
no más, entramos a saco a por la caja.
-¿Dónde está el taser? No te lo
dejes en el coche.
-Tranquilo.
Víctor se giró y cogió una mochila del asiento
de atrás, la abrió y cogió el taser, era un modelo Power 200, apretó el botón y
un rayo azul recorrió su superficie produciendo un ruido chirriante.
-¿Acojona verdad?
-Bueno, entonces entramos y
arramplamos cagando leches, nada de estar ahí más de tres minutos, ¿eh Víctor?
Tres minutos máximo.
-No, no, a toda hostia, pillar la
pasta y largarse, llegamos al puente y echamos la sudadera y el pantalón en la
bolsa, tiramos la bolsa al río, cruzamos el puente, nos montamos en el coche y
nos largamos a empezar a gastar.
-Joder, si sale todo bien pienso
pillarme un pedo de escándalo.
-Ya ves, yo me pienso coger a esa
negra de ahí en cuanto salga, ¡maldita puta!
La negra, ajena a todo, continuaba en medio de
la carretera, alzando y bajando su interminable bota en busca de clientes.
-¡Déjate de putas cabrón! Cuando
montemos en el coche nos largamos lejos, no conviene quedarse cerca de la
escena del crimen.
-Tienes razón, además con pasta
fresca y crujiente en el bolsillo no necesito perras de la calle, conozco un
lupanar en el centro que ya verás, zorritas de primera calidad.
-Pero primero a por drogas. ¿Qué
hora es?
-Y cuarto.
-Vamos preparándonos.
Víctor metió las manos en la mochila y sacó la
ropa. Habían comprado un par de sudaderas y pantalones de chándal negros en un
chino la tarde anterior, luego, en otro distinto, habían pillado un par de
pasamontañas, negros también. Comenzaron a ponerse el pantalón y la sudadera
sobre la ropa de calle.
-Oye tío, mejor dejar la cartera y
la documentación en el coche. -Dijo Rafael.
-Sí, joder, tienes razón.
-Solo faltaba que se nos cayera el
puto D.N.I.
Dejaron sus respectivas carteras
en la guantera, luego cogieron los pasamontañas y se los metieron en el
bolsillo. Víctor suspiró y miró a Rafael.
-Bien, es la hora.
-En marcha.
Al
salir del coche el frío leonés les abofeteó el rostro. Ambos miraron el
objetivo. Cruzando el río se levantaba luminoso el puto McDonald's. Pusieron
rumbo hacia el. Bajaron las escaleras hasta el borde del río. No había ni un
alma en los alrededores, en verano era otra cosa, pero ahora, en invierno, el
frío a la orilla del río de noche era como ser atravesado por miles de
diminutas agujas. La luna y las estrellas los observaban en mitad del espacio,
flotando despreocupadas. Atravesaron el puente y llegaron a la otra orilla, la
bolsa de basura con las piedras en la que echarían la ropa al salir estaba en
su lugar, debajo de un seto, la miraron, se miraron, todo en orden, según lo
previsto. Continuaron andando, ya casi estaban allí, solo faltaba subir unas
escaleras. El McDonald's estaba al final de la escalera, brillaba como nunca,
con sus luces blancas y amarillas, sus logotipos, el olor a carne extraña y
fritanga rodeándolos.
-Venga Víctor, pongámonos los
pasamontañas.
Así hicieron. Ya no había vuelta atrás, era la
hora D, el día H, sus corazones martilleaban, la respiración se hacía densa
dentro de los pasamontañas.
Echaron a correr escaleras arriba,
sortearon los columpios de colores y entraron en la tienda. Dentro había una
pareja haciendo manitas en una de las mesas, tanto ellos como las tres cajeras
dieron un salto al verlos llegar. En un par de dementes zancadas se plantaron
delante de las cajas como unos clientes más. Rafael habló.
-¡Venga hijas de puta, abrid las
cajas y echaros hacia atrás!
Las chicas estaban paralizadas,
temblando bajo su ridículo uniforme color patata frita.
-¡VAMOS COÑO, AHORA!
-Vale, vale, tranquilos.
Una de ellas, con las manos en alto, se acercó
lentamente a una caja, estiró un dedo, pulsó un botón y esta se abrió con un
ruido metálico.
-¡Las otras también joder!
Las otras dos chicas hicieron lo propio, una
de ellas, una gordita con gafas, comenzó a llorar.
-Por favor... por favor...
Otra chica, una rubia con coleta se puso
delante de la gordita para protegerla.
-Venga, tranquilos, llevároslo
todo, pero no nos hagáis nada, bastante puteadas estamos aquí.
-¡Venga zorras, tirad para la
cocina!
Obedecieron. Víctor y Rafael saltaron el mostrador
y se pusieron del otro lado, repararon en un mulato con delantal que estaba en
la cocina y al que no habían visto hasta ese momento.
-¡TU, HIJO DE PUTA!
El mulato echó a correr hacia un lado, abrió
una puerta metálica y desapareció en la noche, con delantal y todo. La gordita
no paraba de llorar acurrucada en una esquina, las otras dos mostraban más
entereza, la parejita que hacía manitas en la mesa había volado hacía tiempo.
Víctor y Rafael miraron las cajas abiertas ante ellos, era hermoso, billetes de
todos los colores, monedas relucientes, destellos por todas partes. Cogieron
unas bolsas de papel con el rotulo “me
encanta” y empezaron a llenarlas de billetes. Agarrar esos fajos de forma
frenética era una sensación extraña, estrujarlos en la mano, su sonido, no eran
más que papeles más duros y ásperos de lo normal, ¿cómo podían significar una
diferencia tan grande? De vez en cuando uno se escapaba entre los dedos y caía
al suelo.
-Levanta la tapa, debajo hay más.
-Dijo Víctor.
-¡La hostia!
En ese momento se abrió una puerta junto a
ellos y apareció un tipo vestido de azul marino, regordete y de cara grasienta,
durante un segundo pensaron que era un poli, hasta que distinguieron las
franjas en su camisa y la “M” retorcida en su gorra. Víctor dio un salto.
-¡QUIEN COÑO ERES!
-Tranquilos muchachos -Dijo
levantando las manos en son de paz. -Calmaos y hablemos, soy el encargado.
-¡ERES UNA MIERDA! -Dijo Víctor
mientras le azotaba una descarga con el taser en mitad de la barriga, 200,000
voltios recorrieron su cuerpo, el tipo se derrumbó como un castillo de naipes,
esparciéndose por el suelo, su gorra azul rodando, escapando de su cabeza, ya
en el suelo comenzó a convulsionarse. Las dos cajeras salieron corriendo y
desaparecieron en un santiamén por la misma puerta que el mulato, nunca se las
volvió a ver, dejaron allí tirada a la gordita, que se puso a gritar como una
histérica.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Víctor saltó por encima del encargado, que se
retorcía en el suelo, y se acercó a la gorda.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
-¡CALLATE PUTA GORDA!
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
-¡QUE TE CALLES JODER!
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Entonces Víctor acercó el taser a
su papada y le propinó una descarga, la gorda se elevó del suelo unos centímetros
y calló de lado, se pudo oír perfectamente cómo se pedorreaba, su grito se
había transformado en una especie de ruido robótico cortocircuitado acompañado
de las pedorretas. Mientras tanto Rafael había raspado todo lo que quedaba en
las cajas, tenían tres bolsas de papel llenas de dinero, “me encanta”, las metió en una bolsa de plástico y salto al otro
lado del mostrador.
-¡Vamos cabrón, ya está,
larguémonos!
Víctor continuaba mirando retorcerse a la
gorda, se giró y cogió una bolsa de plástico, empezó a meter hamburguesas en su
interior.
-¡Pero qué coño haces!
-Tengo hambre.
-¡Yo me largo!
-Espera, espera.
-¡VÁMONOS JODER!
-Espera, espera un momento... ya,
la figurita de Darth Vader tío.
Víctor saltó el mostrador y echaron a correr.
No notaron el frío en el exterior, estaban ardiendo, el pasamontañas los
ahogaba. Bajaron las escaleras de tres en tres hasta la orilla del río, pasaron
el tramo de césped, llegaron junto al puente y cogieron la bolsa de basura que
tenían preparada. Rafael se desvistió a toda prisa mientras Víctor sujetaba la
bolsa, metió el pantalón y la sudadera dentro y la cogió, Víctor comenzó a
desvestirse.
-Toma las llaves del coche, no
quiero que se me caigan mientras me quito esto.
-Vamos, corre, Víctor, cabrón.
Se quitó la sudadera y la metió en la bolsa,
mientras se estaba quitando el pantalón vieron las inconfundibles luces.
-¡Mierda, la poli!
-Joder, tan rápido, no puede ser.
Un coche de policía aparcó junto al
McDonald's.
-¡Vamos corre, corre cabrón!
Víctor se quitó finalmente el pantalón y lo
metió en la bolsa, sus manos temblaban, metieron un par de piedras junto a la
ropa y la alzaron, la dejaron caer al río, entonces, en ese momento, mientras
la bolsa caía al agua, escucharon una voz lejana, proveniente de lo alto de las
escaleras, junto al McDonald's.
-¡ALTO, POLICÍA!
Se giraron. Un tipo en lo alto de las
escaleras les apuntaba con una linterna, aún tenían un buen trecho de ventaja
respecto a él.
-¡A CORER COLEGA!
Cogieron las dos bolsas de plástico con el
botín y salieron despedidos, el policía salió corriendo a su vez, comenzó a
bajar las escaleras mientras ellos atravesaban el puente.
-¡ALTO, POLICÍA!
Rafael estaba al borde de un
ataque cardíaco, apretaba con fuerza la bolsa de plástico y en la otra mano la
llave del coche de la madre de Víctor, giró la cabeza sin dejar de correr para
observar el panorama, detrás de el Víctor corría más lentamente, se le había
salido medio pie del zapato, su cara estaba deformada, en ese momento lo odió
profundamente, todo había sido idea suya, quizás el habría conseguido un curro
antes de que se le acabara el subsidio, un maldito curro, de lo que fuera,
podría pasar, ahora en cambio iba a acabar en la cárcel por atracar un puto
McDonald's de mierda. La derrota definitiva, la guinda a una vida patética de
derrotas. Todo por culpa de ese cabrón que tenía detrás, de sus fabulosas
ideas. Observó al policía que corría tras ellos con la linterna, aún le sacaban
una buena ventaja, quizás lo conseguirían, si al puto loco no le daba por
liarse a tiros, claro. Además era solo uno, SOLO UN POLI. En ese momento el
zapato de Víctor salió despedido de su pie y le hizo tropezar, cayó al suelo
justo cuando atravesaron el puente. Ya solo quedaba pasar un trocito de césped,
subir las escalera y el coche estaba ahí, se le podía distinguir ya. Rafael se
detuvo, Víctor continuaba en el suelo, el poli estaba más cerca. Rafael miró a
ese cabrón tirado en el suelo, todo por su culpa, sus putas ideas, ¿qué puedes
esperar de un tipo que no sale de casa nada más que para pillar porros? El poli
estaba más cerca, solo era uno, nunca podría cogerles a los dos, recordó que el
llevaba las llaves del coche, las tenía fuertemente apretadas en la mano,
también tenía la bolsa con la pasta, Víctor llevaba la de las hamburguesas. Era
el momento de dejarle ahí tirado, al fin y al cabo era un cabrón, solo le cogía
el teléfono cuando le interesaba, solo pensaba en sí mismo, era un perro, todos
lo eran, esto era la jungla, no convenía olvidarlo, you are in the jungle
baby, you're gonna dieeeeee, el no dudaría en dejarle tirado en la misma
situación, el cabrón del Víctor, estaba claro, se la había jugado un par de
veces a lo largo de su amistad, alguna bastante gorda, recordó una en
particular, aquella vez Víctor no había dudado en jugársela, sin remordimiento
alguno, lo recordó y apretó la mano con la llave dispuesto a huir. Es lo que
hay, es la jungla, la jungla de asfalto. Entonces Víctor gimió.
-Mierda... aaah mierda, creo que
me he roto el pié.
Rafael volvió a mirarle, ahí tirado en el
suelo, sin zapato, con el sucio calcetín ondeando al viento, en mitad de la
noche, con las estrellas riendo. Eran unos perdedores, unos perdedores
patéticos, ambos, estaban chapoteando en el mismo caldero de mierda hirviendo.
Se acercó a el y lo agarró de la cintura.
-Venga hijoputa, levanta, el coche
ya está ahí.
Víctor gruñía, el dolor al apoyar el pie era
intenso, insoportable, pero la adrenalina golpeaba con más fuerza. Comenzaron a
subir las escaleras, el coche estaba ahí arriba, el poli atravesaba el puente.
-¡ALTO, POLICÍA!
Rafael llegó al coche, abrió y lo puso en
marcha. Arrancó justo cuando Víctor, cojeando, saltó en su interior, en el
asiento del acompañante. Arrancó en medio de una nube de humo, con la mitad del
cuerpo de Víctor aún asomando por la puerta, y se precipitó a toda velocidad
por la carretera, la negra levantó su alargada pierna a su paso y casi se la
arrancan. Rafael miraba por el retrovisor, nadie los seguía, se metió por el
polígono, lo atravesó, cambió de dirección y regresó a la ciudad por las
afueras. Aminoró la marcha, miraba por el retrovisor constantemente, todo
estaba en silencio, las calles oscuras prácticamente desiertas, recorrió un par
de callejuelas y aparcó en el primer hueco que vio.
En el silencio y la quietud pudo
notar el bombeo frenético de su sangre, su sistema nervioso al borde del
colapso. Con sus manos temblorosas cogió un paquete de tabaco de la guantera y
se encendió un cigarro, saboreó la calada y expulsó el humo.
-Mierda, nos han tenido que ver,
que grabar.
-Relájate Rafa tío, ha salido
bien, ha salido bien.
-Casi nos pillan por tu puto
tropezón hijoputa, tenía que haberte dejado ahí.
-Mierda, me duele, me he debido
torcer el tobillo.
Víctor cogió una de las bolsas de plástico,
sacó una hamburguesa de su interior, quitó el papel que la envolvía y le dio un
mordisco. Rafael lo miraba fijamente, fumando en silencio, lo miraba masticar,
al muy cabrón, casi los cogen por su culpa, quizás aun los cogieran por su
culpa, maldito perro, lo miraba masticar y deglutir, un trozo de pepinillo le
colgaba del labio inferior, le soltó un puñetazo en la barbilla, el pepinillo,
junto con otros trozos por ingerir, salieron despedidos de su boca y se
estamparon contra el cristal, Víctor se giró confundido.
-¿Pero qué haces, se te ha ido la
pinza?
-Eso por follarte a mi ex.
-¿Pero qué dices? ¿Ahora con eso?
Joder tío, colega, te pedí perdón en su momento.
-¡Que te jodan!
-Tronco, no hay quién te
entienda... Me ha dolido joder.
-Te jodes.
-Joder, lo siento tío, eso fue
hace mucho... Arranca anda, vamos a rajarnos, mira, el lupanar que te decía no
está lejos, vayamos a celebrarlo coño.
-No me van las putas.
-Pero allí estaremos escondidos,
además, seguro que tienen coca y priva, no te las tienes que follar si no
quieres, también hablan.
-Venga, vamos.
Rafael arrancó el coche rumbo al
lupanar, necesitaba una copa de buen ron. El mundo estaba en silencio, nadie se
había enterado de nada, descansaban en sus colchones viscoelásticos a la espera
del duro amanecer, para afrontar otro día de mierda en la jungla de asfalto
hasta que les comiera el tigre. Había comenzado a nevar, la primera nevada del
año, algún mendigo moriría de frío esa noche, eso seguro. Pusieron rumbo al
lupanar, huyendo del frío asfalto, de la jungla, en busca del calor de una
entrepierna que incubara los huevos de un par de héroes urbanos.
Víctor abrió la bolsa y sacó algo
de su interior, una especie de tarro.
-¿Que mierda es eso?
-McFlurry, ¿quieres colega?
-¡Odio el puto McFlurry!
Escritor invitado: Carlos Salcedo Oklas.
Sitio del escritor, aquí.
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